La melancol¨ªa de la aceituna
Tres de cada cuatro j¨®venes no hallan empleo en Ja¨¦n, la provincia con el mayor paro juvenil La decadencia industrial y la dependencia agr¨ªcola lastran la econom¨ªa de la zona
Correr es gratis. Al atardecer un enjambre de j¨®venes con prendas fluorescentes baja la avenida de la Estaci¨®n de Ja¨¦n. Para cruzar de acera, trotan sobre las v¨ªas del tranv¨ªa, una fabulosa pista de atletismo que cost¨® 120 millones de euros y por la que, cosas de la crisis, jam¨¢s ha circulado un tren.
A unos metros de una de las marquesinas vac¨ªas, Alfredo Cobo, de 24 a?os, explica lo que supone formar parte de una estad¨ªstica maldita. Ja¨¦n es la provincia de Espa?a con m¨¢s j¨®venes que no encuentran trabajo, seg¨²n la encuesta de poblaci¨®n activa. El 74% de los jienenses de entre 16 y 25 a?os (20 puntos por encima de la media nacional) querr¨ªan trabajar y no pueden, m¨¢s all¨¢ de que ocupen su tiempo en otra cosa.
El primer a?o que Alfredo se present¨® a las oposiciones de polic¨ªa se ofertaban 2.000 plazas. Todav¨ªa le duele que se le escaparan por tres d¨¦cimas, porque desde aquel d¨ªa comenzaron a sucederse a?os con menos de 300 puestos. ¡°Estaba hundido, todo el d¨ªa en la biblioteca sabiendo que era imposible¡±. Sus amigos comenzaban a marcharse de la ciudad y ¨¦l decidi¨® que necesitaba un nuevo rumbo. Se apunt¨® a un ciclo superior de aplicaciones web, y piensa en emigrar. Por la ma?ana va al instituto y por la tarde estudia. Corre, paga el gimnasio por d¨ªas y se ha apuntado mi¨¦rcoles y viernes a bachata para ¡°darse vidilla¡±. Los fines de semana pide 20 euros a su madre y conf¨ªa en que las chicas que conozca no hagan preguntas inc¨®modas. ¡°Siempre da un poco de reparo decir que vives con tus padres¡±, r¨ªe.
El discurso de Alfredo nada entre el pesimismo y el pundonor del que empuja a contracorriente: ¡°Si acabo bajo un puente, que no sea porque no lo intento. Parece exagerado, pero lo llegas a pensar: ves en la tele c¨®mo est¨¢n las cosas e impresiona¡±.
Julia Mota, otra aspirante a la emigraci¨®n de 25 a?os, estudia las dos asignaturas que le quedan de una doble carrera de filolog¨ªa inglesa y turismo. Gana 30 euros a la semana con unas clases particulares y su escaso tiempo libre lo dedica a la m¨²sica. ¡°Lo ¨²nico que hago es estudiar porque me quiero ir en enero con mi novio, que trabaja en Inglaterra¡±, cuenta en un banco de la universidad. ¡°Aqu¨ª nadie quiere quedarse a pesar de que es una buena ciudad, barata y con mucha cultura¡±. Julia ha visto c¨®mo la crisis secaba la universidad, y c¨®mo hay compa?eros que ya no saben qu¨¦ m¨¢s estudiar para volverse atractivos al ojo del mercado. ¡°Todo est¨¢ en transformaci¨®n hacia no s¨¦ d¨®nde. Mi carrera ha desaparecido. Estamos despistados¡±.
¡°Sobrevivimos porque no nos endeudamos, y todos tenemos alguna oliva, gallinas¡¡±, cuenta un hombre en B¨¦lmez
Ja¨¦n es una provincia encadenada a los avatares de la aceituna. La capital no deja de ser un oasis en el que se concentran servicios y la Administraci¨®n. Para comprobar hasta qu¨¦ punto en la sierra hace m¨¢s fr¨ªo, basta con una excursi¨®n.
Los olivos se reparten equidistantes sobre las lomas del camino y producen el efecto de mechones de cabello sint¨¦tico sobre la cabeza de una mu?eca. El autob¨²s escolar avanza hacia B¨¦lmez cargado de se?oras que vuelven del mercado o del m¨¦dico de la capital. En un tramo estrecho, una de ellas se?ala los olivos.
¡ªEste a?o s¨ª que hay.
Las 20 pasajeras olvidan sus bromas y se vuelven a contemplar las aceitunas, a¨²n peque?as y duras.
¡ªQu¨¦ alegr¨ªa de verlas.
La devoci¨®n es justificada. La cosecha pasada fue de las peores que se recuerdan, con un 80% menos de producci¨®n, y eso lastra la vida de una provincia en la que hay que mirar al cielo para saber si el a?o ser¨¢ pr¨®spero. Esa dependencia de una actividad que dura de diciembre a febrero no gusta ni a sindicatos ni a empresarios, que se desga?itan pidiendo inversi¨®n p¨²blica para empleo estable. Pero cada vez quedan menos esperanzas. Bail¨¦n, Linares, Mancha Real o La Carolina son polos industriales que se han secado. La provincia es un cementerio de pol¨ªgonos, faltan enlaces con el resto del pa¨ªs, y en cinco a?os ha pasado de tasas de desempleo del 20% a disputarse con Melilla el trono del paro, con cifras en torno al 40%. Las escasas inversiones se han acumulado en el turismo, intentando explotar la belleza de sus paisajes, pero la apuesta no funciona como en C¨¢diz o Huelva, dos fijas en las estad¨ªsticas de desempleo que renacen con el verano.
En una esquina de la barra del bar Escalibur de B¨¦lmez est¨¢n a las cinco de la tarde Raimundo S¨¢nchez, 24 a?os; Alfonso Arias, 23, y Miguel ?ngel Ruz, 25. Beben a oscuras un refresco con el due?o del bar, ¨²nicamente con tres peque?os focos de luz amarilla encendidos sobre sus cabezas.
Raimundo trabajaba hasta hace un mes en la se?alizaci¨®n de carreteras. Alfonso estudi¨® Administraci¨®n y Direcci¨®n de Empresas. Miguel ?ngel se ocupaba de un supermercado familiar que cerr¨®. El a?o pasado trabaj¨® en la aceituna y gracias a eso tiene los 400 euros del paro agrario.
Mientras suena Amaral en el bar sin luces, los tres explican que no quieren martirizarse tras haber tirado de todo lo que est¨¢ a su alcance: curr¨ªculos, conocidos, Internet¡ Miguel ?ngel estuvo hace unas semanas en un reclutamiento en el Decathlon de Granada: ¡°Hab¨ªa hasta doctorados en educaci¨®n f¨ªsica. La competici¨®n es tremenda¡±.
No hay demasiado lugar para enso?aciones en B¨¦lmez. Hasta hace 10 a?os el pueblo, con 1.700 habitantes, acumulaba una buena cantidad de talleres textiles que cos¨ªan para Levi¡¯s o Inditex. Luego las firmas huyeron a Marruecos y Asia. La crisis de la construcci¨®n le dio la puntada definitiva al futuro de los j¨®venes del pueblo que se empleaban en centros industriales como Huelma. El resto de negocios cayeron como fichas de domin¨®: ultramarinos, bares¡ En una estimaci¨®n r¨¢pida, los tres concluyen que menos del 10% del pueblo trabaja. ¡°Sobrevivimos porque no nos endeudamos, y todos tenemos alguna oliva, gallinas¡¡±, aclara Raimundo. Para despejarse, los chicos de B¨¦lmez suelen hacer deporte en el gimnasio municipal o pasean por el campo. Pese a ser el m¨¢s pragm¨¢tico, Alfonso no oculta su desencanto: ¡°Lo triste es que sientes que nos estamos desperdiciando. Tenemos formaci¨®n y ganas, y aqu¨ª nos ve¡±.
La cercana Huelma es el ejemplo de la decadencia industrial. All¨ª el auge de la construcci¨®n espole¨® negocios madereros, con tres grandes empresas de las que hoy resisten dos a duras penas. David Garc¨ªa, de 21 a?os, recuerda c¨®mo la gente hac¨ªa cola para contratar a su padre, un buen alba?il.
David repite segundo de bachillerato. En otra coyuntura estar¨ªa trabajando; ahora se forma esperando tiempos mejores. No es perezoso, y para pagar sus gastos ha trabajado en comuniones, en bares, de animador en fiestas infantiles o de paleta. El a?o pasado estuvo arrancando chupones, las ramas que le quitan la savia a la oliva, y luego hizo la campa?a. ¡°Vi que no era lo m¨ªo y he vuelto a estudiar¡±, cuenta.
Tiene coche y se da alg¨²n modesto capricho, como ir con su novia, Desir¨¦, a ver la tumba de Camar¨®n en San Fernando. Pero lo fundamental no puede conseguirlo. ¡°Queremos vivir juntos¡±, explica, ¡°pero eso ahora parece imposible¡±. El extranjero no les llama. Han optado por lo ¨²nico que se puede hacer en Ja¨¦n: kilos de paciencia contra la melancol¨ªa que invita a bajar los brazos. ¡°Y eso, no¡±, se resiste.
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