Entregado a su deber
Era tan fuerte y rica su personalidad que sintetizarla resulta imposible. Pero debo intentarlo, por nuestro estrecho parentesco y por los muchos a?os en que trabaj¨¦ a sus ¨®rdenes, en el Ministerio de Informaci¨®n y Turismo, en Alianza Popular y en el Parlamento Europeo. Si una sola palabra debiera definirle, yo elegir¨ªa ¨¦sta: entrega. Manuel Fraga Iribarne fue siempre un hombre absolutamente entregado a su deber, a su responsabilidad de cada momento.
Ocurri¨® as¨ª en las sucesivas y muy diversas etapas de su vida, que Dios -en el que profundamente cre¨ªa- ha querido cerrar cuando iba caminando hacia los noventa a?os. Estudi¨® a fondo el Bachillerato de su tiempo en el Instituto de Ense?anza Media de Lugo, donde llam¨® la atenci¨®n del profesorado durante los a?os, a veces inc¨®modos, de la II Rep¨²blica. Otro tanto ocurri¨® cuando curs¨® Derecho en la entonces Universidad Central y obtuvo las m¨¢ximas calificaciones en la Licenciatura y el Doctorado. Gan¨® enseguida la c¨¢tedra universitaria de Derecho Pol¨ªtico al mismo tiempo que su amigo Enrique Tierno; lo fueron siempre, pese a sus diferencias ideol¨®gicas.
Condujo a la democracia a la gran mayor¨ªa del franquismo
Con gran realismo, Fraga supo en todo momento que oponerse a Franco era tan peligroso como in¨²til. El caudillo de la guerra ten¨ªa detr¨¢s, en la paz, las Fuerzas Armadas; y un pueblo ah¨ªto de violencia y que empezaba a vivir mejor porque formaba la, antes, casi inexistente clase media, seg¨²n dijo Franco en su entrevista con el enviado de Nixon, Vernon Walters. Fraga colabor¨® lealmente con aquel sistema, siempre con la idea de mejorarlo y abrirlo desde dentro, sobre todo en los aspectos sociales que m¨¢s pudieran ayudar al espa?olito de a pie. No fue poco lo que logr¨® en esta direcci¨®n, en especial como ministro de Informaci¨®n y Turismo, tanto en las costumbres como en las ideas; hasta que los m¨¢s inmovilistas lograron que Franco le apartara del Gobierno. Pero, enseguida, aprendi¨® mucho como embajador en Londres desde donde, por cierto, ayud¨® no poco a que fuera autorizada, en el franquismo postrero, la salida del diario que me ha pedido este texto. Los amigos Herrera Esteban y Jim¨¦nez Qu¨ªlez dar¨ªan detalles, si a¨²n vivieran. Durante esos a?os y los posteriores, Fraga public¨® un centenar de libros, algunos en gallego cuando fue elegido y varias veces reelegido presidente de la Xunta por la gran mayor¨ªa de sus paisanos. Demostr¨® as¨ª lo que algunos ya sab¨ªamos y unos cuantos insensatos a¨²n niegan: que la Espa?a Auton¨®mica puede y debe convivir con la Espa?a Unida. Muchos de esos textos son parte de su doctrina liberal-conservadora, continuadora de la obra del gran C¨¢novas que ¨¦l conoci¨® muy a fondo.
Sigui¨® publicando (nos ha dejado un centenar de libros, algunos de gran valor doctrinal); y su obra pol¨ªtica posterior -siempre al servicio de la monarqu¨ªa democr¨¢tica- es m¨¢s conocida, aunque no siempre haya sido tan agradecida como hubiera sido justo: consisti¨® en la creaci¨®n -con buenos colaboradores- de la fuerza pol¨ªtica que luego gobern¨® Espa?a con Aznar y ahora lo hace con Rajoy. ?l no venci¨® a reyes moros pero prepar¨® a quien los venciese... Lo que fue Alianza Popular y hoy es el PP llevar¨¢ siempre la huella de sus creencias, su tes¨®n y su liderazgo, m¨¢s el entusiasmo de los millones de espa?oles de bien que le dieron confianza, lealtad y apoyo. Soy testigo de su emoci¨®n ante esta ¨²ltima victoria a la que, desde la silla de ruedas, quiso contribuir con su voto. Mucho le complaci¨® la visita que el presidente Rajoy quiso hacerle al d¨ªa siguiente de ganar las elecciones generales. Cre¨® esa fuerza pol¨ªtica paso a paso (m¨¢s bien, zancada a zancada...) sobre el mapa de Espa?a; y, con ella, Fraga ayud¨® no poco a que nuestra compleja y hermosa naci¨®n pasara suavemente desde la dictadura personal hasta la plenitud de un sistema de libertades de un modo que suele asombrar -con raz¨®n- a propios y extra?os. Es una etapa que no le debe poco, al conducir hacia la democracia a la gran mayor¨ªa del viejo y arraigado franquismo, menos residual de lo que parece.
Descanse en paz el gran don Manuel. Bien lo ha merecido en una vida que nunca conoci¨® la ociosidad. Seguro estoy de que Mar¨ªa del Carmen, su amada mujer, le ha recibido ya en un rinconcito del Cielo. No ser¨¢ mal sitio para ver, juntos, el desfile de la Eternidad.
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