Cat¨¢logo de la infamia
Como muchos textos gestados en la Rusia sovi¨¦tica, El libro negro arrastra tras de s¨ª una historia penosa y delirante. Destinado a recoger los atroces cr¨ªmenes en masa perpetrados por los fascistas alemanes contra los jud¨ªos, nunca ver¨ªa la luz en la Rusia de Stalin. De hecho, no lleg¨® ¨ªntegramente a las librer¨ªas rusas hasta 1993. La idea, acopiar material que brindase evidencias documentales de lo que m¨¢s tarde se llamar¨ªa el Holocausto, cont¨® al principio con el benepl¨¢cito de las autoridades sovi¨¦ticas. Una vez ganada la guerra, sin embargo, esa actitud cambi¨® de ra¨ªz: se borr¨® de un plumazo la solidaridad internacional para con los jud¨ªos y la histeria antisemita reapareci¨® en Rusia. Tampoco jug¨® a favor el incipiente clima de la guerra fr¨ªa.
El libro negro
Vasili Grossman e Ily¨¢ Ehrenburg
Introducciones de Irina Ehrenburg
e Ily¨¢ Altman. Traducci¨®n de Jorge Ferrer
Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores Barcelona, 2012. 1.226 p¨¢ginas. 35 euros
Grossman fue m¨¢s lejos que Solzhenitsin, al dejar al descubierto no s¨®lo la corrupci¨®n, sino tambi¨¦n el esp¨ªritu xen¨®fobo en Rusia
En Gentes, a?os, vida, las voluminosas memorias de Ily¨¢ Ehrenburg que se publicar¨¢n en la editorial Acantilado, el escritor dice: "A finales de 1943, junto con V. Grossman, empec¨¦ a trabajar en una compilaci¨®n de documentos... Decidimos reunir diarios, cartas personales, relatos de v¨ªctimas supervivientes o de testigos oculares de la aniquilaci¨®n de los jud¨ªos cometida por los nazis en los territorios ocupados". As¨ª es. Al frente de este ambicioso proyecto concebido por el f¨ªsico Albert Einstein, en el que colaboraron m¨¢s de cuarenta periodistas sobre todo entre 1944 y 1946, estuvieron dos personalidades tan contrapuestas como Ehrenburg y Grossman. Si bien pose¨ªan muchas cosas en com¨²n -ambos eran escritores sovi¨¦ticos de familias jud¨ªas que gozaban de gran prestigio y visibilidad por las cr¨®nicas de guerra que redactaban para el peri¨®dico militar Estrella Roja-, discreparon abiertamente tanto por su manera de ser como de entender la obra. Mientras que Ehrenburg era un pragm¨¢tico que proced¨ªa seg¨²n las exigencias del momento y se mov¨ªa como pez en el agua entre la nomenklatura, Grossman era un ep¨ªgono del humanismo ruso y europeo para quien la Soluci¨®n Final ten¨ªa una gran carga emotiva debido, sobre todo, al asesinato de su madre. As¨ª, Ehrenburg, m¨¢s sagaz pol¨ªticamente, entend¨ªa que para burlar la censura se deb¨ªan soslayar ciertos aspectos. Por ejemplo, la colaboraci¨®n de ciudadanos sovi¨¦ticos con los alemanes o el excesivo hincapi¨¦ en la condici¨®n jud¨ªa de las v¨ªctimas. No se equivocaba. La comisi¨®n encargada de revisar el material detect¨® un "grave error": "En los textos presentados se aprecian descripciones demasiado pormenorizadas de la abyecta actividad de los ucranianos, letones y representantes de otras nacionalidades que traicionaron a la patria. Con ello, se rebaja la acusaci¨®n principal y definitiva que presume al libro, a saber, la acusaci¨®n contra los alemanes". Y, no obstante, para extirpar al Untermensch (subhumano), las SS de Himmler tuvieron que servirse de todo tipo de ardides y de mucha planificaci¨®n. Sin la colaboraci¨®n local, dif¨ªcilmente se habr¨ªa ejecutado con tanta eficacia el genocidio. La l¨ªnea oficial de Stalin en el tratamiento del Holocausto fue "no divid¨¢is a los muertos", algo que Ehrenburg llev¨® a la pr¨¢ctica como marxista consagrado a la idea de la fraternidad universal.
El libro negro estuvo auspiciado por el Comit¨¦ Jud¨ªo Antifascista, creado tras la invasi¨®n de Rusia por los alemanes en 1941, cuando Stalin ansiaba ganarse el apoyo internacional jud¨ªo que hab¨ªa perdido con la invasi¨®n conjunta de Polonia por Alemania y la URSS, a ra¨ªz del Pacto Ribbentrop-M¨®lotov. La prohibici¨®n de que se publicara esta acta de la brutalidad no fue m¨¢s que el preludio a la ejecuci¨®n de varios miembros del comit¨¦. La ola de antisemitismo que atraves¨® Rusia tendr¨ªa uno de sus m¨¢ximos exponentes en el llamado "Complot de los m¨¦dicos", en virtud del cual se acusaba a doctores jud¨ªos de haber intentado envenenar a los dirigentes del Kremlin. En este sentido, Grossman fue m¨¢s lejos que Solzhenitsin, al dejar al descubierto no s¨®lo la corrupci¨®n del marxismo-leninismo, sino tambi¨¦n el esp¨ªritu xen¨®fobo imperante en Rusia. Si bien el autor de El archipi¨¦lago Gulag reconoce la existencia de pogromos en Ucrania, por ejemplo, neg¨® que en Rusia hubiese un sentimiento racista.
Con mucho retraso, nos llega este cat¨¢logo de la infamia cuyas particularidades no por ya mejor conocidas ahora dejan de ser escalofriantes: violaciones en masa, sadismo, pogromos, inanici¨®n, quema de personas vivas, estrangulamiento de ni?os, gases letales, perros entrenados para morder ¨®rganos sexuales. Historias cuya veracidad se ha discutido largamente encuentran aqu¨ª pruebas, como el jab¨®n hecho de cad¨¢veres humanos: "Los alemanes seleccionaban a los presos m¨¢s corpulentos, los asesinaban y los coc¨ªan para fabricar jab¨®n con su grasa". El libro presenta cierto car¨¢cter sovi¨¦tico: alguna referencia positiva al genio estrat¨¦gico de Stalin, el ¨¦nfasis en la ayuda brindada por los no jud¨ªos a las v¨ªctimas y la escasa menci¨®n al colaboracionismo, pero su significado no queda oscurecido. Cuando Grossman llega a Treblinka y ve el campo desmantelado por los nazis antes de la llegada del Ej¨¦rcito Rojo, se pregunta: ?acaso cre¨ªan que el crimen ser¨ªa olvidado? Si por un instante el escritor quiso pensar que todo era fruto de una pesadilla, los mechones de pelo que escup¨ªa la tierra vinieron a confirmar las declaraciones de los testigos. El libro negro es un documento perturbador, valiente y controvertido. Con su publicaci¨®n en nuestro pa¨ªs se salda una cuenta pendiente. Ninguna historia del Holocausto estar¨¢ completa sin hacer referencia a ¨¦l.
La sencilla aritm¨¦tica del salvajismo
Al inicio de Vida y destino se expresa el car¨¢cter inhumano de la barbarie nazi con la descripci¨®n de la llegada de un tren a un campo de concentraci¨®n en cuyo dise?o reina el orden y la l¨®gica fabril. Dos son las aportaciones personales de Grossman a El libro negro, 'El asesinato de los jud¨ªos de Berd¨ªchev' y 'Treblinka', y en ambas reitera el mismo mensaje: lo sucedido no fue consecuencia de un rapto de odio o locura contagiosa. Es err¨®nea, afirma nada m¨¢s acabar la guerra, la percepci¨®n de que fue un caos irracional el que propici¨® la destrucci¨®n de vidas y el paisaje como el "m¨¢s terrible de los huracanes". Hubo un corpus te¨®rico, un aliento medido, una planificaci¨®n consensuada y fue necesaria la orden que accionase toda la maquinaria, bien afinada y dispuesta. La industria de la muerte no permit¨ªa improvisaciones.
Empotrado en el Ej¨¦rcito Rojo, escribi¨® lo que se consideran las primeras p¨¢ginas del genocidio. "Todo un pueblo ha sido brutalmente exterminado", dice en Ucrania sin jud¨ªos. Cuando regresa a Berd¨ªchev, su ciudad natal, conocida entre los antisemitas como "la capital de los jud¨ªos" y, por tanto, objetivo prioritario de los nazis, ve la fosa al lado del aeropuerto donde arrojaron a su madre. La visi¨®n de ese lugar, incluido en la ¨²ltima carta que Anna Strum dirige a su hijo en Vida y destino, supone una brusca sacudida en todo su ser. El Holocausto, que empieza en Berd¨ªchev el 15 de septiembre de 1941, se convierte desde ese momento, junto con el totalitarismo, en el pilar de su obra literaria. Grossman fue el primero en entrevistar a los supervivientes de Treblinka. Aun consciente de que s¨®lo las v¨ªctimas pueden describir el aut¨¦ntico horror, acometi¨® la dif¨ªcil tarea de hablar por aquellos que reposan bajo tierra. Con todo el oficio narrativo que le granje¨® el periodismo de guerra, sin faltar a la verdad del dato ni al deber del recuerdo, diseccion¨® el operativo del campo de exterminio. Grossman, notario del siglo de los perros lobo, incluy¨® estos dos informes para que no permaneci¨¦ramos nunca indiferentes ante los dem¨¢s ni indulgentes con nosotros mismos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.