Gingrich da un vuelco a las primarias
El Partido Republicano se prepara para un largo y dif¨ªcil proceso de selecci¨®n de candidato presidencial tras la victoria del dirigente conservador en Carolina del Sur
Newt Gingrich y Mitt Romney velan ya sus armas en Florida a la espera de unas trascendentales primarias que medir¨¢n el estado real de esta carrera electoral despu¨¦s del terremoto de Carolina del Sur. La victoria de Gingrich aqu¨ª, abultada y sorprendente, ha sembrado el caos en el Partido Republicano, que ahora se prepara para un largo y tortuoso proceso de selecci¨®n de candidato presidencial sin ninguna garant¨ªa de que ganar¨¢ el que m¨¢s posibilidades tenga de derrotar a Barack Obama.
Lo ocurrido en Carolina del Sur, donde el Tea Party y la derecha religiosa impusieron su voluntad sobre el establishment del partido, es pura consecuencia de la din¨¢mica establecida en el republicanismo desde 2009. El poder acumulado por la extrema derecha en este periodo se vuelve ahora contra la direcci¨®n del partido en el momento clave de elegir un candidato moderado con capacidad de atraer el voto independiente.
El Tea Party cree haber encontrado en Gingrich al mejor aspirante
Mitt Romney deb¨ªa ser ese hombre. Pero dif¨ªcilmente se ha ido sosteniendo contra la voluntad de las bases en Iowa y New Hampshire, y ha terminado sufriendo una estrepitosa derrota frente a Gingrich en Carolina del Sur, donde finalmente el Tea Party cree haber encontrado al hombre que conjuga el aut¨¦ntico conservadurismo con el don de la elegibilidad. La mayor¨ªa de quienes votaron por Gingrich lo hicieron considerando que era el mejor preparado para el combate contra Obama, seg¨²n las encuestas a pie de urna.
As¨ª pues, a partir de ahora, Romney ya no se enfrenta solo a extremistas extravagantes que acaban deshaci¨¦ndose al primer soplido. Se enfrenta a un pol¨ªtico experimentado y fajado en quien las bases aprecian lo m¨¢s importante que a ¨¦l le falta: pasi¨®n y autenticidad. Gingrich puede tener m¨¢s esqueletos en el armario de lo que nadie puede imaginar. Fue expulsado por violar las reglas del Congreso, ha hecho lobby para la entidad hipotecaria Freddie Mac, ha cambiado de religi¨®n, se ha casado tres veces y es un ad¨²ltero confeso. Por mencionar esc¨¢ndalos, hasta tiene qu¨¦ explicar c¨®mo es que ha gastado medio mill¨®n de d¨®lares en joyas en Tiffany. Pero nada de eso parece importar porque lo que dice llega a la gente.
Romney, en cambio, est¨¢ casado con la misma mujer desde hace m¨¢s de 42 a?os y posee un historial intachable como gobernador de Massachusetts y como presidente del comit¨¦ organizador de los Juegos Ol¨ªmpicos de Utah. Ha gastado cinco veces m¨¢s que Gingrich en Carolina del Sur. Pero parece un robot en los debates y, por mucho que trata de demostrar ardor guerrero, su s¨²bita transformaci¨®n al conservadurismo resulta sospechosa. "Hemos demostrado en Carolina del Sur que la gente con las ideas correctas se impone sobre el dinero", manifest¨® Gingrich.
El dinero y su respaldo en la direcci¨®n del Partido Republicano volver¨¢n a ser un gran factor a favor de Romney en Florida, un Estado grande y diverso que se parece m¨¢s al promedio del pa¨ªs. En Florida se requiere alrededor de un mill¨®n de d¨®lares diarios para pagar anuncios televisivos que lleguen a la totalidad de la poblaci¨®n. Romney, que siempre calcul¨® cerrar su nominaci¨®n en Florida, dispone de esa cantidad y de la organizaci¨®n que se requiere para ganar. Actualmente est¨¢ 20 puntos por delante de Gingrich en las encuestas y es de nuevo el claro favorito.
Pero est¨¢ absolutamente obligado a ganar, y ese peso puede actuar en su contra ante un adversario tan imprevisible y heterodoxo como Gingrich. Este cuenta hoy con el viento a su favor. El Tea Party tambi¨¦n es muy poderoso en Florida -el ¨²ltimo senador y el ¨²ltimo gobernador elegidos en ese Estado son de esa facci¨®n- y existe igualmente un considerable sector de voto religioso con el que el expresidente de la C¨¢mara de Representantes, un reciente convertido al catolicismo, est¨¢ demostrando una buena conexi¨®n.
El problema para Gingrich es, como todo lo que tiene que ver con ¨¦l, el propio Gingrich. Aguanta mal la presi¨®n de los focos. Toda su vida pol¨ªtica es una sucesi¨®n de sorprendentes triunfos y clamorosos fracasos. Cuando a principios de diciembre pasado se situ¨® al frente de las encuestas, apenas aguant¨® un par de semanas el escrutinio de la prensa antes de hundirse de nuevo.
Ahora se le ve m¨¢s s¨®lido. Ha construido un mensaje muy populista, pero del gusto de los votantes conservadores: el discurso del gran cambio. "Yo no estoy conduciendo una campa?a republicana m¨¢s, yo estoy conduciendo una campa?a para la transformaci¨®n de Washington", repite estos d¨ªas. El conservadurismo que hoy domina el Partido Republicano es ambicioso y revolucionario. No se conforma con una victoria y un cambio cosm¨¦tico. No se conforma con las prudentes reformas que anuncia Romney. Quiere asaltar la Bastilla, busca a un l¨ªder al que no le tiemble el pulso para derribar los muros de la pol¨ªtica tradicional.
En realidad, salvando las diferencias entre los dos casos, es una fuerza similar a la que impuls¨® a los votantes dem¨®cratas hace cuatro a?os y que acab¨® eligiendo a Obama, el transformador, sobre Hillary Clinton, la convencional.
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