La eficacia de la ciudad compleja y los viejos comercios tradicionales
Los locales hist¨®ricos cuyo contrato ha expirado eran patrimonio com¨²n, fruto de las relaciones de aprendizaje, comerciales y de socializaci¨®n
Gracias a la prensa y a algunas asociaciones de vecinos, los ciudadanos hemos conocido el fin de la pr¨®rroga de veinte a?os que el Decreto Boyer de 1985 y la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1994 conced¨ªan a los inquilinos de locales comerciales. El fin de la pr¨®rroga afecta especialmente a locales comerciales situados en las ¨¢reas centrales de las ciudades y, en gran medida a comercios tradicionales.
La discusi¨®n sobre la "justicia" (y utilidad) de la medida trata, creo, de dos cuestiones distintas: a) las reglas del libre comercio: "el derecho de los titulares a obtener una renta basada en un r¨¦gimen de libre mercado" (PP y UPD); y b) los efectos de estas actividades en la ciudad, en los bienes p¨²blicos, tangibles e intangibles.
Las reglas de la competencia y la liberalizaci¨®n parecen tener un apoyo generalizado. Pero ?liberalizadoras de qu¨¦? Puestos a ponernos del lado del liberalismo podr¨ªamos aplaudir medidas que atacaran los sobre-beneficios obtenidos por procedimientos par¨¢sitos (rentas) y estar a favor de la libre competencia. ?Pero estamos hablando precisamente de rentas! Las rentas son ingresos no ganados, basados en regulaciones. En este caso la propiedad del suelo. Cada unidad de parcela urbana, cada propiedad urbana, es un monopolio, as¨ª que no es posible "liberalizar" el mercado de suelo. La medida pretende favorecer las rentas del suelo frente a otras actividades.
A efectos colectivos, lo que importa de estos locales (como en su momento se discut¨ªa en el Club de Debates Urbanos respecto a Canalejas o la Plaza de Espa?a) es c¨®mo se han creado estas rentas de posici¨®n y la forma en que estas rentas no ganadas contribuyen activamente a la desigualdad. Los beneficios de posici¨®n de un local comercial est¨¢n relacionados con la velocidad de rotaci¨®n del capital, con el aprovechamiento de econom¨ªas de escala localizadas, de nicho, etc¨¦tera. Pero todas estas ventajas de posici¨®n son el resultado de econom¨ªas p¨²blicas o si se quiere comunes. Es la acumulaci¨®n de capital fijo colectivo en forma de infraestructuras, poblaci¨®n y actividad lo que genera esta riqueza que los propietarios quieren captar en forma de rentas.
Los liberalizadores suelen burlarse de los defensores de estas actividades: vecinos, defensores del patrimonio, y urbanistas, valedores de la diversidad y la complejidad, trat¨¢ndolos de sentimentales, amantes de un tiempo pasado. Nost¨¢lgicos sin m¨¢s.
?Nostalgia, recuerdo, historia? Hasta el turista est¨¢ndar, el que simplemente consume estos bienes, sabe que la ciudad est¨¢ hecha de todas estas cosas. Pero hay algo m¨¢s. En la intuici¨®n de los urbanistas (no solo) la complejidad, la proximidad y otras estructuras y enlaces de los usos en la trama urbana constituyen el aspecto m¨¢s admirable y dif¨ªcilmente reproducible de las ciudades. Y este sistema est¨¢ sostenido por una intrincada armadura de bienes y usos colectivos y comunes, realizados a veces exprofeso y otras, fruto de las energ¨ªas desatadas por las relaciones comerciales, de aprendizaje y socializaci¨®n entre los ciudadanos.
As¨ª que tienen raz¨®n los miembros de gentrisa?a cuando consideran "los viejos comercios antiguos, tradicionales, o directamente viejos" (...) "el verdadero patrimonio social de Madrid". Por decirlo de forma m¨¢s seca: son nuestros. Constituyen piezas de la complejidad urbana, de la diversidad de mercanc¨ªas y servicios y la forma en que estos se proveen. Son piezas de la sostenibilidad urbana. No es nostalgia. Se trata de la eficacia de la ciudad compleja, e incluso de su capacidad de resistencia frente a las reglas uniformadoras de la mercanc¨ªa universalizada.
Es probable que en los contratos entre comerciantes y propietarios del suelo hubiera flagrantes situaciones de injusticia por una parte o por otra, pero el Ayuntamiento de Madrid ha tenido veinte a?os para analizar con detalle las condiciones de los locales y los contratos y las aportaciones positivas que estos comercios proporcionaban a los ciudadanos, est¨¦ticas o simb¨®licas, a veces pr¨¢cticas, otras incluso dif¨ªciles de catalogar. No parece imposible que se hubieran podido adoptar medidas transitorias de diversos tipos, desde formas de protecci¨®n a instrumentos de mediaci¨®n o apoyo. Pero era algo dif¨ªcil de esperar de un gobierno municipal que est¨¢ intentando convertir todo el centro de la ciudad (de nuevo Canalejas, Plaza Espa?a, las salas de cine...) en el escaparate exclusivo de banales mercanc¨ªas mundializadas.
Francisco L¨®pez Groh es urbanista y miembro del Club de Debates Urbanos
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