Un secreto en el C¨¢ucaso
Nagorno Karabaj, magn¨ªfico territorio monta?oso, trata de superar su conflictivo pasado y entreabrir sus puertas a los visitantes occidentales
Tiene todo para satisfacer al viajero al¨¦rgico a los caminos trillados. Est¨¢ en medio de las monta?as del C¨¢ucaso, un destino no muy tradicional. Su estatus internacional es nebuloso: pertenece te¨®ricamente a un pa¨ªs, pero est¨¢ controlado por otro. Adem¨¢s, es ¨¢rido y de dif¨ªcil acceso, con una geograf¨ªa atormentada de profundos valles y picos nevados. S¨ª, no hay duda: el Nagorno Karabaj, este territorio por el que pelearon en los noventa los Gobiernos de Azerbaiy¨¢n y Armenia hasta que el segundo lo arrancara al primero, fascinar¨¢ a los visitantes. Pero no solo por su exotismo: tambi¨¦n, o sobre todo, porque sus 11.500 kil¨®metros cuadrados ofrecen un paisaje monta?oso de una belleza salvaje y sobrecogedora, y porque sus 140.000 (aparentemente) rudos pobladores reciben con una c¨¢lida hospitalidad a los pocos visitantes.
Ahora que los fusiles se han callado en esta zona convulsa (el alto el fuego decretado en 1994 entre Eriv¨¢n y Bak¨² sigue respetado), el Gobierno armenio ha empezado a entreabrir las puertas de este territorio, te¨®ricamente independiente, pero que controla de manera f¨¦rrea. La savia nueva del turismo asegura al Nagorno Karabaj unos ingresos de los que sus habitantes no andan sobrados. Y permite, adem¨¢s, afianzar una pol¨ªtica de hechos consumados: si los turistas desembarcan por estos lares, significa que la situaci¨®n est¨¢ normalizada y que la ocupaci¨®n de facto del Gobierno de Eriv¨¢n aparece, por tanto, asentada.
De hecho, el ¨²nico acceso al territorio es desde tierras armenias: hay que agarrarse en las curvas de una carretera de monta?a que, desde Eriv¨¢n, serpentea durante 350 kil¨®metros entre picos y collados en medio del paisaje grandioso del C¨¢ucaso. Al final del camino, bienvenidos a Stepanakert, capital del autoproclamado Estado independiente de Nagorno Karabaj. Un Estado que los armenios, hoy sus ¨²nicos ocupantes tras el exilio de los azer¨ªes, prefieren llamar por su nombre antiguo: la Rep¨²blica de Artsakh. Desparramada en el fondo de un valle, la ciudad no se parece -si no fuera por la omnipresente presencia de los militares- al epicentro de una zona en conflicto. Al contrario: se respira aqu¨ª el ambiente de una apacible ciudad de provincias armenia. Aunque, como buena capital, tiene sus edificios gubernamentales concentrados en torno a la plaza principal, la Shahumian Hraparak: el Palacio de la Presidencia, el Parlamento con su extra?a c¨²pula que parece un andamiaje, el Ministerio de Asuntos Exteriores... Unos edificios algo pomposos, como reci¨¦n acabados, que, mezclados con otros de car¨¢cter casi colonial, dan al centro de Stepanakert un aspecto a medio camino entre Disneylandia y una ciudad termal.
El resto de esta ciudad de 50.000 habitantes parece una reminiscencia gris¨¢cea de la otrora URSS, con sus avenidas rectas y demasiado anchas para un tr¨¢fico escaso, y sus inscripciones biling¨¹es en armenio y ruso. Y es que los habitantes de Stepanakert son muy rus¨®filos (los pocos bares y restaurantes difunden invariablemente insufribles videoclips de los canales de televisi¨®n rusos): ven a Mosc¨² como el mejor baluarte frente a este peligro isl¨¢mico que encarna para ellos Azerbaiy¨¢n. Una amenaza b¨¦lica muy presente en las mentes si uno se fija en la oferta cultural de la ciudad, en la que predominan el Museo de los Soldados Desaparecidos y el de los Soldados Ca¨ªdos.
Abandonemos estos recuerdos castrenses para adentrarnos en el interior en busca del monumento m¨¢s venerado del territorio: el monasterio de Gandzasar. Cuando est¨¢ envuelto en la nieve y la niebla (algo m¨¢s que frecuente) tiene un aspecto fantasmag¨®rico, al descubrirlo por fin tras recorrer los 40 kil¨®metros de camino de monta?a empinado y zigzagueante que lo separan de Stepanakert. El viajero suele tener la suerte de visitarlo en solitario: un silencio sepulcral reina entonces dentro de sus dos enormes salas con sus muros de piedra, totalmente desnudos, fuera de unas inscripciones en armenio antiguo. Construido en el siglo XIII, es un sitio clave para la Iglesia apost¨®lica armenia, y se dice -pero prosiguen las disputas teol¨®gicas al respecto- que all¨ª acabaron unas reliquias de san Juan Bautista y su padre, san Zacar¨ªas.
De la espiritualidad se pasa al surrealismo al bajar del cerro de Gandzasar hacia el vecino pueblito de Vank: a pesar de no tener m¨¢s de 1.500 habitantes, se enorgullece de poseer dos hoteles de casi lujo totalmente ins¨®litos por estos lares (uno construido ?en forma de barco!), con columnas de estilo griego en sus restaurantes. La explicaci¨®n tiene nombre propio: el de Levon Hairapetian, un antiguo paisano del lugar que hizo fortuna en Mosc¨². El hombre tambi¨¦n asfalt¨® la carretera que lleva a Vank, construy¨® una escuela y una guarder¨ªa, y prometi¨® regalar 500 d¨®lares a cualquier mujer del pueblo que diera a luz.
Para completar el periplo pondremos rumbo al noreste, hacia la l¨ªnea de alto el fuego de 1994: se atraviesa una zona que fue epicentro de combates cruentos, como lo atestiguan las ruinas abandonadas de varios pueblos. Se llega as¨ª a Mayraberd, que tambi¨¦n presume de huellas castrenses, pero en este caso mucho m¨¢s antiguas: una muralla de estilo medieval de nueve metros de alto en la ladera de un cerro, construida durante la dominaci¨®n persa, sube al asalto de una vieja fortaleza algo estragada. Mejor conservado parece otro castillo cercano, el de Tigranakert. Demasiado bien conservado, incluso, ya que no tiene nada de antiguo: fue construido por una rica familia azer¨ª en la ¨¦poca de la URSS. El guardi¨¢n est¨¢ encantado de recibir a los contados visitantes. Y es en su cocina, dentro del recinto, donde uno acaba brindando por la amistad entre los pueblos con uno de sus amigos, oficial del Ej¨¦rcito del Aire del NK por a?adidura. ?Una culminaci¨®n sin duda ins¨®lita para un viaje que lo es de cabo a rabo!
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Aunque solo reconocido por Armenia, el Nagorno Karabaj funciona, en materia de visitas, como un Estado independiente. Exige un visado que se puede recoger (el mismo d¨ªa en que se pide) en su representaci¨®n en la capital de Armenia, Eriv¨¢n (Nairi Zarian Street, 17?; tel¨¦fono 374 10 24 99 28; e-mail: ankr@arminco.com).
? Se puede ir a Stepanakert desde Eriv¨¢n en transporte p¨²blico (con un marshrutka, una especie de taxi colectivo) o con una agencia: Hyur Service (www.hyurservice.com), lo cual es recomendable.
? El hotel Armenia (www.armeniahotel.am) es el mejor y m¨¢s c¨¦ntrico de Stepanakert. La habitaci¨®n doble, desde 50 euros.
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