Menard inventa a Borges
En una de las muchas brillantes observaciones del imprescindible Una vida de Pierre Menard, su autor, Michel Lafon, se?ala que, desde siempre, los lectores han inventado, para justificar una fragmentada y colectiva obra maestra, un m¨ªtico autor, genial y remoto, que brinde a esa obra coherencia y prestigio. Nacen as¨ª, largo tiempo despu¨¦s de los libros que se les atribuyen, Homero y el autor de Las mil y una noches, y por qu¨¦ no, el sagaz Esp¨ªritu Santo. A estos autores imaginarios, Michel Lafon agrega ahora nuestro Jorge Luis Borges. Borges, es bien sabido, publica en 1939, en la revista Sur de Buenos Aires, un texto fundamental para la literatura, Pierre Menard, autor del Quijote. En ¨¦l, bajo el aspecto de una nota necrol¨®gica, Borges lamenta la desaparici¨®n del autor franc¨¦s Pierre Menard, cuya escueta obra incluye, palabra por palabra, la composici¨®n de varios cap¨ªtulos del Quijote de Miguel de Cervantes. Las p¨¢ginas de Menard, sin embargo, como Borges comprueba, a pesar de coincidir exactamente con las de Cervantes, son absolutamente distintas del original. La diferencia est¨¢ en nuestra lectura: las mismas frases, compuestas por un lego culto del siglo diecisiete y por un melanc¨®lico contempor¨¢neo de Bertrand Russell, no dicen lo mismo ni tienen igual significado. El texto de Borges concluye: "Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una t¨¦cnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la t¨¦cnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones err¨®neas. Esa t¨¦cnica de aplicaci¨®n infinita nos insta a recorrer la Odisea como si fuera posterior a la Eneida y el libro Le jardin du Centaure de madame Henri Bachelier como si fuera de madame Henri Bachelier. Esa t¨¦cnica puebla de aventura los libros m¨¢s calmosos. Atribuir a Louis Ferdinand C¨¦line o a James Joyce la Imitaci¨®n de Cristo, ?no es una suficiente renovaci¨®n de esos tenues avisos espirituales?". Pienso que Borges no supuso que caer¨ªa v¨ªctima de su propio juego. Si es el lector quien debe juzgar, no ya el valor de una obra sino su naturaleza y significado, entonces todo texto depende no ya de su invenci¨®n y factura, sino de su identidad en la mirada de su lector. Lo que Borges propone (lo que Menard propone y Michel Lafon ensaya) es nada m¨¢s ni menos que la aniquilaci¨®n de la literatura. Naturalmente, una obra de tal poder requiere m¨¢s que el aut¨®grafo que Borges le atribuye: Pierre Menard (como Homero) exige una biograf¨ªa. Y ahora, gracias a Michel Lafon, la tiene. La traducci¨®n de C¨¦sar Aira es brillante, justa, l¨ªmpida. A partir de unas pocas claves en el texto de Borges, Lafon (erudito conocedor de la literatura francesa y argentina) construye un Menard preciso, comprensible, inteligente. El modesto bi¨®grafo resulta ser un tal Maurice Legrand, amigo de Menard y de otros escritores de principios del siglo veinte, cuyos papeles son descubiertos por un editor an¨®nimo a finales de 2010. En ellos, Legrand revela casi todo lo que puede saberse de Menard. Como en un brillante juego de espejos, Menard, oscuro nativo de Montpellier, devoto del misterioso Jard¨ªn Bot¨¢nico de la ciudad, pensador inagotable, resulta ser no uno sino muchos hombres: el t¨ªmido autor de obras inacabadas o nunca iniciadas; el confidente de Val¨¦ry, de Gide, de Unamuno; el corresponsal de Borges joven; el modelo del Monsieur Teste del propio Val¨¦ry ("la estupidez no es mi punto fuerte"), pero tambi¨¦n disc¨ªpulo de ese mismo Monsieur Teste; la fuente de buena parte de nuestra mejor literatura. Menard escribe unos pocos textos fragmentarios y pronuncia frases inspiradas que aparecer¨¢n luego en textos famosos de Borges, de Bioy, de Val¨¦ry. Y es Menard quien, invitado a participar en una suerte de misterioso congreso secreto de literatos en Montpellier, en los recodos del Jard¨ªn Bot¨¢nico, propone la invenci¨®n de un escritor de genio a quien se le atribuir¨¢n las obras maestras que el congreso ir¨¢ produciendo, para encarnar, de alguna manera, la literatura del porvenir. Por casualidad, en 1919, el joven Borges se encuentra en Montpellier con su familia; por casualidad, visita el Jard¨ªn Bot¨¢nico de senderos que se bifurcan; por casualidad se encuentra con Menard y Menard lo convierte en su elegido. Borges crey¨® haber inventado a Menard; es justicia po¨¦tica que ahora Menard haya inventado a Borges. Pero esto no es m¨¢s que un d¨¦bil resumen de un libro de una inteligencia y riqueza literaria deslumbrantes. Michel Lafon, alias Maurice Legrand, alias Menard, alias Val¨¦ry o Borges, ha reflexionado sobre la extra?a relaci¨®n entre lo imaginado y lo escrito, lo escrito y lo le¨ªdo, lo recordado, lo recreado y lo supuesto: es decir, entre el mundo y nuestra experiencia literaria del mundo. Proponerse ampliar, enriquecer o reconstruir una obra maestra parece tarea imposible, fruto de la presunci¨®n o la arrogancia; humildemente lograrlo (como lo logr¨® Menard con respecto a Cervantes, y ahora Michel Lafon con respecto a Borges) es milagroso. Pero, como dec¨ªa Chesterton, lo m¨¢s extraordinario de un milagro es que ocurre.
Una vida de Pierre Menard. Michel Lafon. Traducci¨®n de C¨¦sar Aira. Lumen. Barcelona, 2011. 184 p¨¢ginas. 59 euros. Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) ha publicado recientemente Conversaciones con un amigo (traducci¨®n de Pedro B. Rey. Introducci¨®n de Claude Rouquet. P¨¢ginas de Espuma, 2011. 256 p¨¢ginas. 14 euros) y Bibliotecas (Gobierno de Navarra, 2011. 96 p¨¢ginas. 8 euros). www.alberto.manguel.com.
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