La pasarela no es puro teatro
El desfile de la marca de joyas Aristocrazy se queda en pantomima de af¨¢n promocional - Ana Locking entrega un trabajo ingenioso que juega con el tiempo
?Qu¨¦ es la moda? No es la clase de pregunta que uno espera hacerse en medio de una pasarela, pero es la que suscita la tercera jornada de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (MBFWM). La organizaci¨®n ya sab¨ªa que la incorporaci¨®n de Aristocrazy, l¨ªnea de joyas accesibles de Su¨¢rez, iba a despertar interrogantes. De ah¨ª que la firma sea la ¨²nica obligada a costearse su presentaci¨®n. Por una cifra que su director de marketing, Emiliano Su¨¢rez, no revela. "Hemos colaborado en desfiles de dise?adores en otras ocasiones", afirma. "Pero la naturaleza de esta marca, tan cercana al mundo de la moda, nos ha hecho pasar a la acci¨®n. Con un desfile obtienes un gran retorno a partir de una inversi¨®n muy moderada. Despu¨¦s de todo, somos una marca espa?ola que necesita promocionarse tanto como cualquier dise?ador". Al parecer, otras compa?¨ªas de complementos ya han empezado a llamar a la puerta de MBFWM preguntando por qu¨¦ no pueden tambi¨¦n tener su hueco.
Ion Fiz o Han¨ªbal Laguna solo ofrecen trajes a medida de sus fabulaciones
David Delf¨ªn brind¨® una de sus mejores colecciones: personal y tambi¨¦n comercial
Pero lo m¨¢s dif¨ªcil de entender de este asunto es el formato. No es inhabitual que firmas de joyer¨ªa participen en una semana de la moda. Suelen hacerlo en colaboraci¨®n con un dise?ador de ropa o con una presentaci¨®n est¨¢tica, que es una manera bastante m¨¢s l¨®gica de ense?ar sus productos. Pero Aristocrazy quer¨ªa un desfile y lo quer¨ªa en solitario. As¨ª que tuvieron que fabricar joyas inexistentes a escala gigantesca -que jam¨¢s se producir¨¢n de forma comercial- para que se vislumbraran desde la ¨²ltima grada. Adem¨¢s, las modelos desfilaron con mallas negras para evitar distracciones. El resultado final no estaba muy lejos de las secuencias m¨¢s rid¨ªculas de la pel¨ªcula ?Qui¨¦n eres t¨², Polly Magoo?, s¨ªmbolo del absurdo al que puede llegar la moda. Por desgracia, ayer no hab¨ªa iron¨ªa alguna.
Considerar el certamen como un espect¨¢culo de variedades puramente promocional tiene sus riesgos. El principal es que con teatrillos no se crea una industria de moda relevante. En ninguna de las pasarelas a las que se quiere parecer Madrid se entiende el desfile como una mera pantomima. De acuerdo, puede que haya elementos teatrales y que la moda sea imagen y el negocio se haga en otra parte. Pero es necesario que haya un discurso del vestir.
Tal vez, las im¨¢genes de Comme des Gar?ons le parezcan a usted grotescas, pero no son mero cart¨®n piedra: hay quien interpreta y compra esas ocurrencias. No son para todo el mundo, pero s¨ª son para alguien. Ahora bien, si lo que se pone sobre la pasarela es solo una excusa para copar minutos de televisi¨®n, las colecciones no mejorar¨¢n y los dise?adores no lograr¨¢n aportar algo que de verdad permanezca.
Son evidentes los peligros que entra?a esta burbuja, en la que cuenta m¨¢s el n¨²mero que se organice que la creaci¨®n en s¨ª. Sin necesidad de responder ante nada, ni de atender a las necesidades de la mujer contempor¨¢nea, Hanibal Laguna o Ion Fiz se limitan a ofrecer, con mayor o menor acierto, trajes a la medida de sus fabulaciones pict¨®ricas o cinematogr¨¢ficas. Incluso el buen gusto de Teresa Helbig queda reducido a una serie de bonitos e intercambiables vestidos -eso s¨ª, primorosamente realizados- al faltarle la exigencia de plantearse otros retos. Sus livianos trajes y sus min¨²sculos pantalones ignoran los desaf¨ªos de la realidad hasta en lo m¨¢s b¨¢sico: la temperatura que hace en invierno.
En este contexto, destaca una creadora inquieta como Ana Locking, que se impone toda clase de desaf¨ªos. Igual que Helbig, parti¨® de los omnipresentes a?os veinte, pero los utiliz¨® para reflexionar sobre lo poco que en el fondo cambiamos los seres humanos de una era a otra. Locking propone una c¨¢psula del tiempo, llena de humor, que salta de 1922 a 2012. La mezcla de ¨¦pocas se traduce en hombres con chaquetas y chalecos que se funden y mujeres que recuperan la silueta flapper en vestidos falsamente ajustados. La ¨²nica pega de un trabajo ingenioso es que la idea funciona mejor sobre el papel que sobre el cuerpo y las prendas no favorecen en movimiento.
Pero si hay alguien que conoce la cara y la cruz de este sistema basado en los fuegos artificiales es David Delf¨ªn. Se trata de un creador que consigui¨® una enorme notoriedad, en parte, gracias a lo llamativo de sus puestas en escena. Convertido en el dise?ador m¨¢s c¨¦lebre del pa¨ªs, vivi¨® tiempos de sobrevaloraci¨®n. Y, tal como una vez estuvo en boga adorarlo sin medida, luego lo estuvo denunciar que solo vend¨ªa humo. Parece tan exagerado lo uno como lo otro. Eso explica, aunque solo en parte, las dificultades que su compa?¨ªa atraviesa y que ¨¦l ha convertido en materia narrativa. Ayer no dej¨® de ofrecer su dosis de espect¨¢culo con Alaska, Mario Vaquerizo y Bimba Bos¨¦ cantando. Pero tambi¨¦n entreg¨® una de sus mejores colecciones: personal y tambi¨¦n comercial. Veremos si Espa?a es pa¨ªs para el t¨¦rmino medio.
Volviendo al principio, entonces, ?qu¨¦ es la moda? "Desde 1950 se ha convertido en un proyecto global de democratizaci¨®n y de estetizaci¨®n del aparecer y mostrarse", ha escrito Germano Celant, historiador de arte y director la Fondazione Prada. "Lo que se consideraba f¨²til y fr¨ªvolo, decorativo y exc¨¦ntrico, pasa a ser una b¨²squeda de autenticidad donde lo que cuenta es la originalidad y el cambio constante". Y no hay autenticidad posible en pantomimas que solo aspiran a captar minutos de televisi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.