Una carta de amor para Mariano Maresca
Este art¨ªculo es una carta de amor.
Porque escribir tambi¨¦n es conjurar a los demonios, obligar a las hadas madrinas a existir, corregir los desmanes de la realidad, imponerle nuestra voluntad para hacerla mejor, y m¨¢s justa.
Este art¨ªculo es una carta de amor para ti, Mariano Maresca, porque s¨®lo existe para que pronto, lo antes posible, t¨² puedas leerla.
Porque t¨², querido, aunque ahora no quieras saberlo, has le¨ªdo m¨¢s que cualquiera de nosotros, porque te lo has le¨ªdo todo, porque te lo sab¨ªas todo. Hasta que el 18 de noviembre de 2011, esa fecha maldita, ese mes con tantas erres que se atraviesan en tu lengua como las vallas de una carrera de obst¨¢culos, dejaste de saber lo que sab¨ªas. No recuerdo nada, me dices un mes y medio despu¨¦s, negando con la cabeza para subrayar tu estupor, tu incapacidad para recordar los primeros d¨ªas en el hospital, y mueves las manos en el aire para ahorrarte m¨¢s palabras. Y sin embargo, en tu cabeza estaban todas las palabras. Y en tu cabeza, estoy segura, tienen que seguir estando.
"No pod¨ªa aceptar que no pudieras hablar t¨², precisamente t¨², el amo de todas las palabras"
Un accidente vascular, un ictus, un derrame cerebral... El 18 de noviembre de 2011 nos llevamos un susto de muerte. El 18 de noviembre de 2011, los dem¨¢s pudimos expresarlo, cont¨¢rnoslo los unos a los otros, pero t¨² no pudiste decir nada, porque no pod¨ªas hablar. Abr¨ªas la boca, mirabas a tu interlocutor, mov¨ªas los labios, los cerrabas y se te ca¨ªan dos l¨¢grimas de los ojos, dos l¨¢grimas enormes y mudas, l¨¢grimas en lugar de sonidos. Cuando me enter¨¦, no pod¨ªa cre¨¦rmelo, no pod¨ªa aceptar que no pudieras hablar t¨², precisamente t¨², el amo de todas las palabras, pero tampoco me di por vencida. Volver¨¢ a hablar, dije entonces, estoy segura de que volver¨¢ a hablar, y no pod¨ªa estar segura de nada, qu¨¦ te apuestas a que vuelve a hablar... Y has vuelto a hablar, Mariano, ahora hablas como una cotorra, pero no siempre consigues transformar tu pensamiento en palabras, y a veces pronuncias sonidos ininteligibles, y otras veces, s¨ªlabas que tienen sentido pero no son las que t¨² necesitas, y de vez en cuando dices "c¨®digo", y nos miras para preguntarnos, para preguntarte a ti mismo, ?y por qu¨¦ digo ahora yo esto? Y lo dices porque eres profesor de Filosof¨ªa del Derecho, y lo sabes, y no lo sabes, pero lo ¨²nico que importa es que tienes que volver a saberlo.
Y no quieres leer. Cuando alguien a mi alrededor pronuncia la palabra "intelectual", veo tu cara, porque nadie se la merece m¨¢s que t¨², Mariano. Y no quieres leer. Era dif¨ªcil sorprenderte, ?sabes? Era dif¨ªcil haber le¨ªdo un libro, haber visto una pel¨ªcula, haber escuchado un disco, haberse emocionado en un lugar donde t¨² no te hubieras emocionado antes. Y no quieres leer. Mis novelas nunca han tenido un presentador mejor, porque al leerlas, entend¨ªas cosas que yo no hab¨ªa entendido al escribirlas aunque estaban ah¨ª, aunque las hab¨ªa escrito para que t¨² las leyeras, para que las entendieras por los dos. Y no quieres leer, no quieres escuchar m¨²sica -?no quieres escuchar m¨²sica!-, y eso no puede ser, eso es imposible, Mariano.
Yo s¨¦ que no habr¨ªa podido ocurrirte nada m¨¢s cruel, y te veo sufrir, desesperarte, y me desespero contigo. Entiendo tu cansancio, la tentaci¨®n de rendirte, de cerrar la boca y no volver a intentarlo, pero no te lo voy a consentir. Si t¨² no has hecho otra cosa en tu vida que conectar tus neuronas entre s¨ª, y pensar, y leer, y escribir, ?c¨®mo vas a abandonar, Mariano? Y, aunque no te lo creas, sigues siendo t¨². Eres t¨², el de antes, el de siempre, cuando me miras y dices, Francia, Espa?a, Francia, Espa?a, el largo, el largo..., para que yo entienda que est¨¢s hablando de Jorge Sempr¨²n, que me quieres decir que sabes que ha muerto hace poco. Y entonces te r¨ªes, y te pones contento, y yo me r¨ªo, y me alegro contigo, y esto es s¨®lo el principio, no puede ser m¨¢s que el principio, porque hace un mes no pod¨ªas hablar, y llorabas, y ahora hablas, y a veces sufres, pero a veces nos re¨ªmos.
No podr¨ªa haberte ocurrido nada m¨¢s cruel, pero esa crueldad tampoco podr¨ªa haber hallado un obst¨¢culo m¨¢s resistente que t¨², el pedazo de cerebro que has tenido siempre, Mariano. Y no quieres leer, pero has vuelto a escribir, y escribes con tu letra de siempre, haces listas de cosas, y nos las regalas. A m¨ª me han tocado los meses del a?o, y los he guardado en un cuaderno Moleskine del 2012, que me regalaste una semana antes del 18 de noviembre, porque a los dos nos gustan mucho los cuadernos. All¨ª va a estar hasta que la rompamos, porque alg¨²n d¨ªa la vamos a romper.
Pero para que lleguemos a ese d¨ªa, tienes que volver a leer. Lo ha dicho el neur¨®logo, lo ha dicho la logopeda, y te lo digo yo, que por eso he escrito este art¨ªculo, quiz¨¢s el m¨¢s importante de mi vida.
Porque escribir tambi¨¦n es conjurar a los demonios, obligar a las hadas madrinas a existir.
Y hoy escribo s¨®lo para que t¨² me leas, para que leas que te quiero, que te necesito, Mariano Maresca.
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