El malestado
Estamos en mal estado; y como ven¨ªamos del Estado de bienestar, estamos en el malestado de bienestar, o, directamente, en el Estado de malestar. A este pa¨ªs le pas¨® (hace rato) lo mismo que a las pel¨ªculas cuando las paran: de pronto parece que no sucede nada, que se paraliza la m¨¢quina de pensar, y por tanto, la de sufrir. Y luego arranca otra vez la m¨¢quina que desprende belleza u horror, ¨¢nimo o psicosis. Estamos en la fase de arranque, y esta es quiz¨¢ la que m¨¢s chirr¨ªa. Y la m¨¢quina no desprende belleza, sino horror. Qu¨¦ horror. Qu¨¦ psicosis.
Entre todo lo que ha chirriado estos d¨ªas ensombrecidos me pareci¨® particularmente horr¨ªsono el sentido de las palabras de la ministra F¨¢tima B¨¢?ez, de Empleo, cuando dijo ante sus fieles en Huelva que nos hab¨ªan dejado el pa¨ªs hecho una ruina. "Una ruina pol¨ªtica y social". Hombre, pues eso lo hemos hecho entre todos, y ahora, como bien dijo el nuevo presidente, Mariano Rajoy, habr¨¢ que remar juntos. Remar para que reme Valencia, para que reme Madrid, para que reme Guadalajara y para que reme Telde, por ejemplo.
En esa misma l¨ªnea de pensamiento se produjo, poco despu¨¦s, el ministro de Agricultura, para quien la ruina le parec¨ªa evidente y culposa. Y cuando aqu¨ª se dice culpa ya se sabe por d¨®nde viene Sigmund Freud aplicando las recetas. Despu¨¦s de apelar a la ruina, la ministra B¨¢?ez aclar¨® que inici¨¢bamos una ¨¦poca de optimismo, pero el ministro Miguel Arias Ca?ete todav¨ªa no nos ha instalado en esa nube.
En alg¨²n momento, entre tantas invocaciones a la ruina, me acord¨¦ del famoso chascarrillo sobre el tipo que quiere vender un caballo que a su vez le hab¨ªa sido vendido como el caballo m¨¢s listo del mundo. ?Listo, si no sabe hacer nada? "Pues sigue hablando as¨ª del caballo y ya ver¨¢s c¨®mo lo vendes".
A este pa¨ªs le hace falta ahora una dosis de autoestima, alguna palabra que lo saque del bloqueo mental en el que estamos. Algunos invocan a Roosevelt o a Keynes, que hicieron o dijeron lo contrario de lo que aqu¨ª hacemos los europeos ce?udos. Pero, aparte de econom¨ªas y otros aprendizajes, lo interesante ser¨ªa que ahora los pol¨ªticos (unos y otros) empezaran a estudiar c¨®mo decir lo que pasa sin que pareciera, todo el rato, que estamos bajo un chaparr¨®n de fuego, que lleg¨® el fin del mundo y que cada uno tiene que pagar lo que ha malgastado. ?Estamos mal? Claro que estamos mal, si ya eso parece que forma parte del escudo. ?Es preciso que nos lo digan como nos dicen el tiempo meteorol¨®gico? A las coletillas de la radio (una hora menos en Canarias, nieve en los Pirineos) se ha sumado desde hace tiempo el ¨ªndice, habitual, horario, de la Bolsa; y a la Bolsa le han sumado (m¨¢s en la ¨¦poca de Zapatero, es cierto, que ahora) el estado de zozobra de la prima de riesgo. Y la poblaci¨®n vive en un inmenso sobresalto. ?Qu¨¦ dir¨¢n luego? ?Qu¨¦ herida he producido, de qu¨¦ tengo la culpa?
Este sobresalto necesita una cura. Al malestar se le ha sumado el malestado, el malencaramiento. La apelaci¨®n al sacrificio, que ahora es como es el recuerdo de que en Canarias es una hora menos, es un atosigante latiguillo, una horca. La resaca es dura. Y la medicina es amarga como los altramuces. -
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