Los primeros espa?oles de Hollywood
The House of Spain era la casa de Charles Chaplin en Beverly Hills. El mote se lo puso el escritor Scott Fitzgerald porque era el punto de encuentro de la comunidad de espa?oles que a partir de 1930 se instalaron en Hollywood para trabajar en las primeras pel¨ªculas sonoras. Los talkies, como se les llam¨®, eran calcos de las pel¨ªculas estadounidenses m¨¢s taquilleras. Muchos utilizaban los mismos sets, vestuarios y hasta los planos generales exteriores de la versi¨®n original, y simplemente se filmaban los di¨¢logos en castellano. En la casa de Chaplin, los espa?oles conocieron ¨ªntimamente a su due?o y a las grandes estrellas de la ¨¦poca. Encontraron un lugar en el que relajarse, jugar al tenis o nadar en la piscina. Para ir a la sauna prefer¨ªan Pickfair, la mansi¨®n de Douglas Fairbanks en la que pasaban muchas tardes.
Edgar Neville: "No hay idea de gente m¨¢s simp¨¢tica. Esto es para quedarse a vivir aqu¨ª toda la vida"
Bu?uel: "Chaplin es simp¨¢tico, pero poco inteligente. Solo le gusta la broma"
A Conchita Montenegro se le meti¨® en la cabeza que ella era otra Greta Garbo y la imitaba en los rodajes
El art¨ªfice de esta red de contactos fue Edgar Neville, quien tambi¨¦n result¨® fundamental para establecer el Spanish Department de la Metro-Goldwyn-Mayer. Adem¨¢s de escritor, el conde de Berlanga de Duero era un diplom¨¢tico de carrera que siempre rechazaba todos los destinos diplom¨¢ticos hasta que en 1928 acept¨® un cargo que realmente le interesaba en la Embajada de Washington. En sus primeras vacaciones se fue a Hollywood, su verdadero inter¨¦s para aceptar el puesto, y se termin¨® quedando casi cuatro a?os. Atraves¨® Estados Unidos de costa a costa en tren y lleg¨® a California con cartas de Grace Vanderbilt y de otros notables de la Costa Este que le abrieron las puertas de Hollywood.
En su primera noche en California, Neville cen¨® con Chaplin, Douglas Fairbanks y Mary Pickford en el hotel Ambassador. Count B, como le llamaban en Estados Unidos, los conquist¨® de inmediato y al d¨ªa siguiente le invitaron a Pickfair, donde pasaron el d¨ªa rodando una pel¨ªcula de broma con un guion escrito por Neville. "Querido Pepe, te escribo desde casa de Douglas y Mary en donde estamos pasando el weekend. No hay idea de gente m¨¢s simp¨¢tica", relata Neville a su amigo el dramaturgo Jos¨¦ L¨®pez Rubio, en una misiva escrita en papel membretado de Pickfair de octubre de1928. "Ya conocemos a casi todo el mundo y soy ¨ªntimo de Chaplin, que es tan genio como en sus filmes (...). Ma?ana iban a venir a almorzar Greta Garbo y Gilbert, pero la primera no puede y nos ha fastidiado. Esto es para quedarse a vivir aqu¨ª toda la vida y no s¨¦ lo que har¨¦... Deb¨ªas aprender el ingl¨¦s bien, aqu¨ª hay mucho m¨¢s porvenir del que se cree, se estrellan los brutos", a?ad¨ªa Neville. L¨®pez Rubio sigui¨® su consejo y dos a?os m¨¢s tarde, gracias a Neville, fue contratado como guionista para las versiones en castellano de la Metro-Goldwyn-Mayer. Ambos dominaban el ingl¨¦s y por eso sol¨ªan hacer de int¨¦rpretes a los espa?oles reci¨¦n llegados.
En los a?os veinte, los estudios hac¨ªan castings y concursos en todo el mundo en busca de estrellas para el cine mudo. De esta forma, desde mediados de la d¨¦cada ya hab¨ªa una comunidad de actores latinos en Hollywood, entre los que hab¨ªa algunos espa?oles, como Jos¨¦ Crespo, Mar¨ªa Alba y Antonio Moreno. "En las primeras incursiones sonoras, algunos estudios empleaban actores biling¨¹es, que ya estaban en Hollywood, para rodar en ingl¨¦s y en castellano. En las pel¨ªculas de El Gordo y El Flaco eran los propios Laurel y Hardy quienes repet¨ªan los di¨¢logos en castellano tras aprenderlos mediante fon¨¦tica", explica Santiago Aguilar, documentalista e investigador de Neville. "En otros casos, como en Dr¨¢cula, el rodaje era simult¨¢neo: por la ma?ana grababan Todd Browning y Bela Lugosi, y por la tarde, la versi¨®n en espa?ol", a?ade Aguilar.
Para 1930 cada estudio ten¨ªa en marcha hasta veinte departamentos nacionales con los que produc¨ªan versiones en todos los idiomas. La Paramount lleg¨® incluso a abrir un estudio en Joinville-Le Pont, a las afueras de Par¨ªs, para la producci¨®n de estas versiones extranjeras. Neville llevaba diez meses de vuelta en Espa?a cuando, en 1930, la Metro lo contrat¨® para su Spanish Unit. Y ¨¦l presion¨® al estudio para que contratara a sus amigos: Jos¨¦ L¨®pez Rubio, Jardiel Poncela, Eduardo Ugarte y Tono de Lara, que fueron llegando a lo largo de ese a?o.
Mantener la producci¨®n en tantos idiomas supon¨ªa un alt¨ªsimo coste para los estudios, que adem¨¢s derrochaban dinero en estos departamentos. Por si fuera poco, los estudios ten¨ªan la pol¨ªtica de que los "reci¨¦n llegados" ten¨ªan que pasar una temporada aclimat¨¢ndose, as¨ª que durante los primeros dos meses no trabajaban, pero cobraban 250 d¨®lares por semana. Claude Autant-Lara, uno de los escritores contratados por el French department de la Metro, lo llam¨® El silencio americano: "Usted, pues, va a sufrir un periodo de vac¨ªo absoluto... Cada s¨¢bado, tras una semana de inacci¨®n, de inactividad total, tendr¨¢ como una sensaci¨®n de parasitismo, como el miedo. No le parecer¨¢ imaginable a usted, europeo, que un patr¨®n le env¨ªe a domicilio un confortable cheque por nada", cita Fernando Gabriel Mart¨ªn en su libro El ermita?o errante, Bu?uel en Estados Unidos.
Bu?uel viaj¨® a Hollywood en noviembre de 1930 para incorporarse como guionista al French department de la Metro. No hablaba una palabra de ingl¨¦s, casi no iba por la unidad y a los estudios acud¨ªa sobre todo a curiosear. Su tiempo lo empleaba con la colonia del Spanish department, paseando en coche, jugando al minigolf y en casa de Chaplin. En marzo de 1931, a los pocos meses de llegar, volvi¨® a Espa?a.
Hollywood era una fiesta. Mientras los espa?oles hac¨ªan pel¨ªculas, en Estados Unidos segu¨ªa vigente la prohibici¨®n de consumir alcohol. Bu?uel, sin embargo, asegur¨® que "nunca hab¨ªa bebido tanto" como en California durante esos a?os y que nada m¨¢s llegar le pusieron en contacto con un bootlegger (contrabandista) de confianza. Neville, por su parte, dijo en una entrevista: "En Hollywood se bebe mucho. Casi tanto como en Nueva York. Y desde luego, infinitamente m¨¢s que en cualquier otro pa¨ªs. Es facil¨ªsimo encontrar a cualquier hora cualquier clase de vino, y no demasiado caro".
"Paso los domingos en casa de Chaplin. Es muy simp¨¢tico, pero muy poco inteligente", escribe Bu?uel a su mecenas, el conde Noailles. "Nunca va con americanos y viene siempre con nosotros (nosotros: dos j¨®venes espa?oles y yo). A Chaplin en sociedad no le gusta m¨¢s que la broma, el baile de talones, imitaci¨®n con gestos y otras encantadoras nader¨ªas... Tomamos el ba?o turco y es el ¨²nico momento donde ¨¦l se calla y quiz¨¢ medite", a?ade Bu?uel, con cierto rencor hacia su anfitri¨®n. Jos¨¦ Mar¨ªa Torrijos, heredero de Jos¨¦ L¨®pez Rubio y autor de La otra generaci¨®n del 27, apunta: "En esa casa presenciaron un concierto de viol¨ªn interpretado por el cient¨ªfico Albert Einstein, conocieron al cineasta ruso S. M. Eisenstein, jugaron al tenis y nadaron, se hicieron mutuos regalos, vieron a Chaplin improvisar gags para sus hijos, contemplaron escenas rodadas y luego suprimidas de sus pel¨ªculas".
La adaptaci¨®n de los espa?oles a Hollywood fue total. La simbiosis llev¨® a algunas actrices a adoptar poses de divas yanquis. A Conchita Montenegro, una de las actrices m¨¢s famosas de la ¨¦poca, "se le meti¨® en la cabeza que ella era otra Garbo y cuando estaba rodando hac¨ªa lo mismo que ella, se pon¨ªa biombos alrededor y no dejaba entrar a nadie, solamente la pod¨ªa ver el director y el cameraman", record¨® el actor Jos¨¦ Crespo en una entrevista del libro Una aventura americana, de ?lvaro Armero.
Neville logr¨® abrirse paso en la alta sociedad estadounidense por la fascinaci¨®n que despertaba un arist¨®crata europeo con un toque bohemio. As¨ª, otro de sus mejores amigos fue William Randolph Hearst, el magnate de los medios. Su esposa, Marion Davies, quer¨ªa ser actriz y por eso Hearst invirti¨® millones de d¨®lares en la Metro. Neville pas¨® algunos fines de semana en el rancho Hearst, en San Sime¨®n, a 300 kil¨®metros de distancia. Todos los viernes, al salir del estudio, un tren propiedad de Hearst con coches cama y un vag¨®n restaurante esperaba a los invitados en una v¨ªa muerta, en Pasadena. Viajaban toda la noche y al llegar a San Luis Obispo, a las cinco de la madrugada, se quedaba en otra v¨ªa muerta, con la consigna general de no hacer ruidos hasta que los invitados despertaran y desayunaran. Una vez en el rancho, "los hu¨¦spedes ten¨ªan a su disposici¨®n un caballo y al vaquero Pancho, viejo californiano que hablaba en espa?ol", "pod¨ªan hacer cuanto quisieran con una sola condici¨®n, que era estar puntuales a las horas del almuerzo y de la cena. El champ¨¢n y el caviar hac¨ªan mucho para que se cumpliera la consigna", record¨® Neville en una entrevista en 1962.
La era de las versiones en castellano dur¨® poco, hasta que los estudios perfeccionaron las t¨¦cnicas de doblaje. Cuando esto sucedi¨®, los departamentos nacionales se volvieron obsoletos de la noche a la ma?ana. En marzo de 1931, la Metro rod¨® su ¨²ltima versi¨®n en castellano, El proceso de Mary Dugan. Despu¨¦s propuso a los espa?oles comprarles los contratos a la mitad de su precio (el contrato est¨¢ndar era de 1.000 d¨®lares mensuales). La mayor¨ªa accedi¨® y regres¨® a Espa?a poco despu¨¦s; otros se incorporaron a los estudios que siguieron produciendo talkies durante algunos meses m¨¢s, hasta que al final de1932 se dejaron de hacer por completo y se sustituyeron por el doblaje.
Los estudios perdieron much¨ªsimo dinero con la aventura, pero casi todos los espa?oles que trabajaron para los Spanish departments ahorraron bastante. La excepci¨®n, quiz¨¢, fue el dibujante Tono de Lara, c¨¦lebre por su afici¨®n a las corbatas y porque en Hollywood hizo m¨¢s paellas que pel¨ªculas. Cuando le ofrecieron el contrato, record¨® en una entrevista, "traduje in mente los 250 d¨®lares en pesetas, y estas en corbatas, que era mi medida financiera, y me daba un total de 450 corbatas semanales". Nada m¨¢s llegar se compr¨® un coche y un perro car¨ªsimo de 800 d¨®lares (casi un mes de sueldo). A los pocos meses, la Metro le rescindi¨® el contrato y tuvo que volver a Espa?a. Lo mismo hicieron el resto, poco a poco.
A?os m¨¢s tarde, Jardiel Poncela record¨® sobre esa precoz incursi¨®n en el star system: "En Hollywood pas¨¦ la mitad del tiempo tumbado sobre la arena mirando las estrellas, y la otra mitad, tumbado sobre las estrellas mirando la arena".

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