?Viva Las Vegas!
Cuando me despert¨¦, Esperanza Aguirre segu¨ªa all¨ª, como el conspicuo dinosaurio monterrosano, desmintiendo aquello de que "nada en la vida es para siempre", que es el mantra de Rajoy cuando le preguntan si ya no habr¨¢ m¨¢s subidas de impuestos. S¨ª: la presidenta, sobrina segunda de Gil de Biedma (nadie es perfecto), a la que supongo admiradora de Ayn Rand -la "pensadora" que inspira al sector "libertario" del Tea Party-, se me antoja eterna e inmutable, como el monasterio de El Escorial o como el aire de Madrid ("tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil"). Como si se tratara de una moderna caricatura de aquellos arbitristas de los siglos XVI y XVII que enviaban memoriales al Rey con proyectos disparatados que incrementar¨ªan la riqueza del pa¨ªs, la presidenta est¨¢ ahora empe?ada en conseguir que un importante grupo inversor levante en la Comunidad un clon de Las Vegas. No importa que las exigencias de Sheldon Adelson, el T¨ªo Gilito (o T¨ªo Rico MacPato, como lo conocen mis improbables lectores latinoamericanos) propietario del grupo, supongan la creaci¨®n de una Patolandia independiente en el territorio de Madrid, una colonia con leyes y privilegios diferentes de los que rigen la vida del resto de los madrile?os. Aguirre est¨¢ convencida de que la excepci¨®n merece la pena: visualiza su delirio como una especie de gigantesca ciudad de ocio, consumo y negocios que nunca descansar¨ªa, propulsar¨ªa a la estratosfera la econom¨ªa de la regi¨®n y dar¨ªa trabajo a millares de ciudadanos. Todo eso a cambio de algunos peque?os ajustes, incluyendo pr¨¦stamos fara¨®nicos, mano de obra d¨®cil y semiesclava y el detalle sin importancia de una nueva ley de antiblanqueo de capitales (?adivinan para qu¨¦?). Pues miren: no crean que no le veo el lado positivo al asunto. Imag¨ªnense el impulso que Adelsonlandia dar¨ªa a la novela negra espa?ola. Con Las Vegas en el sur de Europa, el g¨¦nero ampliar¨ªa temas y motivos: legiones de zombis-lud¨®patas, mafias, g¨¢nsteres a porrillo, prostitutas, chaperos y camellos campando por sus respetos en una subciudad sin ley o, al menos, con otras leyes. Y encima, con las familias curioseando los fines de semana y los ni?os celebrando obesos cumplea?os en la hamburgueser¨ªa de la eme dorada (I'm lovin'it), mientras los de la rama local del CSI meten sus escalpelos en el ojo de los cad¨¢veres. Mientras llega ese momento tan renovador para la literatura, perm¨ªtanme recomendarles dos novelas m¨¢s o menos negras, pero muy distintas, que he venido leyendo en las ¨²ltimas semanas. La primera, ya en librer¨ªas, es Nuestra se?ora de la luna (Alba), de Jos¨¦ Luis Correa, un thriller canario sin machangadas inveros¨ªmiles y en el que, de nuevo, el detective Ricardo Blanco termina enderezando lo que estaba cambado. La otra, que llegar¨¢ muy pronto a las mesas de novedades, es La pulsi¨®n de la muerte (Anagrama), de Jed Rubenfeld, al que los aficionados recordar¨¢n como autor de la estupenda La interpretaci¨®n del asesinato (Anagrama, 2007), en la que hac¨ªan su debut el m¨¦dico Stratham Younger y el polic¨ªa Jimmy Littlemore. Esta vez la historia se inicia el 16 de septiembre de 1920, el d¨ªa en que se produjo el mayor atentado terrorista (a¨²n sin resolver) de la historia de Nueva York, cuando una potente bomba de relojer¨ªa oculta en un carro de mercanc¨ªas explot¨® frente a la banca Morgan, en Wall Street, causando centenares de muertos y heridos. A los dos protagonistas se les junta el estupendo personaje de Colette Rousseau, cient¨ªfica formada con la se?ora Curie, en cuyo pasado se esconde alg¨²n misterio. La intriga (con ramificaciones pol¨ªticas en Washington) se desarrolla en la Nueva York que se adentra en sus a?os locos, con par¨¦ntesis viajeros en Par¨ªs y en Viena, donde vuelve a tener su cameo Sigmund Freud. Un consejo: no se les ocurra empezar a leerla hasta que est¨¦n seguros de no ser interrumpidos. No les imagino abandonando la lectura para poner la puta lavadora o llevar a los pu?eteros ni?os a alguna actividad extraescolar. Y menos a¨²n para escuchar a la due?a (ideol¨®gica) de Telemadrid produciendo alguna de sus visionarias patochadas.
Conquistador
Por fin nieva, al menos en zonas altas. So?¨¦ que el monstruo de la nieve, melanc¨®lico y enjuto, caminaba a grandes zancadas sobre el blanco manto que cubr¨ªa la tierra llevando en su mano un libro excepcional. No pude distinguir t¨ªtulo ni autor, pero al d¨ªa siguiente, cuando recib¨ª el flamante ejemplar de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espa?a (Biblioteca Castro; introducci¨®n de Juan Gil), comprend¨ª que hab¨ªa tenido un sue?o premonitorio. La cr¨®nica de Bernal D¨ªaz del Castillo (1496-1584) es la m¨¢s hermosa de todas las que suscitaron el "descubrimiento" y las primeras exploraciones del Nuevo Mundo, y todav¨ªa sorprende su enorme poder de sugesti¨®n, sobre todo si se tiene en cuenta que est¨¢ contada por un bronco conquistador jubilado y de limitada formaci¨®n cultural. Su obsesi¨®n por la "verdad" y por decirlo todo, frente a los silencios y las tergiversaciones de quienes no hab¨ªan cruzado el Atl¨¢ntico (L¨®pez de Gomara), as¨ª como su voluntario antirretoricismo (una estrategia que Francisco Rico ha calificado de "astucia del candor") contribuyen a su sorprendente modernidad.
'Gauchedivine'
Lectura simult¨¢nea del minilibro de Alfabia Noches de Bocaccio, de Juan Mars¨¦, y de El discreto encanto de la subversi¨®n (Laetoli), de Alberto Villamandos. El cuento de Mars¨¦, publicado originalmente en 1987, constituye a la vez una n¨®mina completa de los que merodearon por la gauche divine barcelonesa de los sesenta, y un simp¨¢tico recordatorio (compuesto veinte a?os despu¨¦s) de las fobias y filias personales del autor. Los a?os han hecho su trabajo, y dudo que los lectores de menos de cuarenta sepan qu¨¦ hicieron muchos de los nombrados. No es el mejor Mars¨¦, claro, pero lo he rele¨ªdo con una sonrisa en los labios desde la primera a la ¨²ltima p¨¢gina. El libro de Villamandos, profesor de la Universidad de Missouri, estudia aquel, digamos, "movimiento", surgido entre los "ni?os bien" ¨¢vidos de modernidad y democracia de la burgues¨ªa patricia, creativa e intelectual barcelonesa de los sesenta. La gauche divine -el copyright del marbete pertenece a Joan de Sagarra- fue una pintada de colores chillones chafarrinada en el gris¨¢ceo muro de la cultura franquista, puro aliento joven (y de odiosos ni?os ricos) contra la f¨¦tida halitosis ambiental. Irrit¨® y fascin¨® a partes iguales, y convirti¨® Barcelona por unos a?os en el lugar al que hab¨ªa que ir, aunque sea a tomarse una copa. ?ltimas tardes con Teresa (1966), la gran novela de Mars¨¦, funciona como Ur-texto de aquella movida, explorada tambi¨¦n oblicuamente por V¨¢zquez Montalb¨¢n (Los alegres muchachos de Atzavara, 1987) y F¨¦lix de Az¨²a (Momentos decisivos, 2000). Villamandos, que naci¨® cuando lo que cuenta era ya recuerdo, analiza e interpreta, incluso nos descubre aspectos en los que no hab¨ªamos reparado. Pero se nota que nunca se tom¨® un gin-fizz en la mesa contigua a la de aquellos "se?oritos de mierda".
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