La pesadilla se muerde la cola
Resumen de lo publicado: Procopio, un erudito balomp¨¦dico arrepentido, se ha enamorado de una psic¨®loga, casualmente argentina, Georgina Tres Catorce Diecis¨¦is, familiarmente conocida por Gina Pi, cuya irresistible sonrisa burbujea como la de Mitzi Gaynor en las Girls y cuyo cruce de piernas, a la manera de Sharon Stone, ha curado alguno de los casos de impotencia er¨¦ctil promocionados por Pel¨¦. (Esto no es, precisamente, un resumen de lo publicado, lo s¨¦. En realidad, solo me acuerdo de la sonrisa de Mitzi Gaynor y del s¨¦ptimo penalti que fall¨® Messi de los 27 que tir¨®. No creo que nada de ello tenga coherencia ni relaci¨®n. Por tanto, vuelvo a empezar).
Segundo resumen de lo publicado: seducido por la sonrisa de Mitzi Gaynor, Procopio acudi¨® para ayudar a que Gina Pi se desembarazara del cad¨¢ver de su ch¨®fer, al que dec¨ªa haber envenenado de manera no intencionada, como Pepe imparte sus patadas sin querer. Al llegar Procopio a la consulta de Pi, el supuesto cad¨¢ver hab¨ªa vuelto a su casa andando. No obstante, la psic¨®loga recompens¨® al servicial enamorado con una dosis triple de midazolam en vodka antes de tumbarlo en el div¨¢n y sonsacarle todo lo que sab¨ªa. Pronto lleg¨® a la conclusi¨®n de que Procopio sab¨ªa un poco demasiado de demasiado poco. O sea, casi nada. Y que, como confes¨® Rajoy a ese Mas venido a menos, estaba hecho un l¨ªo (me temo que tampoco esto pueda considerarse un resumen de lo publicado. As¨ª que lo intentar¨¦ otra vez).
Sorprend¨ªa que las huestes 'amourinhizadas' no fueran capaces de olvidar un error arbitral que no les afectaba
Tercer resumen de lo publicado: bajo los efectos de la sedaci¨®n, la sonrisa de Mitzi segu¨ªa siendo, en labios de Gina, la sonrisa de Mitzi. Este es, quiz¨¢s, el dato m¨¢s sugerente y definitivo que pueda extraerse de los anteriores res¨²menes publicados. Lo no publicado suceder¨ªa despu¨¦s.
Resumen de lo no publicado: inducido por Tres Catorce Diecis¨¦is y ebrio de midazolam y vodka, Procopio se encontr¨® de repente en el aparcamiento del exoplaneta GJ667Cc, cuya masa, cuatro veces y media la de la Tierra, tarda 28 d¨ªas en dar una vuelta a un sol m¨¢s orondo y rutilante que el nuestro. Precisiones superfluas en p¨¢ginas deportivas, comprendo. Pero nada desde?ables, supongo, para los que quieren unas Vegas en Madrid o un renacer marbell¨ª a golpe de siderales ladrillazos, como aquel del innombrable Gil y Gil, creador de la palabra "ostent¨®reo", cuya proverbial zafiedad le va que ni pintiparada al inevitable Mourinho. Por cierto, ni en sue?os logr¨® Procopio evitarlo. Con el consiguiente desasosiego, no tard¨® en comprobar que, entre la chatarra espacial acumulada, en posici¨®n erguida, como perritos de las praderas brotados de sus madrigueras, aparec¨ªan miles y miles de mourinhos que, dedo en ristre y mueca intimidatoria, estaban esper¨¢ndole en el aparcamiento.
Fue entonces cuando, aterrorizado, se dio cuenta de que nuestros actos y gestos tienen repercusi¨®n inmediata y duradera en ¨¢mbitos gal¨¢cticos y de que estaba viviendo una espantosa pesadilla en la que, para colmo, ¨¦l iba disfrazado de ¨¢rbitro y los miles y miles de mourinhos eran feroces forofos que, al grito de "?subnormal!" (ignominioso exabrupto recientemente dedicado a Messi), le recriminaban el no haber expulsado a Pinto en Valencia, cuando par¨® el bal¨®n con la mano fuera del ¨¢rea (dicho sea de paso, por si alguien no lo supiera, Pinto es ese portero que Guardiola se empecina en sacar para que a su equipo no le falte alg¨²n sobresalto o descalabro inicial en los partidos coperos).
Sorprend¨ªa, eso s¨ª, que las huestes amourinhizadas no fueran capaces de olvidar un error arbitral que ni siquiera les afectaba a ellos y, en cambio, ninguno recordara haber visto el flagrante penalti que, con grotesca comedia incluida, hab¨ªa cometido Pepe en el ¨¢rea del Getafe. Desde aquel remoto exoplaneta CJ667Cc, nuestro personaje dedujo que el resentimiento de las masas era uno de los m¨¢s pertinaces y feos efectos de la pasi¨®n futbolera. Y, al advertir c¨®mo los amourinhados avanzaban hacia ¨¦l con aviesas intenciones, trat¨® de huir. Pero ninguna pesadilla tiene soluci¨®n dentro de la pesadilla, como ninguna crisis tiene soluci¨®n dentro del sistema que la genera. A la manera de Rajoy en el regazo de Merkel, Procopio cerr¨® los ojos para no ver lo que se le ven¨ªa encima y, a imagen y semejanza de San Zapatero, se dispuso al sacrificio final. Entonces tuvo una idea para no acabar, a su vez, despedazado: se despert¨®. Tr¨¦mulo y sudoroso, busc¨® in¨²tilmente la sonrisa de Mitzi Gaynor en los labios de Gina Pi. Ni siquiera estaba en el div¨¢n del consultorio, sino en un campo de f¨²tbol y con un pito en la boca. Ya no ten¨ªa remedio. Acababa de pitar penalti. La pesadilla se mord¨ªa la cola.
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