Ane
Es chiquitita, apenas tiene unos d¨ªas, y con su boquita encantadora parece esbozar una sonrisa mientras duerme. No me canso de contemplarla ni de sumergirme en su despreocupado reposo. Le hablo, aunque quiz¨¢ no me escuche, y si algo me fascina de ella es la claridad que aporta su presencia, el simple hecho de que est¨¦ ya aqu¨ª, de que pueda verla, intentar consolarla cuando llora, y sentirme agradecido cuando mi voz o mi cuerpo la sosiegan. Me digo que es un mundo en marcha, y conf¨ªo en aprender mucho de ella, si es que soy capaz de comprender lo que quiera ense?arme. Creo que sus ojos apenas ven a¨²n, pero me apropio de ellos como si me acogiera a la esperanza, a la ilusi¨®n de una mirada abierta al candor de lo nuevo. Es su tiempo el que se abre y su cercan¨ªa me ayuda a ahuyentar la sospecha de que sea el m¨ªo el que se cierra.
Ante ella no esbozo un lamento sobre las miserias del mundo, ni la compadezco porque le haya tocado vivir un tiempo acerbo. No, la veo y es la claridad, y lo que de ella irradia alcanza a iluminarlo todo. No habr¨¢ asombro en su mirada cuando se abra a la luz, sino inocencia, y ante esa mirada se diluyen todos los quebrantos. Esa inocencia suya es hoy la m¨ªa y me hace saltar de un mundo a otro mundo. S¨ª, ella me abre a su realidad, y s¨¦ que esa su realidad va a ser mucho mejor de lo que ha sido la m¨ªa.
Todo se presenta confuso ahora mismo. Y, no obstante, soy optimista, uno de esos, trasnochados hasta hace nada, que creen en el progreso, en la mejora irreversible de las condiciones de vida, y tambi¨¦n de los seres humanos. No solo somos m¨¢s inteligentes que nuestros antepasados, y que los de hace un par de generaciones, sino que somos tambi¨¦n menos violentos, m¨¢s emp¨¢ticos, m¨¢s comprensivos porque mucho m¨¢s informados, menos discriminadores y m¨¢s vigilantes ante las discriminaciones a¨²n en uso. Lo afirmo en un tiempo que parece desmentir mis palabras. Un tiempo confuso, lleno de incertidumbre, en el que resulta dif¨ªcil comprender nada de lo que nos ocurre, y ante el que nos situamos con una especie de resignaci¨®n asustada. Un tiempo de cambio, quiz¨¢ de una nueva complejidad que todav¨ªa no desentra?amos. En el que no sabemos si las decisiones que tomamos son buenas, malas o peores, mientras esperamos que el ma?ana nos lo revele, como si todo se tratara de un golpe de azar y cualquier previsi¨®n racional hiciera aguas. Y tal vez sea por toda esta confusi¨®n por lo que la claridad de Ane me resulte tan rotunda, tan deslumbrante. Conf¨ªo en lo que me ha de mostrar.
Est¨¢ dormida, y sin embargo hace que bosteza, se estira, esboza esa sonrisa suya y mueve las manitas con coqueter¨ªa. En su sosegada indiferencia algo se crea, se abre, se ensancha, y s¨¦ que en esa apertura y ese crecimiento tambi¨¦n estoy yo y que se espera algo de m¨ª. Que he de mostrarle el camino correcto para que ella me muestre a su vez el suyo, que no he de apagar esa claridad en la que se asienta el futuro del mundo.
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