Los juegos del hambre, EE UU
Algo terrible le ha pasado al alma del Partido Republicano. Hemos ido m¨¢s all¨¢ de una mala doctrina econ¨®mica. Hemos ido incluso m¨¢s all¨¢ del ego¨ªsmo y los intereses creados. A estas alturas, hablamos de una mentalidad que se regodea infligiendo m¨¢s sufrimiento a los que ya est¨¢n destrozados.
La causa de estos comentarios es, como tal vez habr¨¢n imaginado, el monstruoso proyecto de ley agraria que la C¨¢mara de Representantes aprob¨® la semana pasada.
Durante d¨¦cadas, los proyectos de ley agraria han tenido dos componentes principales. Uno de ellos ofrece subvenciones a los agricultores; el otro ofrece ayuda alimentaria a los estadounidenses con problemas econ¨®micos, principalmente en forma de cupones para alimentos (ahora conocidos oficialmente como Programa de Asistencia Alimentaria Complementaria, o SNAP, por sus siglas en ingl¨¦s).
Hace mucho tiempo, cuando las subvenciones ayudaban a muchos agricultores pobres, se pod¨ªa defender todo el paquete como una forma de apoyar a los necesitados. Con el paso de los a?os, sin embargo, los dos componentes corrieron diferente suerte. Los subsidios agrarios se convirtieron en un programa lleno de fraudes que beneficia principalmente a las corporaciones y a los individuos con dinero. Mientras que los cupones para comida se convirtieron en una parte esencial de la red de seguridad social.
As¨ª que los republicanos de la C¨¢mara han votado a favor de mantener los subsidios agrarios ¡ªen una escala m¨¢s alta que la propuesta tanto por el Senado como por la Casa Blanca¡ª, mientras que los cupones para alimentos se suprimen del proyecto de ley.
Para apreciar plenamente lo que acaba de aprobarse presten atenci¨®n a la ret¨®rica que los conservadores suelen usar para justificar la eliminaci¨®n de los programas de Seguridad Social. Dice algo as¨ª: ¡°Ustedes son libres de ayudar a los pobres a t¨ªtulo personal. Pero el Gobierno no tiene derecho a robar el dinero a los ciudadanos¡± ¡ªfrecuentemente, en este punto a?aden las palabras ¡°a punta de pistola¡±¡ª ¡°y obligarlos a d¨¢rselo a los pobres¡±.
Sin embargo, por lo visto, es perfectamente correcto robar el dinero a los ciudadanos a punta de pistola y obligarles a d¨¢rselo a las empresas agr¨ªcolas y a los ricos.
Ahora bien, algunos enemigos de los cupones para alimentos no citan la filosof¨ªa libertaria; en vez de eso, citan la Biblia. El representante por Tennessee Stephen Fincher, por ejemplo, citaba el Nuevo Testamento: ¡°Aquel que no est¨¦ dispuesto a trabajar no comer¨¢¡±. Y c¨®mo no, resulta que Fincher ha recibido personalmente millones de d¨®lares en subvenciones agrarias.
Si uno es estadounidense y pasa por una mala racha, estas personas no quieren ayudarle; quieren darle otra patada m¨¢s
Dado este impresionante doble rasero ¡ªno creo que la palabra ¡°hipocres¨ªa¡± le haga justicia¡ª, parece casi delusorio hablar de hechos y cifras. Pero supongo que debemos hacerlo. De modo que aqu¨ª est¨¢n: el uso de cupones para alimentos ha aumentado, en efecto, durante los ¨²ltimos a?os, y el porcentaje de la poblaci¨®n que los recibe ha pasado del 8,7% en 2007 al 15,2%, seg¨²n los datos m¨¢s recientes. Sin embargo, no hay ning¨²n misterio en esto. El SNAP se supone que ayuda a las familias con problemas econ¨®micos, y ¨²ltimamente muchas familias los han padecido.
De hecho, el uso del SNAP tiende a seguir la trayectoria de las medidas generales contra el desempleo, como el U6, que tienen en cuenta a los subempleados y a los trabajadores que temporalmente han dejado de buscar trabajo activamente. Y el U6 se ha multiplicado por m¨¢s de dos durante la crisis, desde, aproximadamente, el 8% antes de la Gran Recesi¨®n hasta el 17% a principios de 2010. Es cierto que el paro, en general, ha bajado ligeramente desde entonces, mientras que las cifras de los cupones para comida han seguido aumentando; pero suele pasar alg¨²n tiempo antes de que se sienta el efecto, y probablemente tambi¨¦n sea cierto que algunas familias se hayan visto obligadas a usar los cupones para alimentos por los dr¨¢sticos recortes en los subsidios por desempleo.
?Y qu¨¦ hay de la teor¨ªa, habitual en los c¨ªrculos de derechas, de que es justo al contrario; que si tenemos tanto paro es por unos programas gubernamentales que, a efectos pr¨¢cticos, pagan a la gente por no trabajar? (?los comedores de beneficencia causaron la Gran Depresi¨®n!). La primera respuesta que a uno se le ocurre es que tienen que estar de broma. ?De verdad creen que los estadounidenses llevan una vida de ocio con 134 d¨®lares al mes, el subsidio medio del SNAP?
Aun as¨ª, finjamos que nos lo tomamos en serio. Si hay poco trabajo porque las ayudas gubernamentales inducen a la gente a quedarse en casa, si reducimos la mano de obra, deber¨ªa funcionar la ley de la oferta y la demanda: al retirar a todos esos trabajadores, escasear¨ªa la mano de obra y subir¨ªan los salarios, especialmente los de los trabajadores peor pagados, que tienen m¨¢s probabilidades de recibir ayuda. En realidad, claro est¨¢, los sueldos est¨¢n estancados o bajando; y esto se cumple especialmente en los grupos que m¨¢s se benefician de los cupones para alimentos.
Entonces, ?qu¨¦ est¨¢ pasando aqu¨ª? ?Es solo racismo? No cabe duda de que a los antiguos bulos racistas ¡ªcomo la imagen de Ronald Reagan del ¡°muchachote fornido¡± usando los cupones de comida para comprar una chuleta¡ª todav¨ªa se les da cierto p¨¢bulo¡ª. Pero hoy en d¨ªa, casi la mitad de los receptores de cupones para alimentos son blancos no hispanos; en Tennessee, la tierra de Fincher, el que citaba a la Biblia, la cifra es del 63%. As¨ª que no tiene nada que ver con la raza.
?De qu¨¦ se trata, entonces? Por alguna raz¨®n, uno de los dos grandes partidos de nuestro pa¨ªs se ha infectado de una mezquindad casi patol¨®gica, de desprecio por los que el presentador de la CNBC Rick Santelli, en la famosa perorata que se?al¨® el nacimiento del Tea Party, llamaba ¡°perdedores¡±. Si uno es estadounidense y pasa por una mala racha, estas personas no quieren ayudarle; quieren darle otra patada m¨¢s. No acabo de entenderlo del todo, pero es terrible contemplarlo.
Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de Econom¨ªa de Princeton.
? 2013 New York Times Service.
Traducci¨®n de News Clips.
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