Estancamiento dise?ado deliberadamente
Nuestras dificultades actuales son el resultado de pol¨ªticas err¨®neas y existen alternativas
Poco despu¨¦s de que estallara la crisis financiera mundial en el a?o 2008, advert¨ª que, a menos que se adopten pol¨ªticas adecuadas, se pod¨ªa asentar un malestar al estilo japon¨¦s ¡ªes decir, un crecimiento lento e ingresos casi estancados durante muchos a?os¡ª. Si bien los l¨ªderes a ambos lados del Atl¨¢ntico afirmaron que hab¨ªan aprendido las lecciones de Jap¨®n, r¨¢pidamente procedieron a repetir algunos de los mismos errores. Ahora, incluso un exfuncionario clave de Estados Unidos, el economista Larry Summers, realiza advertencias sobre el estancamiento secular.
El punto b¨¢sico que plante¨¦ hace media d¨¦cada fue que, en un sentido fundamental, la econom¨ªa de Estados Unidos se encontraba enferma, incluso antes de la crisis: fue solo una burbuja de precios de los activos, creada a trav¨¦s de regulaciones laxas y tipos de inter¨¦s bajos, la que hizo que la econom¨ªa aparentara estar robusta. Debajo de la superficie, numerosos problemas supuraban: una creciente desigualdad; una insatisfecha necesidad de reforma estructural (la necesidad de un desplazamiento desde una econom¨ªa que se basa en la manufactura hasta una que se base en los servicios y que se adapte a las cambiantes ventajas comparativas a nivel mundial); persistentes desequilibrios en el ¨¢mbito mundial, y un sistema financiero que est¨¢ m¨¢s en sinton¨ªa con la especulaci¨®n que con la realizaci¨®n de inversiones que crear¨ªan puestos de trabajo, aumentar¨ªan la productividad y redistribuir¨ªan los super¨¢vits con el objetivo de maximizar la rentabilidad social.
La respuesta a la crisis de los formuladores de pol¨ªticas no abord¨® estos problemas. Peor a¨²n, agrav¨® algunos de ellos y cre¨® otros nuevos, y no solo en Estados Unidos. El resultado ha sido un aumento del endeudamiento en muchos pa¨ªses, debido a que el colapso del PIB socav¨® los ingresos de los Gobiernos. Adem¨¢s, la falta de inversi¨®n, tanto en el sector p¨²blico como en el privado, ha creado una generaci¨®n de j¨®venes que han vivido durante a?os en un estado de inactividad y que se tornan cada vez m¨¢s hostiles, en una etapa de sus vidas en la que ellos deber¨ªan estar perfeccionando sus destrezas y aumentando su productividad.
A ambos lados del Atl¨¢ntico, es probable que este a?o el PIB crezca mucho m¨¢s r¨¢pido en comparaci¨®n con el crecimiento del a?o 2013. No obstante, antes de que los l¨ªderes que adoptaron las pol¨ªticas de austeridad descorchen botellas de champ¨¢n y brinden felicit¨¢ndose a s¨ª mismos, deber¨ªan examinar la posici¨®n en la que nos encontramos y deber¨ªan considerar el da?o casi irreparable causado por dichas pol¨ªticas.
Es probable que este a?o el PIB crezca mucho m¨¢s r¨¢pido en comparaci¨®n con 2013
Cada desaceleraci¨®n en alg¨²n momento llega a su fin. La caracter¨ªstica que distingue a una buena pol¨ªtica es que ella logre que la desaceleraci¨®n sea m¨¢s corta y menos profunda de lo que hubiese sido si dicha pol¨ªtica no se hubiese implementado. La caracter¨ªstica que distingue a las pol¨ªticas de austeridad que muchos Gobiernos adoptaron es que ellas hicieron que la desaceleraci¨®n sea mucho m¨¢s profunda y m¨¢s larga de lo necesario, causando adem¨¢s consecuencias de larga duraci¨®n.
El PIB real per capita (ajustado por la inflaci¨®n) es m¨¢s bajo en la mayor¨ªa de los pa¨ªses del Atl¨¢ntico Norte en comparaci¨®n a su nivel en el a?o 2007; en Grecia, el tama?o de la econom¨ªa se ha reducido en aproximadamente un 23%. Alemania, el pa¨ªs europeo con mejor desempe?o, ha registrado un m¨ªsero crecimiento anual promedio del 0,7% durante los ¨²ltimos seis a?os. La econom¨ªa de Estados Unidos contin¨²a teniendo un tama?o de un 15% menor al que hubiese tenido si su crecimiento hubiese continuado, aun en caso de que dicho crecimiento se hubiese mantenido en la trayectoria moderada que registraba antes de la crisis.
Pero incluso estas cifras no relatan la historia completa sobre cu¨¢n mal est¨¢n las cosas, debido a que el PIB no es una buena medida del ¨¦xito. Mucho m¨¢s relevante es lo que est¨¢ sucediendo con los ingresos de los hogares. La mediana del ingreso real en Estados Unidos se encuentra por debajo del nivel en el que se encontraba en el a?o 1989, es decir, hace un cuarto de siglo atr¨¢s; la mediana del ingreso para los trabajadores varones que trabajan a tiempo completo en la actualidad es m¨¢s baja en comparaci¨®n a la que se registr¨® hace m¨¢s de cuarenta a?os.
Algunos analistas, como por ejemplo el economista Robert Gordon, han sugerido que deber¨ªamos adaptarnos a una nueva realidad en la que el crecimiento a largo plazo de la productividad estar¨¢ muy por debajo del nivel en el que se ubic¨® durante el ¨²ltimo siglo. Dado el pobr¨ªsimo historial que tienen los economistas ¡ªel mismo que se pudo comprobar durante el periodo previo a la crisis¡ª en cuanto a la exactitud de sus predicciones, aun en el caso de predicciones para periodos de tres a?os, nadie deber¨ªa tener mucha confianza en una bola de cristal que realiza predicciones para las futuras d¨¦cadas. No obstante, una cosa parece estar clara: a menos que las pol¨ªticas de los Gobiernos cambien, tenemos por delante un largo periodo de decepciones.
La crisis ha aumentado la desigualdad y eso debilita a¨²n m¨¢s la demanda?
Los mercados no se autocorrigen. Los problemas fundamentales subyacentes que he descrito anteriormente podr¨ªan agravarse ¡ªy muchos de ellos se est¨¢n agravando¡ª. El aumento de la desigualdad debilita a¨²n m¨¢s la demanda; y, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses, incluy¨¦ndose entre ellos Estados Unidos, la crisis solo ha agravado la desigualdad.
Los super¨¢vits de las balanzas comerciales de los pa¨ªses del norte de Europa han aumentado, incluso mientras el super¨¢vit de China se ha moderado. Lo m¨¢s importante es que los mercados nunca han sido muy buenos en cuanto a lograr por su propia cuenta transformaciones estructurales de forma r¨¢pida; la transici¨®n de la agricultura a la manufactura, por ejemplo, no fue de ninguna forma suave y calmada; al contrario, estuvo acompa?ada por una importante desarticulaci¨®n social y por la Gran Depresi¨®n.
Esta vez no ocurre algo distinto, pero en algunos aspectos la situaci¨®n podr¨ªa ser m¨¢s grave: los sectores que deber¨ªan estar creciendo, reflejando las necesidades y deseos de los ciudadanos son los sectores de servicios, como por ejemplo los sectores de salud y educaci¨®n, que tradicionalmente se financian con fondos p¨²blicos, porque existen buenas razones para que se financien de esa manera. Pero, en lugar de que los Gobiernos faciliten la transici¨®n, la austeridad la est¨¢ inhibiendo.
Un malestar general es mejor que una recesi¨®n y una recesi¨®n es mejor que una depresi¨®n. Pero las dificultades que enfrentamos ahora no son el resultado de las leyes inexorables de la econom¨ªa, a las cuales nosotros simplemente nos debemos adaptar, como lo har¨ªamos en el caso de que ocurriese un desastre natural, como un terremoto o un tsunami. Las dificultades que enfrentamos no son ni siquiera una especie de penitencia que tenemos que pagar por los pecados cometidos en el pasado ¡ªaunque, sin duda, las pol¨ªticas neoliberales que han prevalecido durante las ¨²ltimas tres d¨¦cadas tienen mucho que ver con los trances que actualmente enfrentamos¡ª.
En cambio, nuestras dificultades actuales son el resultado de pol¨ªticas err¨®neas. Existen alternativas. Pero no las vamos a encontrar en la complacencia autosatisfecha de las ¨¦lites, cuyos ingresos y carteras de acciones una vez m¨¢s se disparan al alza. Aparentemente, solo algunas personas deber¨¢n ajustarse a un est¨¢ndar de vida m¨¢s bajo de forma permanente. Desafortunadamente, lo que ocurre es que dichas personas conforman la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro m¨¢s reciente es El precio de la desigualdad.
Traducido del ingl¨¦s por Roc¨ªo L. Barrientos.
? Project Syndicate, 2014
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