Delincuencia tolerada
"La violencia del narcotr¨¢fico en M¨¦xico se filtrar¨¢ al otro lado de la frontera... como los mojados que la atraviesan", afirma Don Winslow, Nueva York, 1953, en Salvajes, su nueva novela publicada por Ediciones Mart¨ªnez Roca. Es una declaraci¨®n poco perturbadora para un lector enterado, que sabe que en la guerra que se libra en M¨¦xico contra el narco la presencia norteamericana es determinante, no s¨®lo por el incesante tr¨¢fico de armas de ¨²ltima generaci¨®n, sino por la injerencia directa en el conflicto: espionaje a¨¦reo, declaraciones conjuntas de gobernantes, "R¨¢pido y furioso", preparaci¨®n de cuadros tipo escuela de las Am¨¦ricas de angustiosa memoria, y por supuesto, el inmenso mercado de la adicci¨®n.
Salvajes
Don Winslow
Traducci¨®n de Alejandra Devoto
Mart¨ªnez Roca. Barcelona, 2011
352 p¨¢ginas. 18,90 euros
Con solvencia estil¨ªstica, ritmo din¨¢mico y un tono conversacional, Winslow ficcionaliza el choque entre dos norteamericanos que producen mariguana recargada y el cartel de Baja, una organizaci¨®n de mexicanos dirigido por una mujer que se apoya en Lado, sanguinario jefe surgido de Los Zetas, banda que se distingue por su salvajismo. En el choque, est¨¢ de por medio el ¨¢vido mercado del condado de Orange, donde viven Ben, Chon y Ophelia, su chica multiorg¨¢smica, a quien aman al extremo. Tanto el campo de los protagonistas como el de los antagonistas se hallan perfectamente definidos; Winslow no desperdicia significativas dosis de iron¨ªa a la sociedad de consumo, a la supuesta vida sana, a los entrenadores de autoayuda, a la paternidad, a los profesionistas mal ubicados, a algunos ¨®rganos policiacos, a la comida r¨¢pida y a los mexicanos que est¨¢n all¨ª, haciendo trabajos de baja estofa en la zona de Laguna Beach que es realmente hermosa. Ben y Chon son blancos, altos, guapos, inteligentes, creativos. Ophelia es blanca, decidida, osada, cachonda. Lado es cruel, viola a su mujer, Esteban es ingenuo y responsable del embarazo de su novia, y Elena, la jefa, es una viuda sentimental, con un hijo in¨²til para el crimen y una hija diferente.
El autor dosifica correctamente la tensi¨®n narrativa a trav¨¦s de numerosas atm¨®sferas emotivas intercalando los campos. La historia gira alrededor de los personajes y avanza en espiral. Es una novela que se basta a s¨ª misma, es decir, no requiere del contexto real como cimiento seguro. Todo est¨¢ all¨ª y es suficiente; Winslow trasciende el espacio con h¨¦roes muy norteamericanos: chicos playeros con fortunas de seis d¨ªgitos, preparados en ciencias y acciones militares, desinhibidos en lo sexual y, desde luego, capaces de defender sus intereses hasta el hero¨ªsmo m¨¢s puro, el que es provocado por una agresi¨®n al ser amado. Es una novela que disfrutar¨¢n los que les gusta leer historias sin importar otra cosa, y tambi¨¦n los amantes de la narrativa contempor¨¢nea donde los autores mezclan, alteran la manera tradicional de crear cap¨ªtulos, apuestan en serio a la tensi¨®n, dejan que los lectores colaboren en la creaci¨®n de los perfiles f¨ªsicos y psicol¨®gicos de los personajes y convierten su pasi¨®n por contar en prosa pura. Sin duda, Winslow ha superado con mucho el esp¨ªritu informativo de su obra anterior.
En Salvajes la sociedad delincuencial es tolerada. Chon y Ben son chicos lindos que han creado una red para producir y distribuir su cannabis especial sin que nadie salga perjudicado y haya dinero para todos; desde el agente padre de familia hasta los que cuidan las casas donde crece la hierba con t¨¦cnicas hidrop¨®nicas. Todo bien. Hasta que aparece el cartel de Baja, que asesina, corta cabezas y pretende apoderarse del territorio. Son salvajes, piensan unos de otros. Es interesante el papel que juegan las mujeres en la historia, lo mismo que los personajes bisagra que aparecen en el momento oportuno y se esfuman enseguida.
Es evidente que Winslow no cuenta todo lo que sabe del trasiego entre Tijuana y el ecol¨®gico sur de California y es justo lo que salva la novela como tal: un universo de ficci¨®n donde la realidad es referente pero no la clave, donde la voluntad de estilo no decae para poner ante nosotros un escritor comprometido con su arte, que se divierte: "Si haces lo que te gusta, no tendr¨¢s que trabajar ni un solo d¨ªa de tu vida", y que tuvo el valor de dejar el asfalto neoyorquino por el sol de California.
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