La competitividad bien entendida
El 94% del censo empresarial lo constituyen compa?¨ªas de menos de nueve empleados
La continuidad de la recuperaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola se enfrenta a dos exigencias: la reconstrucci¨®n de la capacidad de producci¨®n destruida por la propia crisis y la necesidad de avanzar hacia un patr¨®n de crecimiento cuya principal ventaja competitiva no descanse fundamentalmente en la contenci¨®n del coste del trabajo. Ambas son condiciones necesarias para aumentar el crecimiento potencial de la econom¨ªa y reducir sus principales desequilibrios: el desempleo y el endeudamiento privado y p¨²blico.
La destrucci¨®n no ha sido precisamente muy creativa. Han sido m¨¢s de cinco a?os de descenso de la producci¨®n, de paralizaci¨®n de la inversi¨®n p¨²blica y privada, de millones de empleos destruidos y desaparici¨®n de centenares de miles de empresas. La erosi¨®n de todas las formas de capital ¡ªf¨ªsico, tecnol¨®gico, humano¡ª no est¨¢ siendo reemplazada a un ritmo suficiente. La elevada mortalidad empresarial no ha estado acompa?ada de la emergencia de nuevas, m¨¢s all¨¢ de la explosi¨®n de obligados aut¨®nomos.
La otra forma de capital da?ada seriamente en la crisis ha sido el capital social, el basado en la confianza, incluida la depositada en las instituciones p¨²blicas y privadas. Estas constituyen esa condici¨®n necesaria, el entorno propicio, para la creaci¨®n de riqueza, sin el cual no es posible garantizar la prosperidad.
La recuperaci¨®n del ritmo de crecimiento con el que la econom¨ªa espa?ola se adentra en 2015 ha tenido dos propulsores fundamentales: el dinamismo de las exportaciones de bienes y servicios y la red de seguridad y est¨ªmulos monetarios proporcionados por el BCE a partir del verano de 2012. Las primeras han tenido su principal determinante en el descenso real de los salarios facilitado por la amplia destrucci¨®n de empleo y la regulaci¨®n laboral subsiguiente. La estabilidad financiera conseguida tras el rescate bancario, el cambio de orientaci¨®n de la pol¨ªtica del BCE y la definici¨®n del horizonte de unificaci¨®n bancaria han sido igualmente esenciales para el abandono de la recesi¨®n.
As¨ª como puede asumirse la continuidad de estas condiciones financieras favorables, no ocurre lo mismo con el dinamismo de las exportaciones espa?olas, dada la debilidad de aquellas econom¨ªas de la eurozona que son los principales compradores de los bienes y servicios espa?oles. Ser¨¢ necesario que la eurozona transmita certeza sobre su viabilidad y que los bancos normalicen cuanto antes su funcionamiento. Con todo, no ser¨¢ f¨¢cil volver a crecer a ritmos cercanos al 3,5% de promedio que presidieron los doce a?os de expansi¨®n previos a la crisis. No ser¨¢n suficiente salarios y tipos de inter¨¦s bajos. Ser¨¢ necesario aumentar la base de capital destruida y, en todo caso, conseguir crecimientos de la Productividad Total de los Factores (PTF), ausentes del patr¨®n de crecimiento espa?ol en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas.
La insuficiencia u obsolescencia, tanto del capital f¨ªsico como del humano, es una seria restricci¨®n para compatibilizar ritmos de crecimiento algo mayores con la modernizaci¨®n necesaria. La restauraci¨®n del capital perdido o inutilizado deber¨ªa orientarse a facilitar la transici¨®n de la econom¨ªa espa?ola a un patr¨®n de crecimiento m¨¢s competitivo y menos vulnerable. M¨¢s propio de aquellas econom¨ªas avanzadas en las que el crecimiento no solo es m¨¢s sostenible, sino tambi¨¦n m¨¢s inclusivo y amparado en menores ensanchamientos de la desigualdad.
La eficiencia de todas las formas de capital depende de c¨®mo se utilicen. Y ello nos remite al papel de la PTF, el componente con mayor influencia en la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo. Este est¨¢ vinculado tanto a la cantidad de factores empleados, sino al uso m¨¢s o menos inteligente de los mismos, a la calidad en su coordinaci¨®n y a la mayor o menor complicidad de entorno institucional. En nuestro caso exigir¨¢, entre otras cosas, reasignaci¨®n de los factores de producci¨®n a usos m¨¢s eficientes, mediando una mayor intensidad inversora en destinos cercanos al conocimiento, desde luego al sacrificado capital tecnol¨®gico y m¨¢s concretamente la inversi¨®n en educaci¨®n, investigaci¨®n y desarrollo. No es un empe?o imposible como demuestran algunas empresas espa?olas capaces de avanzar en esa direcci¨®n y de traducir dichas capacidades en ventajas competitivas internacionalmente. Se trata de crear las condiciones para que no sean excepciones. Y entre ellas, el funcionamiento de las instituciones, incluidos los mercados y la mayor diversidad operativa en los sistemas financieros desempe?an un papel importante.
Que nazcan m¨¢s empresas y que desaparezcan obst¨¢culos a la supervivencia y al aumento de la dimensi¨®n media de las mismas son condiciones con amplio respaldo emp¨ªrico. El 94% del censo empresarial espa?ol lo constituyen microempresas (aquellas con menos de nueve trabajadores), siendo los propios aut¨®nomos sin asalariados una proporci¨®n importante que ha crecido de forma significativa durante la crisis. Si esas microempresas contribuyen poco a la generaci¨®n de valor a?adido bruto y empleo tampoco las muy grandes lo hacen. Junto a Italia, es en nuestro pa¨ªs donde la gran empresa tiene una menor importancia tanto en su contribuci¨®n al valor a?adido como al empleo. Tambi¨¦n en contraste con el promedio de las econom¨ªas europeas la evoluci¨®n en los primeros a?os de vida las espa?olas apenas ganan tama?o, y la tasa de mortalidad es tanto mayor cuanto menor es la dimensi¨®n de partida. Todo ello ayuda a entender la escasa intensidad tecnol¨®gica de las empresas espa?olas en contraste con las existentes en econom¨ªas m¨¢s avanzadas. Y la relaci¨®n entre dotaci¨®n tecnol¨®gica y productividad es evidente.
La evidencia tampoco es escasa acerca de la correlaci¨®n existente entre la calidad y fortaleza de las instituciones y el mantenimiento de posiciones competitivas. El World Economic Forum desde hace treinta a?os la ilustra en el caso de las econom¨ªas n¨®rdicas, a las que en diversas ocasiones se ha hecho referencia en estas p¨¢ginas, por los est¨¢ndares ¨¦ticos de sus empresas y la calidad de la funci¨®n pol¨ªtica, necesaria para la necesaria colaboraci¨®n p¨²blica-privada que tambi¨¦n se localiza entre los factores competitivos. En el ¨²ltimo de sus informes, World Competitiveness Report 2014-2015, Espa?a aparece en la posici¨®n 35, con algunos de los pilares esenciales ¡ªinstituciones, desarrollo de los mercados financieros e innovaci¨®n¡ª en posiciones tambi¨¦n muy inferiores a las de las econom¨ªas avanzadas.
Hasta aqu¨ª pocas novedades, pero conviene no pasarlas por alto, y no confiar en que la inercia actual de la econom¨ªa espa?ola ser¨¢ suficiente y duradera. A fundamentar las limitaciones competitivas contribuye de forma rigurosa la cuarta edici¨®n del Informe Fundaci¨®n BBVA-IVIE sobre Crecimiento y Competitividad, subtitulado en su edici¨®n de 2014 Los desaf¨ªos de un desarrollo inteligente. El equipo del IVIE, dirigido por el profesor Francisco Perez, dispone de una larga tradici¨®n en el an¨¢lisis rigoroso de la econom¨ªa espa?ola, que se remonta a aquella obra Econom¨ªa Espa?ola 1960-1980: Crecimiento y Cambio Estructural de principios de los ochenta. Adem¨¢s de la alteraci¨®n en el patr¨®n de crecimiento con el fin de conseguir una competitividad m¨¢s inteligente, sugieren con raz¨®n que el crecimiento sea socialmente m¨¢s incluyente que el revelado en estos primeros compases de la recuperaci¨®n, y tambi¨¦n m¨¢s compatible con la sostenibilidad medioambiental.?
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