Los escollos de la especializaci¨®n
Este Madrid es una m¨¢quina especializada y la actividad concreta en la que ha elegido centrarse es la verticalidad. Con los conocimientos t¨¢cticos arraigados en el ¨²ltimo a?o y medio y una plantilla superpoblada de excelencia, la profundizaci¨®n de esas capacidades le alcanzan para caminar primero en la Liga y clasificarse al trote para los octavos de final de la Champions. Sin embargo, al enfrentarse al Barcelona, una m¨¢quina especializada en la posesi¨®n del bal¨®n y la elaboraci¨®n, sus virtudes se diluyen, sus defectos se acent¨²an y se convierten en problemas serios situaciones que en otros partidos pasar¨ªan inadvertidas.
Perder la pelota no trae mayores consecuencias cuando el equipo que est¨¢ enfrente, m¨¢s temprano que tarde, la cede nuevamente. Contra el Barcelona, en cambio, cada p¨¦rdida del bal¨®n se paga con un marat¨®n. Esto acarrea obvias consecuencias f¨ªsicas, pero, m¨¢s preocupante todav¨ªa, afecta al equipo a la hora de tomar sus decisiones.
Cuando recobra el bal¨®n ante el Bar?a, el Madrid se acelera, se deja llevar por la ansiedad y se obsesiona con el gol
El Madrid est¨¢ acostumbrado a recuperar el bal¨®n y atacar con continuidad, pero contra el Barcelona esas recuperaciones se espacian y as¨ª, cuando las logra, se acelera, se deja llevar por la ansiedad y se obsesiona por marcar los goles antes de que empiecen las jugadas. No ayudan, en este punto, su afici¨®n por el v¨¦rtigo y su recelo por la elaboraci¨®n.
Apresurado por exprimir sus entrenados atributos, al equipo le cuesta aceptar que no todas las recuperaciones generan posiciones de contragolpe. Sucede, por ejemplo, cuando intenta explotar, con decisiones apuradas, espacios que no existen. O cuando la transici¨®n es tan veloz que se transforma en una cabalgata individual, sin posibilidad de encontrar apoyos.
Otras veces, cuando se percata de que en determinadas jugadas no tiene sentido la verticalizaci¨®n inmediata, se detiene. Ah¨ª genera su propio desconcierto: pasa de ser un equipo expeditivo y seguro de s¨ª mismo, capaz de tejer los mejores contragolpes del planeta, a ser uno t¨ªmido, aprensivo, que se muestra impotente a la hora de encontrar recursos para gestionar aquellos balones que no tienen oportunidad de volar directamente al ¨¢rea contraria.
En el ¨²ltimo cl¨¢sico, los s¨ªntomas se agudizaron. El Madrid, que, dentro de su especializaci¨®n, ya prob¨® distintas f¨®rmulas, eligi¨® encerrarse en su campo e iniciar la presi¨®n ligeramente por delante de la mitad de la cancha. En los primeros compases, el esquema parec¨ªa una copia exacta de la final de Copa de 2011 con Cristiano Ronaldo en el sitio de Di Mar¨ªa y Pepe (desplazado Xabi Alonso a la derecha) en el centro de la l¨ªnea de volantes. Las similitudes solo se reflejaron en el esquema inicial y en la posesi¨®n final del bal¨®n: 29% / 71%.
Pero para lograr equiparar, desde la presi¨®n y el posterior aprovechamiento de los espacios, toda la sustancia que genera este Barcelona a trav¨¦s de su descomunal volumen de juego hace falta un nivel de concentraci¨®n y de agresividad extraordinarios. El Madrid, supermotivado, lo logr¨® en aquellos 45 minutos iniciales de la final de Copa y, de todas maneras, sufri¨® ese inmenso desgaste en la segunda parte. El mi¨¦rcoles tampoco le preocup¨® discutir la posesi¨®n. Sirvan como s¨ªntoma el saque de inicio de la segunda parte, cuando el bal¨®n le dur¨® cuatro segundos, o la cantidad de pelotas que Casillas, utilizado de apoyo, devolvi¨® directamente al rival.
Pero, esta vez, el equipo tampoco logr¨® la misma intensidad ni concentraci¨®n que en la final de la Copa y eso se reflej¨® en los goles. En el primero, Pepe ocup¨® su zona como si su sola presencia bastara, sin mirar el movimiento de un posible cabeceador. En el segundo, la distracci¨®n es colectiva: tras un saque lateral, Altintop, Pepe y Cristiano, hipnotizados con el bal¨®n, basculan y se olvidan completamente de Abidal, que, en vez de regresar a su posici¨®n, decidi¨® quedarse all¨ª al ver el sorprendente espacio que le regalaban.
A este Madrid, tan especializado, no le har¨ªa da?o ampliar su mirada y encarar el juego con una visi¨®n m¨¢s general e integradora. Hacer eso sin quitar el foco de sus otras virtudes no es tarea sencilla. Restar al Barcelona tiempo de posesi¨®n no cediendo el bal¨®n cuando no hay posibilidades de verticalizar puede ser un comienzo. Quiz¨¢ as¨ª el pr¨®ximo mi¨¦rcoles no veamos a un Madrid hipocondriaco.
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