Amaral, candidatos de consenso
El pop espa?ol tambi¨¦n tiene alcaldesa. Se llama Eva Amaral y anoche bast¨® que a las 23.08 plantase su figura desafiante (pantalones de cuero, mirada de maquillaje furibundo) en el centro del Palacio de los Deportes para que el pueblo se inclinara a sus pies y 7.000 manos extendidas le jurasen fidelidad para unas cuantas legislaturas. Sin oposici¨®n que valga.
No ser¨¢ f¨¢cil argumentar una moci¨®n de censura contra esta dama arrolladora y Juan Aguirre, su discreto aliado de gobierno. La coalici¨®n abri¨® con En solo un segundo, tema oscuro, noct¨¢mbulo y espectral, pero ese apabullante torbellino de voz estremec¨ªa hasta los muros de hormig¨®n armado. Y ya con Hacia lo salvaje, t¨ªtulo de su nuevo disco (que presentaron en su totalidad, sin concesiones), qued¨® claro que el nuevo repertorio hipnotiza m¨¢s que enloquece.
El d¨²o fue una clausura ¨®ptima para este festival voluntarioso
El sexto trabajo de Amaral es m¨¢s afilado, guitarrero, enfurru?ado y, no por ello, mejor ni m¨¢s aut¨¦ntico que los anteriores. Es m¨¢s, algunos temas (Si las calles pudieran hablar, Como un martillo en la pared) son aut¨¦nticas median¨ªas. En cualquier caso, ante la versi¨®n m¨¢s melodram¨¢tica (a¨²n) de Sin ti no soy nada, solo cabe admitir lo evidente: Eva es la mejor candidata de consenso que podemos colocar sobre un escenario.
Amaral fue una clausura ¨®ptima para la primera edici¨®n de este festival voluntarioso, en el que solo no se entend¨ªa por qu¨¦ siempre programaban los mismos v¨ªdeos musicales entre las actuaciones. La tarde hab¨ªa comenzado algo desabrida, con las dos formaciones menos conocidas (Second, The Noises) y el consabido quiero-y-no-puedo de Christina Rosenvinge. El suyo no es un problema de frialdad n¨®rdica, sino de empat¨ªa. Ni a Christina la esperaba la grada ni ella se tom¨® la molestia de seducir a nadie, o intentarlo. Prefiri¨® desgranar (desganar) su reciente La joven Dolores y reivindicar esa mezcolanza de letras en teor¨ªa punzantes (pu?ales, alfileres, novios que matan por ella) con pomposos estribillos de parroquia. ?O no encajar¨ªa bien la melod¨ªa de Anoche en un episodio de Benny Hill?
Tampoco lo ten¨ªa sencillo Iv¨¢n Ferreiro, pero el vigu¨¦s le ech¨® lo que se le supone a un artista en estas circunstancias: arrestos. Solo su p¨²blico m¨¢s pertinaz ha logrado memorizar esas letras intrincadas y tortuosas, extensas y descarnadas, carentes de cualquier cosa parecida a un estribillo. Anoche solo se alcanz¨® el momento karaoke con los dos cl¨¢sicos por antonomasia de Piratas, Promesas que no valen nada y A?os 80. Pero Ferreiro se retrat¨® con toda su intensidad en momentos como Mi munchausen: tensi¨®n creciente, textos obtusos, teatralidad convulsa, esa voz como de Thom Yorke con cierta ronquera. Y la escolta de dos de nuestros m¨¢s inteligentes guitarristas, su hermano Amaro y Emilio Saiz.
Santi Balmes se hab¨ªa asomado para interpretar con Iv¨¢n El equilibrio es imposible, pero como apenas se le oy¨® hubo que esperar a reencontr¨¢rnoslo ya al frente de sus Love of Lesbian. El sonido era embarullado, triste como una casete vieja, pero a Balmes le dio lo mismo: orden¨® abrir con la artiller¨ªa pesada (John Boy) y a las segundas de cambio, en la cuasi discotequera Algunas plantas, ya jugueteaba entre el p¨²blico mientras berreaba ese delirante "chunda, chunda".
Alg¨²n antrop¨®logo, soci¨®logo o sabio multidisciplinar descubrir¨¢ un d¨ªa por qu¨¦ ha triunfado de tal manera ese ¨²ltimo disco de los catalanes, 1999, que anoche capitalizaba su decimoquinto concierto madrile?o en dos a?os. A falta de mejor explicaci¨®n, diremos que el muy ac¨²stico cierre con Donde sol¨ªamos gritar tuvo mucho encanto. Aunque sigamos sin tener claro en qu¨¦ ciudad escocesa escribi¨® Balmes aquello de "tejido con las faldas de un chaval".
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