Compuesto, sin novia y aburrido en Catar

Solos y lejos de sus pa¨ªses, decenas de miles de trabajadores asi¨¢ticos sufren las penalidades de ser solteros en Catar, donde no son bienvenidos en los templos de ocio, los centros comerciales, por lo que ahora se construye uno especial para ellos.
Dos tercios de los casi dos millones de habitantes del emirato son solteros, la mayor¨ªa inmigrantes de La India, Pakist¨¢n, Filipinas, Bangladesh, Sri Lanka y Nepal, que, aunque tengan c¨®nyuge en su lugar de origen, legalmente son considerados c¨¦libes si pasan m¨¢s de seis meses solos en Catar.
Tras una dura semana de trabajo, estos hombres, muchos de ellos obreros de la construcci¨®n, no tienen d¨®nde pasar su ¨²nica jornada libre, el viernes, ya que en la mayor¨ªa de lugares de esparcimiento ese d¨ªa est¨¢ dedicado a las familias y, aunque la entrada de solteros no est¨¢ prohibida, su presencia est¨¢ mal vista.
As¨ª ocurre en los centros comerciales, donde el aire acondicionado supone un aliciente m¨¢s en verano para protegerse de temperaturas de hasta 50 grados: un lujo al alcance de catar¨ªes y expatriados occidentales y de otros pa¨ªses, pero no de los trabajadores asi¨¢ticos.
No lo tienen m¨¢s f¨¢cil en invierno, cuando el clima permite recorrer a pie los 5 kil¨®metros del paseo mar¨ªtimo de Doha, la Corniche, porque aqu¨ª tampoco son bienvenidos los hombres solteros, que suelen pasar el d¨ªa en grupo.
Por tanto, cuando llega el viernes, los inmigrantes asi¨¢ticos, que representan el 74 % de la poblaci¨®n, se ven obligados a permanecer recluidos en los complejos residenciales donde viven en la zona industrial de la ciudad.
La ¨²nica alternativa para entretenerse es pasar el d¨ªa en las calles que rodean el zoco, donde se re¨²nen para hablar, fumar y compartir sus ratos de asueto con amigos.
Ese es el caso de Raj, un obrero que parad¨®jicamente trabaja en la construcci¨®n de un centro comercial, para quien los viernes "son muy aburridos" si no puede juntarse con sus compa?eros.
"Si me quedo en mi cuarto me siento muy triste, pero tampoco tenemos a d¨®nde ir", lamenta.
Para atender las necesidades de estos trabajadores se est¨¢ construyendo un centro de ocio en el ¨¢rea industrial de Doha, especial para hombres solteros, con instalaciones deportivas, recreativas, de entretenimiento y comerciales.
El complejo albergar¨¢ un estadio de cricket, adem¨¢s de cuatro salas de cine, restaurantes y un teatro al aire libre, donde se celebrar¨¢n conciertos, espect¨¢culos culturales, reuniones y otras actividades.
"Estoy deseando que abra el nuevo centro comercial, pero espero que sea barato", comenta Raj, que cobra unos 320 euros al mes.
En las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, la poblaci¨®n de Catar se ha multiplicado por 15 por el enorme flujo de trabajadores extranjeros, necesarios para llevar a cabo los ambiciosos proyectos inmobiliarios del emirato con vistas al campeonato mundial de f¨²tbol de 2022.
Para conseguir un permiso de residencia en este pa¨ªs es imperativo contar con un patrocinador, es decir, una empresa o particular que responda por el inmigrante.
Este sistema garantiza que los extranjeros que viven en Catar (casi el 90 % de la poblaci¨®n) trabajen y que la tasa de desempleo sea solo del 0,6 %.
Sin embargo, Human Rights Watch (HRW) advierte de que la legislaci¨®n laboral para proteger a estos empleados "raramente se aplica".
En su informe de 2013, denuncia que la kafala (patrocinio) vincula la residencia legal de los inmigrantes a su empleador o patrocinador, con lo que no pueden cambiar de trabajo o abandonar el pa¨ªs sin el consentimiento del contratante.
Joy es un taxista filipino que lleva pocas semanas en Doha y que al d¨ªa siguiente de llegar ya conduc¨ªa un taxi, sin conocer la ciudad y sin la ayuda de un GPS o un mapa.
"Conducir por esta ciudad es muy peligroso, nunca pens¨¦ que ser¨ªa as¨ª. Tengo miedo de no encontrar el camino de vuelta a casa", admite a Efe Joy, que se queja de la vivienda que le ha proporcionado la empresa, porque "est¨¢ en la zona industrial".
"Muchos de mis compa?eros han sido hospitalizados con problemas respiratorios por la contaminaci¨®n", lamenta.
En el caso de las mujeres inmigrantes, cuyo n¨²mero es mucho menor, la mayor¨ªa est¨¢n empleadas en el servicio dom¨¦stico, aunque est¨¢n excluidas de la legislaci¨®n laboral y desprovistas de una limitaci¨®n de horas de trabajo o una garant¨ªa de un d¨ªa de descanso semanal.
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