El Mediterr¨¢neo, un mar olvidado
Hace 12 a?os publiqu¨¦ un art¨ªculo con el mismo t¨ªtulo en las p¨¢ginas de este peri¨®dico. En aquel entonces, trat¨¦ de llamar la atenci¨®n sobre el olvido de los problemas mediterr¨¢neos que fueron relegados por la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, as¨ª como por la paradoja que supuso la cumbre sovi¨¦tico-norteamericana de 1989, celebrada en aguas mediterr¨¢neas, en Malta, que centr¨® su atenci¨®n en el futuro de las rep¨²blicas de Europa central y oriental, as¨ª como en el final del sistema comunista, mientras que no plante¨® ni una mera alusi¨®n o reflexi¨®n sobre la situaci¨®n de los pa¨ªses del sur del Mediterr¨¢neo y la inestabilidad de toda la zona.
En ese momento parec¨ªa l¨®gico que la atenci¨®n recayera en el escenario de la Mitteleuropa y que el alegato que intent¨¦ hacer en favor de una nueva mirada hacia el sur reflejase solo el inter¨¦s de un pa¨ªs y de una diplomacia que, como la espa?ola, desvel¨® entonces los enormes retos y desaf¨ªos que empezaban a vislumbrarse en los pa¨ªses del norte de ?frica. Esa llamada de atenci¨®n contribuy¨® a crear la nueva pol¨ªtica mediterr¨¢nea de nuestro pa¨ªs y de la Uni¨®n Europea, que culminaron en la Conferencia de Barcelona, en su declaraci¨®n pol¨ªtica y en el proceso que llev¨® el nombre de la capital catalana.
Tras casi un a?o perdido, los europeos debemos interesarnos por nuestra antigua vecindad
Cu¨¢ntas veces hemos escuchado que los musulmanes no casaban con la democracia
Frente al cataclismo pol¨ªtico que supuso el derrumbe del modelo comunista, a trancas y barrancas se logr¨® equilibrar el inter¨¦s de los europeos en favor del escenario del sur y dise?ar esa anhelada pol¨ªtica mediterr¨¢nea. Con sus luces y sombras se desarroll¨® hasta el nacimiento, en julio de 2008, de la Uni¨®n por el Mediterr¨¢neo. Los problemas de Oriente Pr¨®ximo, el estancamiento del denominado proceso de paz y la falta de legitimidad pol¨ªtica de muchos de los reg¨ªmenes de los pa¨ªses ¨¢rabes no permitieron desarrollar adecuadamente las distintas arquitecturas institucionales de la regi¨®n euromediterr¨¢nea.
En esta situaci¨®n de impasse se produjo el tsunami revolucionario en el que est¨¢ inmerso el mundo ¨¢rabe y que comenz¨® con la inmolaci¨®n del ciudadano tunecino Mohamed Bouazizi, hace ahora un a?o. Su muerte y la revuelta tunecina deber¨ªan haber sacado del sopor a la clase pol¨ªtica europea y, al menos, haber reaccionado con la misma energ¨ªa y visi¨®n que Gonz¨¢lez, Kohl y Mitterrand manifestaron hacia la ampliaci¨®n al Este en la declaraci¨®n sobre la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn a finales de 1989 y comienzos de 1990. En 2012 no hay otra regi¨®n o zona que compita pol¨ªticamente con ese sur, en cuanto a b¨²squeda de dignidad, libertad y democracia. El norte de ?frica y el mundo musulm¨¢n viven el momento estelar de su historia. Sin embargo, la respuesta europea, en mi opini¨®n, ha sido tard¨ªa, silenciosa y sin el suficiente compromiso pol¨ªtico, econ¨®mico y financiero.
No se puede justificar esa actitud por la crisis internacional y end¨®gena que est¨¢n viviendo los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. Se me dir¨¢ que gracias a varios Estados europeos se evit¨® una nueva barbarie contra los ciudadanos de Bengasi y que la responsabilidad de proteger se puso en marcha por primera vez para detener la locura sangrienta del l¨ªder libio. Todo ello es cierto y seguroque podemos encontrar otras muchas razones para justificar la reacci¨®n europea, pero ser¨¢ dif¨ªcil explicarla a los ciudadanos ¨¢rabes que salieron a las calles de T¨²nez, El Cairo y Bengasi proclamando principios y valores que muchos europeos consideraban antit¨¦ticos con la cultura e idiosincrasia ¨¢rabe-musulmana. Cu¨¢ntas veces hemos escuchado en cen¨¢culos y c¨ªrculos pol¨ªticos que ¨¢rabes o musulmanes no casaban con la democracia y la libertad, que la umma no permitir¨ªa a los ciudadanos e individuos defender sus derechos y libertades. Pues bien, la nueva independencia ¨¢rabe nos ha dado una lecci¨®n de modernidad (redes sociales, Twitter, Facebook...), de participaci¨®n y de civismo en sus primeras actuaciones. Todo ello necesitaba una respuesta m¨¢s positiva y comprometida de sus vecinos m¨¢s inmediatos: los europeos. La respuesta lleg¨® tarde. Dos meses tard¨® el Consejo Europeo en pronunciarse sobre la primavera ¨¢rabe; dos meses despu¨¦s de la ca¨ªda de Ben Ali y por la intervenci¨®n militar en Libia. Fue una respuesta ambigua sin propuestas pol¨ªticas, econ¨®micas y financieras de envergadura.
La primera reacci¨®n podr¨ªamos haberla entendido y valorado positivamente, pues era el comienzo del proceso, aunque este tom¨® un ritmo y una intensidad cada vez mayores, tanto geogr¨¢fica como estrat¨¦gicamente. La Uni¨®n Europea tuvo el acierto de nombrar a un representante para la primavera ¨¢rabe, y se design¨® para el puesto a una persona preparada y relevante como Bernardino Le¨®n, pero su mandato es limitado y no se le han otorgado las capacidades necesarias para poder realizar su misi¨®n con mayores cotas de eficacia. Por lo tanto, la respuesta fue un tanto tard¨ªa e insuficiente.
Desde el Consejo Europeo de mayo de 2011 no ha habido una sola reuni¨®n que haya dedicado una l¨ªnea o comentario breve a lo que est¨¢ ocurriendo en toda la fachada sur del Mediterr¨¢neo. Ni tan siquiera en octubre, dos d¨ªas despu¨¦s de la primeras elecciones democr¨¢ticas de T¨²nez y tras cuatro d¨ªas del final de la guerra de Libia. Los jefes de Estado y de Gobierno no saludaron y apoyaron estos procesos. El silencio fue tambi¨¦n la t¨®nica del ¨²ltimo Consejo Europeo del pasado mes de diciembre, cuando se abordaron cuestiones como la ampliaci¨®n y los problemas de los Balcanes. Pero del Mediterr¨¢neo nada; no se dijo nada. Sin embargo, ese mar olvidado sigue estando ah¨ª y nos interpela cada d¨ªa con mayor firmeza y decisi¨®n.
Hace 12 a?os dec¨ªa en mi art¨ªculo que "lo que est¨¢ viviendo la Europa del Este es sin duda el acontecimiento m¨¢s relevante que el mundo europeo tiene planteado desde Yalta. Es por ello l¨®gico que el monotema pol¨ªtico de nuestros dirigentes, diplom¨¢ticos y analistas se dirija al teatro centroeuropeo. La seguridad de Europa, el futuro de nuestro continente y el nuevo orden pol¨ªtico-econ¨®mico est¨¢n en juego". Los acontecimientos que est¨¢ viviendo hoy el mundo ¨¢rabe son, a mi entender, de la trascendencia de Yalta o la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn... Espero que este llamamiento no llegue tarde y que, tras este a?o casi perdido, los europeos sepamos revaluar nuestra estrategia e interesarnos sinceramente por nuestra ineludible y antigua vecindad: el Mediterr¨¢neo.
Miguel ?ngel Moratinos es exministro de Asuntos Exteriores y de Cooperaci¨®n.
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