El declive de la ¡®marca Espa?a¡¯
En los ¨²ltimos a?os la credibilidad de Espa?a en el extranjero ha sufrido un mazazo.
En los ¨²ltimos dos a?os, la credibilidad de Espa?a en el extranjero ha sufrido un mazazo. Desde la Transici¨®n, ser espa?ol hab¨ªa dejado de ser algo negativo, digno de desconfianza. Creo que puedo decir esto con conocimiento de primera mano: llevo 20 a?os viviendo en EE UU, Reino Unido y en los tres pa¨ªses del Benelux, y nunca he tenido ninguna sensaci¨®n de que la gente pensara que los espa?oles no ¨¦ramos de fiar. Espa?a hab¨ªa construido, sobre la base de unos enormes logros pol¨ªticos y econ¨®micos tras la Transici¨®n, un acervo de respeto y confianza que nos permit¨ªa a todos los espa?oles ir con la cabeza muy alta por el mundo. Despu¨¦s de miles de art¨ªculos positivos en prensa sobre el milagro pol¨ªtico y econ¨®mico, la marca Espa?a quer¨ªa decir modernidad, alegr¨ªa, calidad de vida, trabajo duro, transici¨®n.
Desgraciadamente, esto no es ya as¨ª. Los miles de art¨ªculos son ahora sobre aeropuertos en el desierto, incomprensibles e imprevistas pero enormes desviaciones presupuestarias, corrupci¨®n, desempleo, un sistema financiero aparentemente s¨®lido donde los n¨²meros no eran de fiar. Las consecuencias de esta p¨¦rdida de credibilidad son grav¨ªsimas para nuestro sobreendeudado pa¨ªs, que est¨¢ a merced de las ganas de los dem¨¢s de seguirnos prestando dinero; a merced, en definitiva, de que crean nuestras promesas. Estas consecuencias afectan a nuestros socios y a los inversores extranjeros, pero tambi¨¦n las sufrimos directamente como ciudadanos.
Empezando por nuestros socios, la consecuencia m¨¢s peligrosa e inmediata de la p¨¦rdida de credibilidad es la dificultad para nuestro pa¨ªs (y de Italia tras Silvio Berlusconi y Grecia tras Giorgos Papandreu) para hacer promesas cre¨ªbles en las negociaciones europeas con vistas al ajuste. El reciente acuerdo en la cumbre de la UE para recapitalizar a la banca es sin duda excelente para Espa?a, y un gran ¨¦xito. Pero la UE podr¨ªa, si se fiara de nosotros, tambi¨¦n flexibilizar el brutal ajuste presupuestario que debe hacer Espa?a en medio de la peor depresi¨®n en 50 a?os.
Nosotros, a cambio, nos comprometer¨ªamos a hacer el ajuste m¨¢s adelante, a hacer reformas estructurales m¨¢s profundas (por ejemplo, en el muy ineficiente sector de servicios profesionales), a ser fiables en el futuro, a no estar permanentemente poniendo el cazo bajo amenaza de portarnos como Sans¨®n y destruir el templo. Esto ser¨ªa mucho mejor para Espa?a, que no tendr¨ªa que hacer pol¨ªticas dur¨ªsimas en medio de una gran recesi¨®n, y mejor para ellos, que correr¨ªan menos riesgo de tener que rescatarnos. Pero en este juego ellos tienen que mover primero y confiar en nosotros, comprometerse ahora sin saber ¡ªno pueden saberlo¡ª si les vamos a tomar el pelo luego, cuando nos toque hacer nuestra parte. De hecho, sienten (con raz¨®n) que ya les hemos enga?ado por las razones que elabor¨¢bamos antes. Europa se ha convencido de que ¡°no somos de fiar¡± y de que ¡°si no nos tienen contra la pared, dejamos inmediatamente de hacer cosas¡±.
El sistema pol¨ªtico debe pasar los ¡®tests¡¯ de limpieza habituales en los pa¨ªses m¨¢s avanzados
Los ejemplos son conocidos: ?no reintrodujimos la deducci¨®n de vivienda al calor de la intervenci¨®n del Banco Central Europeo en los mercados en el primer trimestre? Nuestras promesas no son cre¨ªbles. No podemos decir: no se preocupen, que ya cumpliremos cuando la crisis mejore, porque es imposible que nos comprometamos de forma cre¨ªble a ello, dado lo que ha pasado con el sector financiero, con las cuentas p¨²blicas, con las autonom¨ªas¡ He o¨ªdo variantes de esta idea de m¨²ltiples funcionarios alemanes y europeos en general: ¡°Ya no creemos en la condicionalidad, es el momento de los hechos y de las instituciones, no de las promesas¡±.
La p¨¦rdida de credibilidad tambi¨¦n afecta a los inversores extranjeros, de los que dependemos para continuar refinanciando la enorme deuda adquirida. En presentaciones o discusiones, siempre hablan del mismo problema de credibilidad: ?c¨®mo vamos a invertir en una empresa el¨¦ctrica (que parecen baratas) si no tenemos ni idea de cu¨¢l ser¨¢ el marco regulatorio a medio plazo? ?C¨®mo vamos a invertir en un banco si no sabemos si nos podemos fiar de nada? Adem¨¢s, en una crisis, la pol¨ªtica importa much¨ªsimo, y nuestro sistema pol¨ªtico no tiene credibilidad. En tiempos normales, al inversor no le importa mucho el Gobierno de un pa¨ªs, porque sus inversiones estar¨¢n seguras independientemente de qui¨¦n gobierne. Pero en un momento como el actual, el c¨®mo naveguen los Gobiernos estas complicadas aguas determina la rentabilidad de cualquier inversi¨®n. Si no se sabe cu¨¢les son los planes de los planes a medio plazo, si da la sensaci¨®n de que van dando bandazos, los inversores no pueden comprometerse con el pa¨ªs. Es por eso por lo que los problemas de liderazgo son cruciales en estos momentos.
Finalmente, esta p¨¦rdida de credibilidad tambi¨¦n nos afecta individualmente a los ciudadanos. Les cuento algunas an¨¦cdotas casi triviales, pero clarificadoras, todas de las ¨²ltimas semanas. En una reuni¨®n reciente sobre la crisis en la que particip¨¦, un exbanquero central espa?ol afirm¨®: ¡°Yo he sido banquero central¡±, y recibi¨® la respuesta con retranca: ¡°Ya, pero banquero central espa?ol¡±. Un socio s¨¦nior de una consultora espa?ola me contaba que hizo recientemente una presentaci¨®n en Washington y que cuando hablaba del sistema financiero espa?ol, todo eran risitas y codazos de ¡°?mira qu¨¦ cosas nos cuenta este!¡±. Un alto cargo espa?ol de un banco de inversi¨®n global vino a mi oficina en la London School of Economics para que le ayudara a pensar en c¨®mo reciclarse, porque ocuparse de Espa?a en el banco era ¡°el beso de la muerte¡±. Hace unos d¨ªas, The New York Times se preguntaba en un largo art¨ªculo por el ¡°qu¨¦ sab¨ªan¡± y ¡°cu¨¢ndo lo supieron¡± de los altos cargos espa?oles en organismos financieros internacionales, Jaime Caruana, Jos¨¦ Vi?als y Rodrigo Rato.
?Qu¨¦ hacer? Lo obvio. Lo m¨¢s importante es que el sistema pol¨ªtico tiene que hacer un esfuerzo enorme por reforzar las instituciones y las personas que las ocupan. Los nombramientos deben ser impecables, es crucial abandonar las pr¨¢cticas de rep¨²blica bananera de nombrar cu?ados, hermanas, primos, amigos, compa?eros de promoci¨®n para todos los puestos. Hay que ser implacable con la corrupci¨®n, hacer comisiones de investigaci¨®n. Hay que impulsar la cultura de las dimisiones para los que se equivoquen gravemente: si un alt¨ªsimo cargo se ha inventado su curr¨ªculo y su licenciatura, debe dimitir de inmediato. Adem¨¢s, las promesas deben ser cre¨ªbles. Los gobernantes deben hacer planes a largo plazo y cumplirlos. Los mensajes cruzados contradictorios y, a¨²n peor, los mensajes transparentemente falsos, nos hacen un enorme da?o.
La credibilidad internacional de Espa?a determina en gran parte nuestra prima de riesgo y nuestra relaci¨®n con nuestros socios europeos. Nos va todo nuestro futuro profesional y econ¨®mico, no ya como pa¨ªs, sino tambi¨¦n como individuos, en que el sistema pol¨ªtico pase los tests de limpieza y profesionalismo que son corrientes en los pa¨ªses del entorno en el que aspiramos a estar. En el test que supondr¨¢n estos a?os de crisis, las decisiones que tomemos en estos temas determinar¨¢n que este pa¨ªs a caballo entre ?frica y Europa se parezca m¨¢s y m¨¢s a su sur o a su norte.
Luis Garicano es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Estrategia de la London School of Economics.
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