El riesgo, ahora, es la crisis social
El presidente Mariano Rajoy, lo mismo que otros responsables pol¨ªticos, esperan que con la mejora de la econom¨ªa el malestar social disminuir¨¢ y las cosas les ir¨¢n mejor a partir de ahora, pol¨ªticamente hablando. Pero la realidad les puede sorprender. Es posible que a la crisis econ¨®mica le siga la crisis social. Creo que vale la pena plantearse esta posibilidad.
?Es posible que la fractura social que no hab¨ªa surgido durante los peores momentos de la Gran Recesi¨®n que hemos vivido se manifieste ahora cuando la econom¨ªa da se?ales de mejora? Parece contradictorio, porque el razonamiento intuitivo lleva a pensar que una vez que la econom¨ªa mejora, los ciudadanos se sienten m¨¢s aliviados y el conflicto social latente disminuye o desaparece. Pero puede que las cosas no se comporten de esa forma.
Sin querer sacar conclusiones apresuradas, la revuelta popular ocurrida en el barrio burgal¨¦s de Gamonal puede ser un ejemplo. Para m¨ª, lo m¨¢s significativo no ha sido la revuelta en s¨ª misma, un episodio local que en principio no cab¨ªa esperar tuviese efectos m¨¢s all¨¢ del lugar en que se produjo. Lo m¨¢s sintom¨¢tico es que ese mot¨ªn popular ha sido motivo de cierta simpat¨ªa y apoyo en otros lugares de Espa?a. Este hecho hace pensar en la existencia de un malestar social generalizado, pero contenido que puede saltar por cualquier hecho menor.
No hay en las ciencias sociales un modelo te¨®rico que nos permita predecir cu¨¢ndo, d¨®nde y por qu¨¦ surgir¨¢ el conflicto social. Pero existe alguna evidencia anecd¨®tica que nos dice que el riesgo de que ocurra no es m¨¢s elevado cuando la econom¨ªa y el empleo est¨¢n peor, sino cuando comienzan a mejorar. Un ejemplo no muy lejano en el tiempo ocurrido de nuestro propio pa¨ªs ilustra bien esta paradoja.
A partir de 1979 la econom¨ªa espa?ola entr¨® en una profunda crisis. Desde su llegada al poder, a finales de 1982, el primer gobierno socialista de Felipe Gonz¨¢lez aplic¨® una pol¨ªtica de ajuste no pactada que provoc¨® una fuerte ca¨ªda salarial y una intensa reducci¨®n del gasto p¨²blico. El desempleo se dispar¨® pr¨¢cticamente el 25 %. A pesar de ello, los sindicatos y la sociedad contuvieron su malestar y soportaron sus efectos de forma m¨¢s o menos resignada.
Lo que ha sucedido en Gamonal hace pensar en la existencia de un malestar social generalizado, pero contenido que puede saltar por cualquier hecho menor.
Fue a partir de 1986, cuando la econom¨ªa comenz¨® a mejorar, cuando el malestar social empez¨® a aflorar con intensidad. Los sindicatos reclamaron un ¡°dividendo social¡±. En la medida en que percibieron que la mejora no se distribu¨ªa equitativamente, en 1988 ese malestar explot¨® con la convocatoria de la primera huelga general de la democracia. Su ¨¦xito fue tal que, por inesperado, dej¨® tocado al Gobierno. Solo teniendo en cuenta la existencia de un malestar social acumulado durante los peores a?os de la crisis econ¨®mica se puede explicar aquella crisis social.
?C¨®mo podr¨ªamos explicar esta aparente paradoja de que el conflicto social surja, no cuando la econom¨ªa est¨¢ en sus peores momentos, sino cuando da se?ales de mejora? En alguna otra ocasi¨®n he utilizado el ¡°efecto t¨²nel¡± para explicarlo, una met¨¢fora que tomo del prestigioso economista y polit¨®logo del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Albert O. Hirschman, recientemente fallecido, en sus estudios sobre los efectos sociales y pol¨ªticos del crecimiento econ¨®mico.
Imaginen que van circulando por una carretera de dos carriles, entran en un largo t¨²nel al que no le ven la salida y, de repente, la circulaci¨®n se para. Est¨¢n disgustados, pero viendo que todo el mundo se encuentra en la misma situaci¨®n, se consuelan, apagan el motor y esperan. Estar disgustados no les lleva por s¨ª solo a expresar su malhumor.
Al cabo de un rato observan que los coches del carril derecho comienzan a circular lentamente. Aunque el suyo sigue parado, eso no le produce indignaci¨®n; al contrario, en un primer momento tolera la situaci¨®n de desigualdad porque alberga la esperanza de que pronto usted y los dem¨¢s conductores de su carril comenzar¨¢n a moverse. Esperanzado, pone su motor en marcha y espera.
Pero he aqu¨ª que ve que los coches del carril derecho circulan cada vez a mayor velocidad y los de su carril siguen parados. Comienza a mosquearse y a pensar que algo ocurre que impide que la mejora de la circulaci¨®n llegue a todos. Su tolerancia a la desigualdad comienza a cambiar. Y su malestar explota por alg¨²n hecho menor, como que alg¨²n conductor de la derecha le hace alg¨²n gesto provocador con la mano. O todos o ninguno, piensa. Y cruza su coche en medio de los dos carriles.
Este ¡°efecto t¨²nel¡± puede ayudarnos a entender porqu¨¦ la crisis social puede surgir cuando la econom¨ªa mejora. La raz¨®n es que la tolerancia social a la desigualdad cambia a lo largo del transcurso de una crisis. Esa tolerancia es elevada cuando las cosas est¨¢n mal para todos. Pero puede cambiar de forma brusca cuando una parte de la poblaci¨®n percibe que el vaso de la recuperaci¨®n no rebosa y ellos no se benefician. La indignaci¨®n moral con esta falta de equidad puede provocar la aparici¨®n de la crisis social.
El discurso pol¨ªtico sobre el final de la crisis puede ser percibido como ofensivo y hasta provocador para aquellos ciudadanos que, despu¨¦s de cinco a?os de sacrificios, no les queda ya nada en la despensa. Es posible, entonces, que aquellos que soportaron estoicamente una mala gesti¨®n de la crisis econ¨®mica no toleren ahora una mala gesti¨®n de la recuperaci¨®n. Si es as¨ª, es muy probable que a la crisis econ¨®mica le siga la crisis social. En manos de los gobiernos est¨¢ el evitarlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.