Un pa¨ªs rico con miedo al futuro
Francia, segunda econom¨ªa de la zona euro, es un templo del Estado de bienestar cada vez m¨¢s dif¨ªcil de mantener
Cuentan los peri¨®dicos franceses que mucha gente estos d¨ªas est¨¢ yendo a los notarios para hacer donaciones a sus hijos. Temen que si Fran?ois Hollande gana hoy las elecciones, el Estado se convertir¨¢ en un monstruo recaudador que les robar¨¢ el dinero. Lo curioso es que no solo son los millonarios quienes lo hacen; tambi¨¦n obreros y peque?os comerciantes temen por sus ahorros. ¡°Ser¨¢ peor que en el 81¡±, dec¨ªa el otro d¨ªa una rica hacendada de provincias en el diario Lib¨¦ration, rememorando la victoria de Fran?ois Mitterrand, ¨²nico socialista que ha presidido la Rep¨²blica desde la posguerra.
?El viejo p¨¢nico a la voracidad de la izquierda ha regresado a esta Francia decadente y venida a menos, pero todav¨ªa m¨¢s enferma de riqueza que de pobreza. Azotada por la crisis y el paro, aunque en mucho mejor situaci¨®n que sus vecinos del sur, la fibra profunda de la segunda econom¨ªa del euro se mueve hoy entre la cerraz¨®n, el inmovilismo, el recelo a Europa, la obsesi¨®n por la p¨¦rdida de identidad, la disoluci¨®n de las patrias y la desaparici¨®n de las fronteras.
Pese a todo, la riqueza y el bienestar se miden todav¨ªa en ejemplos que dejan at¨®nito al visitante: el Estado a¨²n paga sueldos a los artistas (ya sean nacionales o extranjeros) mientras estos no trabajan, los funcionarios hacen 35 horas semanales y mantienen el sueldo intacto, y en plena campa?a electoral, con los dos candidatos compitiendo en promesas proteccionistas, Par¨ªs lleva dos semanas paralizada y sin coches porque ha habido vacaciones escolares de primavera.
Francia asiste como si fuera una isla desmembrada del continente a la decadencia europea y al nuevo reparto de la influencia mundial decidido por la globalizaci¨®n. Resulta curioso, porque Disney acaba de cumplir 20 a?os en las lluviosas afueras de Par¨ªs y es hoy el primer destino tur¨ªstico de Europa y da trabajo a 14.000 personas; Catar invierte millones de petrod¨®lares en el f¨²tbol, las armas, la pol¨ªtica o los suburbios de las ciudades, y las empresas francesas han colonizado durante siglos ?frica, las Antillas y Ocean¨ªa, pero los franceses siguen teniendo miedo del mundo exterior. La pregunta es: ?qu¨¦ deber¨ªamos sentir los dem¨¢s?
El pa¨ªs se mueve entre
Nicolas Sarkozy ha invocado cientos de veces la palabra Espa?a para atemorizar a los votantes con el presunto despilfarro que supondr¨¢ la victoria de Fran?ois Hollande. Sabe muy bien que los franceses temen acabar como los espa?oles, los griegos o los portugueses. Dejando aparte que Hollande propugna el fin de la austeridad a perpetuidad pero ofrece casi las mismas recetas de gastos e ingresos que Sarkozy para los pr¨®ximos cinco a?os (solo que con una distribuci¨®n m¨¢s justa y un plazo m¨¢s suave: d¨¦ficit cero en 2017 frente al 2016 de Sarkozy), y obviando el cinismo que supone que fuera el mismo Sarkozy uno de los c¨®mplices que oblig¨® a la Espa?a gobernada por Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero a abrazar las tesis del rigor mortis de Angela Merkel, resulta cuando menos ir¨®nico que el presidente saliente trate de presumir de buen gestor.
Nicolas Sarkozy gan¨® las elecciones presidenciales de 2007 prometiendo a los franceses la gran ruptura y una revoluci¨®n liberal. Cinco a?os despu¨¦s, Francia ha perdido su triple A, la deuda p¨²blica ha batido todos los r¨¦cords conocidos y roza el 89% del PIB, el paro ha aumentado en un mill¨®n de personas y el d¨¦ficit se sit¨²a en el 5,2% mientras el pa¨ªs crece al 1%.
Sin una estrategia industrial, con una competitividad mediocre y habiendo renunciado a liberalizar y a apostar por la educaci¨®n y la innovaci¨®n, el milagro Sarkozy ha quedado limitado a aguantar el tir¨®n. Durante cinco a?os, la derecha ha fracasado en el intento de reparar un ocaso lento e inexorable que, como en los a?os treinta del siglo XX, ha instalado en los pliegues m¨¢s profundos del pa¨ªs una marcada fragmentaci¨®n pol¨ªtica.
Cabalgando la pol¨ªtica del chivo expiatorio, la populista xen¨®foba Marine Le Pen y el populista de origen h¨²ngaro Sarkozy han atizado el miedo hacia el otro, vendiendo a sus votantes una especie de L¨ªnea Maginot imaginaria y aldeana: nada de espacio Schengen, nada de libre comercio, nada de deslocalizaciones. Francia ser¨¢ forte. Se aislar¨¢ del mundo, volver¨¢ la grandeur y todos podr¨¢n leer a St¨¦phane Camus (Sarkozy quiso decir Albert, pero tuvo un lapsus).
La derecha ha fracasado
A veces se dir¨ªa que Sarkozy ha perdido el sentido de la realidad y cree de verdad que Francia estar¨¢ mejor sola que dentro de Europa. Hace solo dos meses solo hablaba de copiar las reformas del excanciller alem¨¢n Gerhard Schr?der, y ahora copia y pega las ideas de Marine Le Pen. Todas, salvo la salida del euro y el regreso al franco. Hasta ah¨ª no ha llegado, o al menos no hab¨ªa llegado el viernes, cuando se cerr¨® este reportaje.
Pero basta visitar el gran feudo norte?o de Marine Le Pen, H¨¦nin-Beaumont, una mancomunidad que agrupa a 14 municipios y 125.000 habitantes, y su regi¨®n, Norte Paso de Calais, para darse cuenta de que el 18% del voto del Frente Nacional en la primera vuelta es en gran medida un grito de socorro contra la crisis y un mensaje de protesta contra los dos grandes partidos, la UMP y el PS, que se reparten el poder presidencial y municipal en el pa¨ªs.
En los a?os setenta, H¨¦nin-Beaumont era un territorio minero, una tierra de aluvi¨®n donde hab¨ªa inmigrantes espa?oles, italianos y marroqu¨ªes, h¨²medo y dominado por el Partido Comunista Franc¨¦s. Cuando en los a?os ochenta se acab¨® la miner¨ªa y lleg¨® la modernidad con un polo industrial made in France (Renault, Faurecia, Samsonite, Metaleurop, pero tambi¨¦n McDonalds y KFC), la peque?a ciudad pas¨® a ser un feudo socialista. Una vecina espa?ola, Mar¨ªa Francisca Gonz¨¢lez, recordaba el mes pasado que en 1981 ¡°todo el pueblo se tir¨® a la calle para festejar la victoria de Fran?ois Mitterrand¡±.
Pero las cosas cambiaron mucho en los ¨²ltimos a?os. Desde 2008, la crisis, las deslocalizaciones y los cierres dispararon el paro en el pueblo hasta las cotas m¨¢s altas del pa¨ªs, por encima del 15%. Las calles se llenaron de carteles de se vende y de locales de apuestas. El Partido Socialista local dej¨® de existir como tal en 2009 porque el alcalde, G¨¦rard Dalongeville, fue encarcelado por corrupci¨®n, y la UMP, que siempre hab¨ªa estado ausente, sigui¨® sin aparecer.
Funcionarios
Gonz¨¢lez, tan roja y dispuesta como su madre republicana, acompa?a al periodista a ver el camino que une los concejos hermanos de H¨¦nin y Beaumont. ¡°Este es el bulevar de la desolaci¨®n¡±, dice. Mientras el coche avanza, hace el recuento: ¡°Renault despidi¨® a gran parte de su plantilla, Faurecia ha vivido huelgas y despidos, cerr¨® Metaleurop despu¨¦s de tener dos a?os a los trabajadores bajo unas condiciones de seguridad lamentables, y con Samsonite fue peor: llegaron unos emprendedores de plantas solares, pero cogieron la subvenci¨®n del Gobierno para las energ¨ªas renovables y cuando formaron a los trabajadores cerraron la f¨¢brica dejando en la calle a 1.500 personas. Los t¨ªpicos patrones bandidos¡±.
El hundimiento pol¨ªtico, social y econ¨®mico tuvo efectos inmediatos: en 2010, el Frente Nacional sac¨® aqu¨ª el 48% de los votos en las municipales; y en 2011, la ultraderecha super¨® el 51% en los comicios regionales, ganando en 21 de los 38 cantones de Pas-de-Calais y rozando el 80% en Beaumont. Marine Le Pen se convirti¨® en consejera regional e instal¨® aqu¨ª su base: el Frente Nacional hab¨ªa dejado de ser un club de ricos jubilados de la Costa Azul. Como hizo la Liga del Norte en Lombard¨ªa, la ultraderecha sal¨ªa del ostracismo con el voto obrero. En la primera vuelta de las presidenciales, hace dos semanas, Le Pen sac¨® el 35% de los votos.
El asalto frentista a esta tierra desolada deber¨ªa haber desmontado el mito que afirma que la inseguridad ciudadana y la inmigraci¨®n son los dos n¨²cleos en los que se funden los votos y la ideolog¨ªa de la ultraderecha francesa: las clases populares de esta zona son en gran parte obreros en paro, inmigrantes o hijos de inmigrantes, y muchos votan a Le Pen. Ahora, en H¨¦nin-Beaumont, solo hay dos sedes oficiales: la del Frente Nacional, un primer piso casi clandestino situado encima de una ¨®ptica, y la del Frente de Izquierdas del extrotskista Jean-Luc M¨¦lenchon, que en la primera vuelta sac¨® aqu¨ª el 15% de los votos. Entre los dos frentes, el 50%.
En realidad, el relato de las fronteras de Sarkozy es una fantas¨ªa. Francia acude a las urnas con m¨¢s p¨¢nico que esperanza porque la industria se ha desangrado (medio mill¨®n de empleos perdidos en cinco a?os), el paro ha crecido hasta el 10% ¡ªel presidente prometi¨® bajarlo al 5%¡ª y la balanza comercial cerr¨® 2011 con un saldo negativo de 70.000 millones. Pero mientras los pol¨ªticos llaman un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n a replegar las velas proteccionistas de Europa, los funcionarios y sindicatos se resisten a apoyar la menor reforma, los habitantes de los suburbios no acceden al centro de las ciudades y las minor¨ªas y las mujeres siguen lejos del poder econ¨®mico.
Las minor¨ªas y las mujeres siguen a¨²n lejos del poder econ¨®mico
Ese es el balance real de Sarkozy, y lo que convertir¨ªa su victoria hoy en una monumental sorpresa o un s¨ªntoma de que realmente Francia est¨¢ como estaba en los a?os treinta y la cosa no tiene buena soluci¨®n.
As¨ª y todo, lo cierto es que medio pa¨ªs no se f¨ªa de que los socialistas lo vayan a hacer mejor. Bel¨¦n C¨¢novas, una treinta?era que vive en el riqu¨ªsimo distrito VII de Par¨ªs, cree que ¡°sus ideas son buenas, pero cuando llegan al poder hacen muchas tonter¨ªas, como la semana de las 35 horas, que ha sido un desastre¡±. Su conclusi¨®n, en todo caso, es que ¡°los franceses no son conscientes de la suerte que tienen. Tenemos un sistema social espl¨¦ndido, pero la gente se sigue quejando. El problema es que creen que todo eso se puede mantener sin trabajar¡±.
Cerca de la Torre Eiffel, el quiosquero de la calle de Gren¨¦lle, monsieur Trulin, de origen ¨¢rabe, afirmaba hace unos d¨ªas que la gauche se llevar¨¢ el gato al agua: ¡°A la gente no le gusta la personalidad de Sarkozy. Aunque es muy inteligente, tristemente las clases medias no le quieren. Su ¡®trabajar m¨¢s para ganar m¨¢s¡¯ ha acabado siendo ¡®trabajar m¨¢s para pagar m¨¢s¡¯. Ganar¨¢ la izquierda para hacer el trabajo sucio que hay que hacer, que es mucho¡±.
The Economist, sin embargo, ha dicho que ser¨ªa mejor que ganara Sarkozy. Cinco a?os despu¨¦s, los gur¨²s del liberalismo brit¨¢nico reconocen que su balance reformista ha sido mediocre, pero creen que Hollande es ¡°muy peligroso para Francia y para Europa porque quiere mantener a toda costa el Estado social m¨¢s caro del continente¡±, que cuesta el 56% del PIB.
Mantener el gigantesco Estado de bienestar se lleva el 55,9% del PIB
Hollande, afirmaba la revista, no tendr¨¢ las agallas necesarias para emprender las reformas que necesita Francia (mercado laboral, competitividad, descentralizaci¨®n...). Las mismas reformas, huelga decirlo, que Sarkozy no hizo mientras estuvo en el poder.
Y as¨ª est¨¢n las cosas: en solo unas semanas, Hollande ha pasado de ser apodado Flanby (un flan preparado) a ser un peligro para Europa. Pero muchos de los que le subestimaban han ido dando marcha atr¨¢s. Primero se dijo que vencer¨ªa por defecto, por eliminaci¨®n de un adversario muy impopular, pero desde que gan¨® la primera vuelta la percepci¨®n ha cambiado, y hoy toda Europa le ve como el pol¨ªtico que se atrevi¨® a decirle a Angela Merkel tres cosas: ¡°Alemania no puede decidir sola en nombre de toda Europa¡±, ¡°solo con la austeridad no vamos a ninguna parte¡± y ¡°es urgente cambiar la pol¨ªtica europea para crecer y crear empleo¡±.
El panorama ha cambiado tanto que hoy Merkozy ¨Cese gran invento de la mercadotecnia francesa¡ª parece haber pasado a los anales antes de que los votantes certifiquen siquiera su muerte cl¨ªnica. A su modo prusiano, Merkel y el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se han puesto a pensar en el pacto por el crecimiento promovido por Hollande, y este extra?o di¨¢logo a distancia ha dejado a Sarkozy en claro fuera de juego. La canciller se ha mostrado favorable a reforzar la capacidad del Banco Europeo de Inversi¨®n y a utilizar los Fondos Estructurales de la UE para apoyar el crecimiento. Son dos de las cinco medidas que Hollande enviar¨¢ por carta el 7 de mayo, si gana, a los jefes de Gobierno europeos. Las otras son los eurobonos (tremenda herej¨ªa), reabrir la discusi¨®n sobre el papel del BCE (anatema) y la tasa a las transacciones financieras.
La negociaci¨®n francoalemana, anticipa el favorito, ¡°ser¨¢ firme, pero amistosa¡±. Aunque Merkel advierte de que el tratado fiscal no se toca porque est¨¢ en proceso de ratificaci¨®n, los alemanes trabajan ya un ap¨¦ndice al texto. Hollande ha dicho que Francia no ratificar¨¢ el pacto si no se a?aden medidas de est¨ªmulo. Y adem¨¢s, aun con la boca peque?a, se ha mostrado abierto a dar m¨¢s fluidez al mercado laboral y a mejorar la eficacia del Estado, las dos reformas que Merkel y su mano derecha en Fr¨¢ncfort vislumbran para Francia.
A diferencia de Espa?a e Italia, aqu¨ª nadie habla
Hollande sabe bien una cosa: Francia no podr¨¢ crecer y por tanto no tendr¨¢ influencia si la UE no da un giro keynesiano y financia nuevas infraestructuras y la transici¨®n hacia la energ¨ªa verde. Berl¨ªn prefiere las reformas estructurales para sentar las bases de un crecimiento a (muy) largo plazo. Pero si gana el peligroso Hollande, y Merkel pone las barbas a remojar, quiz¨¢ tambi¨¦n este fundamentalismo se relaje un poco.
En tierra de nadie, a medio camino entre sus dos grandes vecinos: la rica, odiada y admirada Alemania, y la hoy pobre, austera y temida Espa?a, Francia deber¨¢ buscar fuera lo que no tiene dentro: posibilidades de invertir. Los economistas coinciden en que a lo m¨¢ximo que puede aspirar ahora es a preservar su admirado y car¨ªsimo Estado social subiendo la presi¨®n fiscal y recortando (pero muy poco) el nivel de gasto.
Los dos candidatos favoritos lo saben bien, y la m¨²sica de sus programas econ¨®micos suena casi id¨¦ntica. Hollande, acusado de manirroto por Sarkozy, ofrece un ajuste de 90.000 millones entre 2012 y 2017, con 50.000 millones de subida de impuestos y 40.000 millones de ahorro. Sarkozy, que presume de rigor y austeridad, ha enviado su Plan de Estabilidad a Bruselas con cifras muy parecidas, pero contando desde 2011 y equilibrando las cuentas en 2016: 115.000 millones de ajuste, repartidos en 75.000 millones de ahorro (milagroso, con una previsi¨®n anual del 0,4% de aumento del gasto), y 40.000 millones m¨¢s de impuestos.
¡°Estamos en la fase del control presupuestario y obligados a reducir el d¨¦ficit¡±, explica el economista J¨¦rome Sgard, especialista del Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales (CERI), ¡°y por eso las estrategias de Hollande y Sarkozy son muy parecidas: los dos piensan que el Estado social, la sanidad y el desempleo se pueden costear y preservar simplemente subiendo los impuestos y manteniendo el gasto al nivel de la inflaci¨®n: y los dos creen que pueden salir de la crisis fiscal sin hacer reformas estructurales¡±.
S¨ª, a diferencia de Espa?a o Italia, en Francia nadie habla todav¨ªa de reformar el mercado de trabajo. En los programas de los favoritos no hay ni menci¨®n a las medidas que Alemania impone hoy al sur, que Schr?der puso en marcha hace una d¨¦cada y que muchos consideran el secreto del ¨¦xito teut¨®n. Quiz¨¢ porque los franceses conocen mejor que nadie el poder de bloqueo de los sindicatos, lo m¨¢s parecido es que Sarkozy plantea flexibilizar el sistema de prestaci¨®n de desempleo (sometiendo la reforma a un refer¨¦ndum para evitar el boicot sindical).
¡°Ser¨ªa una medida muy impopular, y adem¨¢s Bruselas no nos lo exige porque cree que estamos mejor que los pa¨ªses del sur¡±, explica el profesor Sgard. ¡°La ventaja de la econom¨ªa francesa es que fiscalmente es mucho m¨¢s s¨®lida que la italiana, y no tiene el terrible problema espa?ol con los bancos atrapados en el sector inmobiliario¡±.
?Y la desventaja? Que la distancia entre Francia y los pa¨ªses ricos del norte europeo ¡ªAlemania, Pa¨ªses Bajos, los escandinavos¡ª ha ido aumentando sin cesar en los ¨²ltimos a?os. ¡°Crecemos mucho menos que Alemania porque no hemos apostado por los sectores adecuados, la tecnolog¨ªa avanzada, la innovaci¨®n y la investigaci¨®n. Estamos m¨¢s o menos como Reino Unido, a mitad de camino entre el norte y el sur¡±, afirma Sgard.
Al ver el exitazo de The Artist e Intocable, cabe preguntarse si no ser¨¢ la excepci¨®n cultural el producto nacional que mejor se vende fuera¡ Junto a los bolsos de Louis Vuitton y otros lujos, claro. ¡°No exageremos¡±, bromea Sterdyniak. ¡°Todav¨ªa somos fuertes en turismo y agroalimentario, en trenes y aviones, y a¨²n tenemos la qu¨ªmica y la farmacia, aunque es verdad que la p¨¦rdida de competitividad y la ausencia de una pol¨ªtica coherente han da?ado nuestras industrias¡±.
Parad¨®jicamente, si algo caracteriza a la Francia del siglo en el que se ha puesto en cuesti¨®n el Estado de bienestar es su elefanti¨¢sico sector p¨²blico. Mantenerlo cuesta una fortuna, m¨¢s de la mitad de la riqueza nacional: el 55,9% del PIB en 2011 (contra el 43,3% de media en los pa¨ªses de la OCDE). Comparado con el alem¨¢n, quiz¨¢ parezca caro y poco eficiente, pero sigue siendo el orgullo y la joya de la Rep¨²blica. La gran duda consiste en saber si es sostenible y por cu¨¢nto tiempo lo ser¨¢ ese mamut estatal que ampara a 65 millones de franceses de las turbulencias del capitalismo salvaje. En cualquier caso, no parece que Francia, gane qui¨¦n gane el 6 de mayo y mande qui¨¦n mande en Bruselas, vaya a convertirse en un para¨ªso ultraliberal a corto plazo. Sobre todo, si gana el peligroso Hollande.
Philippe Mani¨¨re, autor del libro El pa¨ªs donde la vida es m¨¢s dura (Grasset), ha escrito en el Financial Times que ¡°la globalizaci¨®n est¨¢ revelando la injusticia del modelo franc¨¦s. La promesa de igualdad, central en el pacto republicano, ha sido traicionada porque siempre son los mismos quienes corren los riesgos (especialmente el de perder su trabajo), mientras otros disfrutan las oportunidades (buena carrera y buen salario). Y esto refleja la inmovilidad social de un pa¨ªs (¡) donde los caminos del ¨¦xito est¨¢n cerrados para los j¨®venes, las mujeres, las minor¨ªas ¨¦tnicas y los que no nacen en buenas familias¡±.
Esa distancia de las ¨¦lites, alianza pol¨ªtica, medi¨¢tica y empresarial explica en buena parte el fen¨®meno del Frente Nacional y a la vez el del Frente de Izquierdas, porque los dos beben, m¨¢s que del apoyo de nost¨¢lgicos fascistas y comunistas, que tambi¨¦n del voto indignado y antisistema.
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