La tristeza de los vampiros de clase media
Los vampiros, ya se sabe, est¨¢n de moda. Arrasan entre el p¨²blico adolescente. No he le¨ªdo los crep¨²sculos y dem¨¢s sagas protagonizadas por individuos sedientos de sangre, pero, por lo que me cuentan los que s¨ª las conocen, su atractivo se basa sobre todo en cultivar el calent¨®n: mucha tensi¨®n sexual y poca culminaci¨®n carnal. Un erotismo muy apropiado para la pubertad y que puede provocar en el lector una borrachera de feromonas.
Este uso del ingrediente sexual no es ajeno al mito, por supuesto. Dr¨¢cula siempre fue un emblema de la entrega total amorosa, de la comuni¨®n pasional. De un deseo de fundirte con el otro tan turbulento y oscuro que llegas hasta beber su sangre o hasta darle tu vida. Todo lo cual es un s¨ªmbolo perfecto de la enajenaci¨®n sentimental y del amor can¨ªbal. Las novelas de vampiros que me interesan son las que exploran esa estremecedora pulsi¨®n de absoluta sumisi¨®n ante el amado. La mezcla morbosa del da?o y el cari?o. Como todo monstruo verazmente dise?ado, ?el vampiro es tan humano! Acarrea sobre sus espaldas el peso abrumador de esa antigua tragedia que consiste en herir lo que amas. Claro que hay muchos modelos literarios que cuentan esto sin necesidad de ense?ar largos colmillos. Humbert Humbert, el pederasta corruptor de Lolita, tambi¨¦n ten¨ªa algo de vampiro, en el sentido de que destru¨ªa aquello que besaba. De una manera u otra, como mordedor o como mordido, creo que todos podemos reconocernos de alg¨²n modo en las historias de Dr¨¢cula.
De ah¨ª la inquietante autenticidad que exudan las novelas que m¨¢s me gustan de este g¨¦nero. Como, desde luego, ese cl¨¢sico que es Entrevista con el vampiro de Anne Rice. Luego Rice explotar¨ªa su ¨¦xito hasta la saciedad, empobreci¨¦ndolo irremisiblemente libro tras libro, pero esa primera novela es un hallazgo deslumbrante, una historia perversa y tenebrosa, desesperada y feroz. ?Lo m¨¢s espeluznante? Los juegos ped¨®filos y macabros con la ni?a vampira, y la aterradora locura de ese personaje secundario encarnado por una madre que, tras haber visto morir a su hija, est¨¢ dispuesta a convertirse en un monstruo con tal de poder tener una nueva criatura a la que cuidar. Y cuando sabemos que la propia Anne Rice perdi¨® una hija de cinco a?os de edad a causa de la leucemia, y que ese drama sucedi¨® poco antes de escribir este texto (la ni?a muri¨® en 1971 y Rice termin¨® la novela en 1973, aunque se public¨® en 1976), la afilada, demencial tragedia que palpita en las p¨¢ginas de Entrevista con el vampiro se comprende mucho mejor y resulta a¨²n m¨¢s desasosegante. Incluso el rasgo m¨¢s novedoso del libro, su ate¨ªsmo, su total ausencia de Dios, el vampiro como muestra no ya de la existencia del Demonio, sino de la ciega ferocidad y del mal sin sentido de la vida humana; este ingrediente deicida, digo, puede ser reconocible como el rabioso alarido de dolor de alguien que ha sufrido la mayor p¨¦rdida posible, la m¨¢s impensable e inasumible: la muerte de un hijo peque?o.
Pero hoy quiero hablar de otra novela maravillosa, de una nueva versi¨®n del mito vamp¨ªrico que se ha publicado hace unos cuantos meses en Espa?a: se titula Los Anticuarios y es del argentino Pablo de Santis. Se podr¨ªa decir que este libro es la ant¨ªtesis del de Anne Rice: mientras que la norteamericana a¨²lla con el furioso desconsuelo de un lobo solitario, De Santis susurra, produciendo un sonido semejante al roce del sudario de un fantasma al pasar como una brisa helada junto a nosotros. Los Anticuarios es una obra m¨¢s bien breve, delicada y de una melancol¨ªa lacerante. Tan triste, tan bella, tan conmovedora en su desesperado, imposible anhelo de la felicidad y del amor. Los vampiros de De Santis, anticuarios de profesi¨®n, son los monstruos m¨¢s sensatos, menos monstruosos y m¨¢s modestamente desgraciados que conozco. Si Anne Rice creaba un mundo de encajes, refinamiento barroco y grandes salones aristocr¨¢ticos, De Santis convierte todo ese esplendor neog¨®tico en el claroscuro de la vida cotidiana, en la menudencia menestral y en la vulgaridad que todos vivimos. Los vampiros de Pablo de Santis son monstruos de clase media, amables y t¨ªmidos, seres asustados y desamparados. Y esa menudencia es lo que les confiere su grandeza, porque representan a la perfecci¨®n la tragedia de la condici¨®n humana. La vida es as¨ª, polvo y p¨¦rdida, deseo y permanente frustraci¨®n. Y una soledad peque?a e inacabable.
Es imposible no identificarse inmediatamente con esos vampiros desdichados y comunes. Imposible no amarlos. Rodeados de objetos antiguos y polvorientos, m¨¢s vetustos que valiosos, los vampiros de esta novela est¨¢n fuera de su tiempo, de su sociedad, de su entorno, de su familia. Son seres marginales que dar¨ªan cualquier cosa por ser normales. Por llevar una vida modosa y aburrida. Por eso toman un bebedizo que les salva de su sed de sangre; y por eso se encargan ellos mismos de castigar a quienes se exceden. No son en absoluto transgresores: s¨®lo son individuos enfermos y condenados a no conocer el amor, ya que su cari?o resulta letal. Y son una peque?a y prudente comunidad escondida y perseguida por la intolerancia y la sa?a de los normales. Parecen tan reales, en fin, que al acabar el libro casi te descubres sospechando de tus vecinos. Porque esos pobres vampiros deben de existir en alguna parte.
Creo que he le¨ªdo toda la obra de Pablo de Santis, que siempre ha sido un autor original, notable y ameno. Pero quiz¨¢ un poco demasiado cerebral, demasiado fr¨ªo. Sus novelas son estructuras cuidadosamente hilvanadas, cuentos bab¨¦licos, cajas de sorpresas, pero en alguna ocasi¨®n me ha parecido que el artificio pesaba m¨¢s que el contenido, que le faltaba calor y coraz¨®n. En Los Anticuarios, en cambio, la emoci¨®n se remansa como en un peque?o lago de aguas quietas que desde la orilla parecen tranquilas, pero que luego son hondas y procelosas y est¨¢n habitadas por extra?os peces abisales. Y esa falta de melodramatismo, unida a la profundidad del sentimiento, producen un resultado formidable. Es un texto terso y limpio, maravillosamente escrito, que apuesta por la contenci¨®n. Para m¨ª, sin duda, la mejor novela de Pablo de Santis. Un grito sofocado e inolvidable.
Los Anticuarios, Pablo de Santis. Destino. Barcelona, 2011. 272 p¨¢ginas. 17,50 euros. Entrevista con el vampiro, Anne Rice. Traducci¨®n de Marcelo Covi¨¢n. Ediciones B. Barcelona, 2009. 384 p¨¢ginas. 19 euros.
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