"S¨¦ hasta la matr¨ªcula del verdugo. Lo que quiero es a mi madre"
Mar¨ªa Silva era pobre y analfabeta. Nunca hab¨ªa salido de su pueblo, Casas Viejas (C¨¢diz). Pero a los 17 a?os, el 11 de enero 1933, se convirti¨® en un mito. Ese d¨ªa perdi¨® a seis miembros de su familia, tiroteados y abrasados en la choza de su abuelo, Curro Cruz, Seisdedos, tras una revuelta de campesinos anarquistas, y perdi¨® tambi¨¦n el nombre, porque, tras sobrevivir a la masacre, todos empezaron a llamarle La Libertaria. El diario Abc, que la visit¨® cinco d¨ªas despu¨¦s, en la c¨¢rcel, rese?aba: "Tiene 18 a?os [en realidad le faltaban tres meses para cumplirlos] y es bastante agraciada (...) Tiene todo su indumento sucio y haraposo. Nos pide que se le compren medias y alpargatas negras". A los 21 a?os, con un hijo de 13 meses y embarazada de seis meses, estaba muerta.
"Los golpistas la mataron a unos 30 o 40 kil¨®metros del pueblo de Paterna. No se sabe d¨®nde", relata Juan P¨¦rez Silva, que no puede acordarse de ella, porque a los 13 meses no se tienen todav¨ªa recuerdos, pero que no ha dejado de buscarla.
La barriga de su madre no disuadi¨® a los pistoleros. Ni para matarla, ni para torturarla. "La amarraron a una reja y abusaron de ella", cuenta su hijo, que ha ido enter¨¢ndose de estos doloros¨ªsimos detalles a medida que los testigos perd¨ªan el miedo a hablar. "Yo me he hecho el tonto toda la vida, pero en un pueblo chico, todo se sabe. Y todo esto pas¨® en un sitio donde no hubo frente de guerra. Aqu¨ª se trataba de sembrar el terror para dominar a la gente".
Juan P¨¦rez Silva estaba citado a declarar en el juicio contra Baltasar Garz¨®n ma?ana, para explicar en el Supremo por qu¨¦ denunci¨® en 2007 en la Audiencia Nacional la desaparici¨®n de su madre. Pero tiene 76 a?os y una grave enfermedad le impide acudir. "Me hubiera encantado poder decirles a los magistrados del Tribunal Supremo que ya va siendo hora de que se haga justicia. Y que no quiero que me digan qui¨¦nes fueron los verdugos, porque me s¨¦ hasta su n¨²mero de matr¨ªcula del coche. Aqu¨ª todav¨ªa viven muchos. Hijos de los que mataron a mi madre son mis amigos, porque los hijos, que no lo olvide nadie, no pueden escoger a sus padres. Yo no quiero venganza. Yo lo que quiero es lo m¨ªo: los restos de mi madre. Y que me digan c¨®mo muri¨®. La ¨²nica cosa que yo he deseado en la vida ha sido darle un entierro digno, con banda de m¨²sica, y tener un sitio para llevarle flores cuando yo quiera".
A su madre la mataron al principio de la Guerra Civil y a su padre, sindicalista de la CNT y director del peri¨®dico Cartagena Nova, el ¨²ltimo d¨ªa de la contienda. "Se hab¨ªan conocido en la c¨¢rcel de C¨¢diz. Mi padre medi¨® para que la liberaran despu¨¦s de la matanza de Casas Viejas porque era menor. Y lo consigui¨®: la dejaron libre (...) A mi padre lo mataron al final de la guerra. Lo sacaron de la redacci¨®n del peri¨®dico y lo fusilaron en Cartagena. Est¨¢ en una fosa com¨²n, pero s¨¦ d¨®nde. A m¨ª me gustar¨ªa volver a juntarles".
Juan P¨¦rez Silva se cri¨® con la cu?ada de su madre. "En la Guerra Civil y la dictadura mataron a 26 de mi familia", relata.
No solo lleva toda la vida batallando para encontrarla, tambi¨¦n para que inscribieran su defunci¨®n en el Registro Civil. Juan P¨¦rez Silva se gast¨® unos 2.000 euros para publicaciones de anuncios en peri¨®dicos y otros tr¨¢mites. El juzgado de Chiclana se hizo de rogar, pero finalmente Mar¨ªa P¨¦rez Silva fue dada por muerta en junio de 2011, 74 a?os despu¨¦s de haber sido fusilada.
Juan P¨¦rez Silva asegura que no entiende lo que le est¨¢ ocurriendo al juez Baltasar Garz¨®n, que admiti¨® a tr¨¢mite la denuncia que present¨® en 2007. "Pero yo conf¨ªo en la justicia", a?ade enseguida. "Sigo esperando mucho de ella".
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