Ana Cristina Placer, generosidad sin l¨ªmites
La esposa de C¨¦sar Alierta, presidente de Telef¨®nica, era una mujer rupturista y en continua transformaci¨®n
Son innumerables y tambi¨¦n impagables las deudas que tengo con C¨¦sar Alierta, pero la mayor, la m¨¢s profunda, es haberme presentado a Ana Placer; su mujer, su compa?era leal, su br¨²jula y su gu¨ªa. Nuestra amiga del alma ¡ªde mi mujer, Chelo, y m¨ªa¡ª, que falleci¨® el pasado domingo en Madrid, tras a?os de felicidad pero tambi¨¦n de lucha. A?os largos sin queja alguna.
Fuimos muchos los que el lunes asistimos a su postrero homenaje en Zaragoza. En su parroquia de siempre, Santiago el Mayor, all¨ª, cerca de su casa de toda la vida, donde ella hab¨ªa dispuesto volver, para darnos su ¨²ltimo adi¨®s. Muchos, todos, nos emocionamos con las palabras que C¨¦sar le dedic¨®, palabras que recordaban las creencias de Ana y que nac¨ªan de una profunda convicci¨®n y de mucha vida en com¨²n. Palabras que hablaban de la verdadera energ¨ªa, la del amor, de esa energ¨ªa que fue Ana y de la nueva energ¨ªa en la que se ha transformado la Ana eterna, que seguir¨¢ velando por nosotros como siempre lo supo hacer.
Fuimos muchos; pero algunos de nosotros, sus m¨¢s antiguos amigos, vimos pasar por nuestra memoria retales de toda una vida juntos. Desde aquellos guateques de adolescencia en la Zaragoza de los a?os sesenta, cuando yo era Bolica ¡ªapodo cari?oso que me acompa?ar¨¢ en mi Zaragoza natal y que a C¨¦sar tanto le gusta recordar¡ª, hasta nuestra reciente visita apasionante a Roma y la paella de Pascua en Aranjuez. Ana, siempre Ana en nuestro coraz¨®n.
Conoc¨ª a Ana en las charlas de mi madre, que, como decimos en Zaragoza, se pasaba el d¨ªa ¡°cogiendo capazos¡± con la suya: se encontraban en la calle y se paraban a conversar sobre esto y lo otro; ¡°sobre las cosas de los cr¨ªos¡±, que, de la misma edad, deb¨ªamos de ser foco similar de alegr¨ªas y disgustos.
Ana dio muchas satisfacciones a sus padres; a una madre entregada y a un padre de eminente carrera m¨¦dica, con quien ella sintonizaba a la perfecci¨®n. Porque Ana era optimista, vital, generosa, alegre; era rupturista, como record¨® C¨¦sar en su funeral, porque siempre estaba transform¨¢ndose para crecer y crecernos, para buscar cosas nuevas y mejores.
Pasaron los a?os y ve¨ªa a Ana cuando nos visitaba en nuestro piso de solteros en Madrid. Bueno, visitaba a C¨¦sar, su novio, que iniciaba una carrera profesional en la capital, pero sin dejar de preocuparse por el amigo. Yo siempre recuerdo con mucha alegr¨ªa aquellas visitas que Ana nos hac¨ªa desde Zaragoza, porque nos tra¨ªa el agua fresca del encuentro y el contacto cari?oso con la tierra. De all¨ª, de aquel piso de Comandante Zorita, sali¨® C¨¦sar para casarse con Ana y formar el matrimonio m¨¢s completo y c¨®mplice que yo he conocido.
Desde su m¨¢s honda tristeza, C¨¦sar sonreir¨¢ hoy cuando reviva tantos y tantos momentos de ilusi¨®n y amor, tantas conversaciones profundas y tantas horas de libertad en esa red de sentimientos cruzados y compartidos que tejieron con el paso de los a?os.
He visto a C¨¦sar hablar con las palabras de Ana, nunca tanto como el pasado domingo en que ella nos dej¨®. Y he visto a Ana asentir y vibrar con los ¨¦xitos de C¨¦sar, porque Ana siempre crey¨® en su marido. Con una fe ciega que no entiende de adversidades.
De las pistas de esqu¨ª de Candanch¨², de aquel mast¨ªn del Pirineo, su querido Oroel, que mis hijos pensaban que era un caballo por grande y majestuoso; de las fiestas en su casa de Alcocer o las posteriores en La Florida de Madrid, todo son recuerdos amables de una Ana que ten¨ªa siempre la mano extendida para dar y recogida para recibir. Ana era generosidad y bondad. Y ambas cualidades se reflejaban en su mirada y la acompa?aron hasta el d¨ªa ¨²ltimo.
Ya no voy a ver a Ana en esa casa que convirti¨® en un hogar acogedor y alegre, donde le gustaba recibir a sus amigos y colmarles de atenciones. Ana se ha ido all¨¢ donde seguro ¡°coger¨¢ capazos¡± con su madre y la m¨ªa. Pero yo mantengo todas las promesas que le hac¨ªa en el apartamento de Comandante Zorita y no habr¨¢ tiempo ni distancia que me haga olvidarla. Porque los seres buenos viven para siempre.
Luis Blasco Bosqued es presidente de Telef¨®nica Argentina.
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