La deriva europea hacia el colapso
Cada vez est¨¢ m¨¢s claro que la pol¨ªtica de mantener a cualquier precio la sagrada austeridad nos est¨¢ costando a casi todos demasiado caro. Una pol¨ªtica que nuestros gobernantes justifican como una imposici¨®n de los mercados, pero eso es una falacia. Es verdad que la opini¨®n p¨²blica se ha cre¨ªdo al pie de la letra el mito de que las democracias han ca¨ªdo bajo el poder de los mercados. Pero ese prejuicio anticapitalista tiene pocos visos de realidad. Los mercados se limitan a reaccionar con actos reflejos ante las variaciones de su entorno, que olfatean con anticipaci¨®n como una manada de b¨²falos. Es la c¨¦lebre volatilidad o elasticidad: la inmediata respuesta reactiva de sus esp¨ªritus animales autom¨¢ticamente determinada por su compulsivo temor al lucro cesante. Pero carecen de iniciativa estrat¨¦gica, pues no son libres de suspender o desobedecer su cong¨¦nita necesidad de minimizar costes y maximizar beneficios. De ah¨ª que los mercados no puedan ser maquiav¨¦licos, sino que est¨¢n forzados a comportarse como meros perros de Pavlov, pues no son sujeto de poder sino simple objeto de actos reflejos. En cambio, los Gobiernos s¨ª son sujetos maquiav¨¦licos dotados de previsi¨®n estrat¨¦gica para tratar de manipular las variables de su entorno. Es decir, tienen la capacidad de decirle no a su contexto inmediato.
Latinos y mediterr¨¢neos pagamos la obstinaci¨®n de Merkel ante los mercados
Viene todo esto a cuento de la presente situaci¨®n en la eurozona, donde los gobernantes se enfrentan a los mercados en un campo de juego donde las apuestas son dispares. Para detener la actual deriva europea, bastar¨ªa con que los Gobiernos se plegaran al apetito de los mercados permitiendo que el BCE emitiese eurobonos y comprase ilimitadamente deuda soberana espa?ola o italiana (tal como ocurre en las ¨¢reas del d¨®lar o la libra). En tal caso, la presi¨®n acreedora cesar¨ªa inmediatamente y entonces podr¨ªamos hablar, en efecto, de gobierno de los mercados financieros. Pero no sucede as¨ª. Por el contrario, en lugar de saciar la voracidad de los mercados, la canciller Merkel es capaz de decirles que no, neg¨¢ndose a permitir la compra de deuda y la emisi¨®n de eurobonos. De esta forma est¨¢ se?alando muy claramente qui¨¦n manda aqu¨ª, si los mercados o los Gobiernos, con el alem¨¢n a la cabeza.
?Lograr¨¢ Merkel domesticar la animalidad de los mercados? ?O se ver¨¢ obligada a ceder ante sus exigencias antes de que sea demasiado tarde? Ya veremos. Pero mientras no consiga domarlos, proseguir¨¢ la continua deriva de la eurozona con rumbo hacia el colapso. Solo es cuesti¨®n de tiempo, y ya no queda demasiado antes de que se rompa la precaria unidad actual para estallar en un big bang. Un anticipo lo tenemos con ReinoUnido (y tambi¨¦n la Rep¨²blica Checa), que desde la cumbre de diciembre ha empezado a romper amarras para navegar con rumbo propio huyendo de la deriva europea. Y si las cosas contin¨²an as¨ª, el actual matrimonio de conveniencia entre Merkel y Sarkozy tambi¨¦n podr¨ªa empezar a hacer agua, como augurio de su futura disoluci¨®n conyugal. Todo a causa de la permanente obstinaci¨®n de la canciller alemana por mantener a cualquier precio su independencia de los mercados (aunque bien es verdad que el coste de ese precio no lo pagan los alemanes, sino que lo sufragamos latinos y mediterr¨¢neos).
?C¨®mo explicar tan teutona tozudez? La interpretaci¨®n usual es atribuir la firme resistencia de Merkel a la obsesi¨®n alemana por rehuir cualquier posible repetici¨®n de la gran inflaci¨®n que socav¨® el valor del marco alem¨¢n durante la Rep¨²blica de Weimar, contribuyendo a preparar la llegada del III Reich. Este argumento hist¨®rico, que busca despertar los fantasmas del pasado remitiendo al Sonderweg (sendero especial) alem¨¢n, parece m¨¢s una justificaci¨®n emocional que una raz¨®n de peso, dada la remota improbabilidad de que la inflaci¨®n amenace hoy al euro (m¨¢s bien ocurre al rev¨¦s). Otra explicaci¨®n m¨¢s plausible es atribuir la resistencia de la canciller al riesgo electoral de perder el poder, dado el populismo xen¨®fobo de la prensa alemana, que se niega a solidarizarse con la deuda de los pa¨ªses mediterr¨¢neos (lo cual podr¨ªa significar que no nos gobiernan los mercados, sino los medios informativos).
Y a¨²n se alega otra raz¨®n, que explica la negativa alemana por el llamado riesgo moral que se correr¨ªa si permiti¨¦semos que los deudores se librasen, sin coste, de pagar sus deudas, pues eso les incentivar¨ªa para volver a incurrir en ellas. Pero este argumento de la intolerancia con la impunidad, con ser digno de consideraci¨®n, tiene un punto d¨¦bil, y es que solo se practica la intolerancia con los m¨¢s pobres o los m¨¢s d¨¦biles. Es verdad que los mediterr¨¢neos (griegos, italianos y espa?oles) solemos ser deudores impunes, pero tambi¨¦n lo son los anglosajones (brit¨¢nicos y estadounidenses), sin que a Merkozy se les haya ocurrido ser intolerantes con ellos o reprocharles su impunidad. De modo que al parecer la intolerancia va por barrios, pues se tolera la impunidad de unos mientras se condena la de los otros. Lo cual implica una flagrante ca¨ªda en la discriminaci¨®n no digo que racial pero s¨ª cultural.
?Cultural o religiosa? Hablando de intolerancia o riesgo moral, enseguida vemos que se trata de un concepto de origen teol¨®gico, que alude al significado impl¨ªcito de culpa y pecado. Y es que para la cultura judeocristiana, estar en deuda es sin¨®nimo de ser pecador o culpable, seg¨²n revela la versi¨®n cl¨¢sica del padrenuestro: "Perd¨®nanos nuestras deudas, as¨ª como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Pero la cultura del perd¨®n solo est¨¢ vigente en los pa¨ªses cat¨®licos (aunque con la intolerante excepci¨®n de la santa Inquisici¨®n), no as¨ª en los protestantes, que parecen demasiados pr¨®ximos a la ley del tali¨®n (como reza el t¨ªtulo de Eastwood: Sin perd¨®n). Y recu¨¦rdese que, para el luterano Weber, la ¨¦tica protestante se identifica con el esp¨ªritu del capitalismo, que impone como imperativo moral el ascetismo intramundano.
As¨ª regresamos a la austeridad impuesta por Merkel como pol¨ªtica oficial de lucha contra la crisis. Una pol¨ªtica que por ahora solo conduce a la eurozona hacia el colapso. Pero no importa, pues as¨ª lo exige la nueva m¨¢xima que parafrasea el axioma jur¨ªdico: "Fiat austeritas et pereat mundus" (h¨¢gase la austeridad aunque se hunda el mundo). Y a este paso, el mundo europeo perecer¨¢ sin remedio, fragmentado en las cuatro confesiones que lo componen: la calvinista o anglosajona, la luterana o germ¨¢nica, la cat¨®lica o latina y la ortodoxa o eslava. Lo cual vendr¨ªa a significar que el proceso de secularizaci¨®n, profetizado por Weber, quedaba refutado. Y siendo as¨ª, ?no deber¨ªamos concluir que tambi¨¦n habr¨¢ de refutarse su identificaci¨®n del capitalismo con la austeridad? Eso fue lo que demostr¨® Daniel Bell (puntal del pensamiento conservador) cuando rebatiendo a Weber lo identific¨® no con el ascetismo, sino con el consumo hedonista como motor de productividad. ?Cu¨¢ndo abjuraremos del falso ¨ªdolo de la sagrada austeridad?
Enrique Gil Calvo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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