El valor de la distribuci¨®n
Cada vez con mayor frecuencia, los grandes (y los peque?os) museos del mundo cambian una y otra vez la disposici¨®n de sus colecciones.
Son las mismas piezas las que cuelgan de sus muros pero al hacerlas desfilar de otra manera, acerc¨¢ndolas o separ¨¢ndolas del modelo anterior y creando otros nuevos, forman una cosmolog¨ªa distinta y, en el extremo, una concepci¨®n inaugural.
No puede decirse que la visita se haya alterado de modo radical (o s¨ª), pero de todos modos la carga de su nueva distribuci¨®n es tan importante como para calificar el talante del director y la clase de disfrute que -como los diferentes directores de la misma orquesta- se ofrece al conocimiento.
La idea de que el museo fuera un mausoleo se deshizo pronto con el ir y venir de sus estampas, tanto m¨¢s actuales cuanto m¨¢s m¨®viles y tanto m¨¢s vivas cuanto m¨¢s se las propone libres para formar otras parejas o nuevas familias enteras.
Estar en la onda, en el estilo del tiempo, es haber asumido la clave de los tiempos
La distribuci¨®n es capital en casi todos los ¨®rdenes de la vida. Es capital en la equitativa distribuci¨®n de los ingresos para una econom¨ªa m¨¢s feliz y lo es en la repartici¨®n del espacio, tal como hizo Dios separando los cielos de la tierra y los cocodrilos de las moscas.
En el quehacer individual del artista, un cuadro logra un importante grado de su car¨¢cter final cuando el pintor ha decidido ya la distribuci¨®n de sus espacios. No es una tarea sencilla (aunque pueda ser inmediata), puesto que lo m¨¢s significativo de una obra, cualquiera que sea (desde un perfume a un c¨®ctel), es la arquitectura de sus tonos.
De hecho, desde una pel¨ªcula a un libro, desde un telefilme a un concierto, la distribuci¨®n de sus emociones ofrece de hecho tantas opciones que el buen tino ser¨¢ siempre dependiente de una ins¨®lita gota de genio.
Varios directores de museos han ensombrecido su patrimonio con un recorrido tedioso, pero tambi¨¦n al rev¨¦s. El cuadro no es hermoso porque adolezca de falta de calidad, sino porque esa calidad se empa?a con el error (o el terror) de su orden.
La distribuci¨®n, tan importante en la producci¨®n actual de las grandes empresas triunfadoras, desde Inditex a Imaginarium, desde Coca-Cola a Apple, ser¨ªa mucho menos sin haber puesto enorme atenci¨®n en la log¨ªstica. Log¨ªstica de guerra y de paz en grandes dep¨®sitos estrat¨¦gicos para la conquista.
?Y qu¨¦ decir de los deportes? La distribuci¨®n de vanos e intrigas en la narraci¨®n, la distribuci¨®n de pesos y colores en el lienzo se corresponde con la distribuci¨®n peculiar de unos mismos jugadores en el campo de f¨²tbol.
Como es de raz¨®n, la cultura no impregna esto o aquello con diferentes colores de rouge, sino que si se lleva el violeta o el marr¨®n sobre los labios es signo de que una determinada velocidad de onda se halla er¨®ticamente presente.
Esa velocidad constituye, adem¨¢s, el estilo. Y estar en la onda, en el estilo del tiempo, se trate de dise?adores o urbanistas, de arquitectos o entrenadores, es haber asumido la clave de los tiempos.
Las casas por ejemplo. Un edificio de viviendas puede parecer incuestionablemente hermoso desde su exterior, pero al cabo el edificio cumple o no su labor gracias a una buena distribuci¨®n de la planta.
No siempre esa distribuci¨®n ser¨¢ la misma, puesto que los tiempos y los deseos cambian, pero ajustada esa distribuci¨®n al Gran Distribuidor se coopera al orden innovador del mundo.
Comisarios, directores de museos, galeristas, realizadores de cine o videojuegos, escritores de libros, realizan su obra paso a paso pero para que se comporte como una centella de progreso.
Un decorado, en fin, del nuevo mundo, desplegado en la gesti¨®n pol¨ªtica distribuida de modo que llegar¨¢ a asumirse mejor o peor, con respeto o a chirigota si falta la oportunidad y el genio de la distribuci¨®n.
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