Un ¡®new deal¡¯ europeo para el siglo XXI
La l¨®gica econ¨®mica del capitalismo financiero ha entrado en colisi¨®n con la l¨®gica pol¨ªtica de la democracia
La necesidad de un cambio radical de pol¨ªtica econ¨®mica en Europa es evidente. Solo aquellos que analizan la realidad a trav¨¦s de sus particulares dogmas o intereses lo niegan.
Pero no ser¨¢ f¨¢cil. No se resuelve con un cambio de Gobiernos. El problema es m¨¢s profundo. Reside en el hecho de que los procesos de formaci¨®n de decisiones p¨²blicas responden m¨¢s a los intereses de las ¨¦lites financieras y econ¨®micas que a un inter¨¦s general europeo.
Esta falta de legitimidad democr¨¢tica de las pol¨ªticas tiene mucho que ver con el malestar social y la frustraci¨®n de muchos ciudadanos. A su vez, esta frustraci¨®n provoca desafecci¨®n con los partidos tradicionales, a la vez que sirve de caldo de cultivo para el populismo pol¨ªtico extremo.
Pero no ser¨¢ f¨¢cil cambiar esas viejas pol¨ªticas. Por dos razones.
La primera es que las pol¨ªticas no cambian por el solo hecho de que no funcionen. Es necesario que existan alternativas persuasivas. Es lo que sucedi¨® en la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta con las teor¨ªas de J. Maynard Keynes. Hoy estamos esperando al Keynes del siglo XXI.
La segunda es que la existencia de alternativas es una condici¨®n necesaria, pero no suficiente. Hace falta algo m¨¢s. Se necesita un proyecto compartido que sirva de pegamento entre los diferentes intereses existentes. En el pasado esa visi¨®n compartida surgi¨® despu¨¦s de sucesos dram¨¢ticos.
La crisis financiera de 1929 y la Gran Depresi¨®n que la sigui¨® son ilustrativas. A pesar de las terribles consecuencias sociales (tan bien recogidas en novelas como Las uvas de la ira de John Steinbeck y en el cine de la crisis de los treinta), el llamado error de 1937 en Estados Unidos y el error Br¨¹ning de la Rep¨²blica de Weimar en Alemania, vinculados ambos a las pol¨ªticas de austeridad, son reveladores de la dificultad del cambio de pol¨ªticas.
Fueron las secuelas de los fascismos y del conflicto b¨¦lico las que finalmente alumbraron un new deal. Ese nuevo pacto social sirvi¨® de pegamento para reconciliar capitalismo y democracia y para el cambio de pol¨ªticas.
?Veremos ahora un new deal sin tener que esperar a eventos tan dram¨¢ticos?
La recesi¨®n y el paro masivo lo favorecen. Pero, como he dicho, no ser¨¢ f¨¢cil. Una raz¨®n adicional es que el new deal del siglo XXI ha de responder a dos retos complejos. A corto plazo, afrontar el problema del paro y del crecimiento. A medio plazo, reconciliar capitalismo con democracia.
El problema del crecimiento obliga a repensar el papel de las pol¨ªticas y los mercados. En el pensamiento macroecon¨®mico de los ¨²ltimos veinte a?os, la pol¨ªtica fiscal y la regulaci¨®n financiera ten¨ªan escaso papel en la gobernanza de la econom¨ªa. La pol¨ªtica monetaria, por su parte, estaba focalizada en un solo objetivo, la inflaci¨®n, y en un ¨²nico instrumento, el control de los tipos de inter¨¦s a corto plazo del banco central.
La crisis ha hecho trizas este enfoque, en todos sus frentes.
En los objetivos. La nueva pol¨ªtica monetaria ha de tomar en consideraci¨®n m¨¢s objetivos que el de la inflaci¨®n. El cambio lo ha iniciado la Reserva Federal de Estados Unidos al anunciar que mantendr¨¢ su pol¨ªtica monetaria laxa hasta que el desempleo no baje del 6,5%, siempre que no peligre la inflaci¨®n. El BCE tendr¨ªa que hacer algo similar.
En los instrumentos. El BCE tiene que usar con m¨¢s decisi¨®n los instrumentos no convencionales de pol¨ªtica monetaria, como est¨¢n haciendo otros bancos centrales. Tal como un m¨¦dico hace transfusiones de sangre a un paciente que ha tenido un accidente y se est¨¢ desangrando, el BCE tiene que inyectar cr¨¦dito en aquellas partes de la econom¨ªa que no tienen pulso. El BCE es el banco de sangre de la econom¨ªa europea, pero parece gestionado por testigos de Jehov¨¢ a los que su religi¨®n impide hacer transfusiones.
En las estrategias. Los defensores de la idea de la centralizaci¨®n de la pol¨ªtica fiscal no han aclarado las consecuencias pol¨ªticas que tendr¨ªa el transferir la soberan¨ªa nacional sobre impuestos y gastos a una autoridad central europea sin legitimidad democr¨¢tica. Vaciar al Estado nacional de sus capacidades para lograr la cohesi¨®n social ser¨ªa un error fatal. El Estado es parte de la soluci¨®n al problema de la falta de legitimidad democr¨¢tica de las pol¨ªticas europeas, no su causa.
Es necesario, por tanto, reinventar las pol¨ªticas macroecon¨®micas. Y hay que hacerlo desde fundamentos democr¨¢ticos m¨¢s s¨®lidos que hasta ahora. La independencia del BCE no es ajena a esta exigencia.
Pero el reto es a¨²n mayor. Como sucede cuando baja la marea, la crisis permite ver los peligros que estaban ocultos bajo la pleamar del cr¨¦dito. En particular, la espectacular desigualdad que se ha ido creando en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Esta desigualdad es la nueva enfermedad del siglo XXI.
Esta desigualdad nos revela una cosa: que la l¨®gica econ¨®mica del capitalismo financiero y corporativo ha entrado en l¨ªnea de colisi¨®n con la l¨®gica pol¨ªtica de la democracia. Si se dejan avanzar, chocar¨¢n violentamente, como ya lo hicieron en el siglo pasado.
La ¨²nica manera de evitar ese choque de trenes es creando un pegamento que de nuevo reconcilie capitalismo y democracia. Un new deal del siglo XXI que aproveche la fuerza creadora de riqueza del primero y la capacidad redistribuidora de la democracia.
Pero, hoy por hoy, no existe ni un inter¨¦s general europeo, un proyecto compartido que sirva de pegamento. Ni tampoco instituciones democr¨¢ticas que lo formulen y defiendan. Ante ese vac¨ªo, dominan los intereses financieros y de los pa¨ªses m¨¢s fuertes. No es de extra?ar que el populismo y el nacionalismo, aun siendo una falsa soluci¨®n pol¨ªtica, se vaya abriendo paso, con toda la capacidad de destrucci¨®n que la historia ha demostrado que tiene. La alternativa est¨¢ en un new deal europeo para el siglo XXI.
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