La crisis en Atenas genera una nueva casta de pobres
![Funcionarios griegos ondean banderas nacionales durante una protesta contra las reformas del Gobierno, en Atenas, Grecia, este viernes.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KR5TDANDIOC3ZRNC7SVNLRU6EM.jpg?auth=f40e9e70572ab8ff59148aef46a633439ff3ceb77c31075a96ed4efa5a743a27&width=414)
En la colina de Filopapos -entorno natural privilegiado con vistas a la Acr¨®polis y lugar de encuentro de las ninfas-, en medio de los pinares y ocultos en las cavidades de la gigantescas rocas viven Yannis, Dimitris y Yorgos. Los tres pertenecen a la nueva casta de pobres que ha engendrado la crisis.
Los turistas que pasean por estos parajes siguiendo los empedrados caminos que llevan de un sitio arqueol¨®gico a otro dif¨ªcilmente pueden imaginar que en este id¨ªlico lugar moran m¨¢s de una docena de personas -en verano son incluso unas cuarenta-, ocultas en casas improvisadas entre matorrales o en peque?as cuevas.
Yannis tiene 58 a?os y desde septiembre pasado vive aqu¨ª con cuatro perros; uno de ellos incluso tiene su propia caseta. Yannis, no. ?l tiene un par de lonas, un pino y un arbusto, debajo del cual se ha montado todo un hogar.
Hay una radio, un fogoncillo, mucha ropa, un frutero con naranjas y hasta alg¨²n objeto de decoraci¨®n.
"Al mediod¨ªa me preparo unos huevos pasados por agua, ensalada, pan. Hasta tengo vino y coca-cola", dice a Efe sin atisbo de queja: "Por la noche, como en la parroquia".
Yannis sabe de cocina. Es chef y ¨¦se es su problema. El a?o pasado, en el momento m¨¢s acuciante de la crisis, el hotel donde trabajaba le anunci¨® que le recortaba su salario a la mitad. ?l no estaba acostumbrado a trabajar por una "miseria" de 1.000 euros, dice.
"Mi error fue no darme cuenta de que ya tengo 58 a?os. Pensaba que iba a encontrar un trabajo enseguida, pero no fue el caso. Al principio todav¨ªa pude tirar de mis ahorros, pero una vez que se me acabaron, me vine aqu¨ª", explica.
Yannis se va sacando alg¨²n dinero recogiendo pl¨¢stico y metales: "Cuando re¨²no 200 kilos, los vendo y me dan unos 200 euros".
Su historia parece acercarse a un final feliz. Para la temporada de verano ha encontrado trabajo en varios hoteles, dice, lo que le permitir¨¢ reunir dinero para alquilar despu¨¦s un apartamento.
Dimitris es su vecino m¨¢s cercano. Vive a unos cien metros de distancia, pr¨¢cticamente pegado al sendero tur¨ªstico, lo que le ha causado muchos problemas con las autoridades arqueol¨®gicas, entre otras cosas porque en los seis a?os que lleva viviendo aqu¨ª ha transformado su entorno natural en las paredes de su casa.
De los ¨¢rboles cuelgan avioncitos de madera, un tren de hojalata y hasta un cuadro con motivos florales. Al lado de los pinos, y eso es lo que m¨¢s problemas le ha tra¨ªdo, ha plantado troncos de Brasil; no son precisamente las plantas que uno se encuentra habitualmente en medio un pinar.
Dimitris tiene 65 a?os, y no tiene ni la m¨¢s m¨ªnima esperanza -ni probablemente ganas- de regresar al sistema. Al igual que Yannis, es un hombre al que le gusta leer, no bebe, no desvar¨ªa, est¨¢ perfectamente arreglado, la barba recortada, la ropa limpia.
Hace seis a?os perdi¨® su ¨²ltimo trabajo en una empresa de limpieza y desde entonces vive en este bosque. ?l tambi¨¦n va haciendo alg¨²n que otro trabajo. El ¨²ltimo fue ayudando a acondicionar un peque?o teatro en el centro de Atenas. La comida se la trae todos los d¨ªas un amigo que cuida de ¨¦l.
Yannis y Dimitris no tienen mucho contacto entre s¨ª, ninguno de los "colonos" de Filopapos parece haber hecho amistad con alg¨²n vecino. Como mucho se respetan.
Estos hombres tienen algo en com¨²n, adem¨¢s del hecho de que han preferido retirarse a este bosque urbano, con vistas al mar de cemento que es Atenas. Lo que les une es un amor propio y unos principios que colocan por encima de todo. M¨¢s vale ser pobre que esclavo. Esa parece ser su consigna.
El mejor ejemplo lo ofrece quiz¨¢s Yorgos, o mejor dicho, el se?or Yorgos, como lo presenta Dimitris al llevarnos hasta su casa, donde un cartel de cart¨®n que dice "Villa Yorgos" recibe al visitante.
Yorgos tiene 63 a?os y es marmolista. Hasta hace un a?o trabajaba como empresario aut¨®nomo. De repente, el golpe que la crisis asest¨® tambi¨¦n en Grecia al sector del ladrillo lo convirti¨® en un jornalero.
"No estoy dispuesto a trabajar por veinte euros al d¨ªa. Llevo muchas d¨¦cadas en esto. Le he ense?ado a muchos la profesi¨®n", cuenta.
Yorgos ha sido adem¨¢s m¨²sico: ha recorrido medio mundo -en Argentina vivi¨® ocho meses- como guitarrista y cantante.
Tambi¨¦n ¨¦l prefiere juntar y vender basura y sacarse con ello de vez en cuando veinte euros, pero sin depender de nadie, que ganar lo mismo sometido a las ¨®rdenes de un patr¨®n.
Aunque se trate de casos muy particulares, estos tres hombres solo son un ejemplo del coste humano que ha tenido la crisis.
Seg¨²n un estudio de la ONG Klimaka, el n¨²mero de los sin techo en Grecia (11 millones de habitantes) alcanza ya las 20.000 personas, de las que una de cada cinco posee un t¨ªtulo universitario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.