La rancia sombra de la comida franquista
Lo bueno de hacer memoria es que se te bajan los humos r¨¢pidamente. Si has llegado a algo en la vida, no hay nada como que te recuerden de d¨®nde saliste o la pinta que ten¨ªas hace 20 a?os para que el glamour se te disuelva como la espuma de berberechos de un restaurante cursi.
Esta es la funci¨®n social que con los famosos cumplen medios como Cuore, y que libros como Comer en Espa?a, de la subsistencia a la vanguardia, deber¨ªan ejercer en el mundo de la cocina. Viendo c¨®mo se comportan y lo que dicen algunos de nuestros prohombres del ramo, cualquiera dir¨ªa que este pa¨ªs cuenta con una larga tradici¨®n exquisita. Pero no. El retrato que hace la periodista In¨¦s Butr¨®n del pasado gastron¨®mico espa?ol desde la Guerra Civil nos pone en nuestro sitio como los nuevos ricos que en realidad somos.
El dictador impuso en el pardo una cocina "frugal, sosa y cuartelera"
Hace apenas unas d¨¦cadas and¨¢bamos muertos de hambre, salvo algunos escasos privilegiados que, tras atiborrarse a garbanzos y cochinillo, terminaban los banquetes con bicarbonato. Y despu¨¦s, con el desarrollo, nos convertimos en unos horteras, capaces de olvidar lo mejor de la tradici¨®n para inventar engendros como el "men¨² tur¨ªstico" y sus abominables paellas y sangr¨ªas. Como cuenta el libro, llegamos a preferir el jam¨®n de York al curado y el Tulip¨¢n a la mantequilla, imag¨ªnense el desastre evolutivo.
El mejor s¨ªmbolo de toda esta caspa nos lo ofrece nuestro anterior jefe de Estado, Francisco Franco. El dictador, ahora reinventado como un inocente abuelito por su prole y la TDT Party, impuso en su residencia de El Pardo una cocina "frugal, sosa y cuartelera", seg¨²n Butr¨®n. El ¨²nico plato con el que Franco se empalmaba era con el lac¨®n con grelos que le hac¨ªa su hermana. El resto de lo que circulaba por su residencia eran "guisos anodinos condimentados sin gracia por alg¨²n guardia civil y acompa?ados de agua templada".
Sin duda hemos cambiado desde los d¨ªas grises del franquismo, y la cocina espa?ola es hoy, con justicia, l¨ªder mundial. M¨¢s gente come mejor, o al menos sabe m¨¢s de comida. Pero algo de aquella ranciedad subyace, y se deja ver en cuantiosas muestras de incultura gastron¨®mica. Piensen en el espantoso pan que toleramos, en nuestra reposter¨ªa rebosante de grasa hidrogenada, en la panga que les echamos a los ni?os o en las miles de bandejas de langostinos acartonados que se consumir¨¢n esta misma noche, y entender¨¢n de qu¨¦ les hablo.
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