Fuimos testigos
Como la memoria es d¨¦bil podemos caer en el error de que todo ocurri¨® a nuestras espaldas. El enriquecimiento de Matas, los trajes de Camps, G¨¹rtel, el proyecto Palma-Arena, los negocietes gaseosos del yerno, los aeropuertos fantasma, las ciudades dise?adas por un mismo arquitecto, las televisiones auton¨®micas deficitarias e hinchadas de plantilla, los ERE falseados, los periodistas al dictado de las autoridades, los viajes de pol¨ªticos auton¨®micos al extranjero con un s¨¦quito en el que iban incluidos periodistas destinados a hablar del impacto de la visita de su presidente, el alquiler de uno de los salones del Waldorf Astoria (por ejemplo) para presentar un premio de poes¨ªa granadino, el incomprensible cambio de los viejos adoquines de ciudades y pueblos por suelos hormigonescos, los sue?os de El Pocero en Sese?a, los museos que fueron construidos aunque no hubiera obra con los que llenarlos, las universidades que fueron construidas aunque no hubiera estudiantes con que llenarlas, el chollo en que se convirti¨® Espa?a para los arquitectos estrella, la insostenibilidad de muchas de esas construcciones mostrencas, la destrucci¨®n sistem¨¢tica de las costas espa?olas, la manera en que se acept¨® que la cultura ten¨ªa que cambiar de signo seg¨²n quien gobernara, la resignaci¨®n con que se acept¨® que las televisiones auton¨®micas cambiaran de sesgo editorial seg¨²n quien hubiera ganado las elecciones, la impotencia con que se asumi¨® que cada partido pod¨ªa cambiar todos los cargos culturales cuando llegara al poder, las urbanizaciones hoy convertidas en poblados fantasma que destrozaron parajes naturales...
Abrimos hoy el peri¨®dico y viendo entrar en los juzgados a alguno de los personajes que protagonizaron tal desvar¨ªo nos echamos las manos a la cabeza. Pero ?no ocurri¨® todo eso delante de nuestros ojos?
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