?Por qu¨¦ el cerebro nos enga?a?
Nuestra mente nos hace trampas a la hora de tomar decisiones econ¨®micas
Te dan 100 euros y la opci¨®n de guardarlos o apostarlos. Si aceptas el reto, se lanza una moneda. Si sale cara, pierdes 100 euros y si sale cruz, ganas 250. El juego prev¨¦ 20 turnos. ?Te atreves? Aunque es mucho m¨¢s probable que aceptando el desaf¨ªo se acabe obteniendo una cantidad superior al importe inicial, aquellos que prefieran no arriesgarse pueden ampararse detr¨¢s de una justificaci¨®n algo ins¨®lita, pero totalmente ver¨ªdica: "Mi cerebro me ha enga?ado".
Matteo?Motterlini, profesor de Filosof¨ªa de la Ciencia en la Universidad Vita-Salute San Raffaele de Mil¨¢n y director del instituto Cresa (Centro de Investigaci¨®n en Epistemolog¨ªa Experimental y Aplicada), utiliza este sencillo ejemplo para explicar que ¡°la mayor¨ªa de las personas ¡ªel 60% de los encuestados¡ª se porta de manera irracional, ya que prefiere ganar menos para evitar p¨¦rdidas potenciales¡±. El docente ¡ªque se dedica al estudio de la neuroeconom¨ªa, un campo que combina disciplinas como la neurolog¨ªa, la econom¨ªa y la psicolog¨ªa¡ª detalla que, si s¨®lo tuvi¨¦ramos la corteza prefrontal, donde residen las facultades cognitivas superiores que nos diferencian de los dem¨¢s mam¨ªferos, reflexionar¨ªamos de manera totalmente fr¨ªa y calculadora y el modelo econ¨®mico neocl¨¢sico funcionar¨ªa a la perfecci¨®n. ¡°Pero no es as¨ª¡±, concluye. Las neuronas nos convierten en t¨ªteres de las emociones que han desencadenado, inconscientemente, frente a una determinada situaci¨®n.
Un test para dominar la mente
Para echar una mano a nuestros cerebros, la gestora de activos Schroders en colaboraci¨®n con el instituto Cresa ha fabricado el primer test del "inversor consciente", dirigido a clientes y profesionales del sector financiero del mercado italiano y disponible en la p¨¢gina Investimente.it. El cuestionario tiene el objetivo de definir el perfil de cada inversor a la hora de tomar una decisi¨®n econ¨®mica y clasificarlos en base a c¨®mo gestionan su emotividad.
Los resultados evidencian que la ¡°trampa¡± m¨¢s com¨²n maquinada por el cerebro se asocia a la llamada ¡°mordida de serpiente¡±, es decir la aversi¨®n al riesgo causada por una perdida elevada sufrida en alguna operaci¨®n anterior. Le sigue la tendencia a vender demasiado pronto las inversiones que est¨¢n dando ganancias y demasiado tarde las deficitarias, con la esperanza de que se recuperen. Las otras zancadillas de la mente m¨¢s t¨ªpicas se refieren a la tendencia a privilegiar los t¨ªtulos familiares, es decir los procedentes del mercado nacional, y el ¡°efecto manada¡±, que implica seguir determinados comportamientos por emulaci¨®n o contagio, tanto cuando el mercado est¨¢ al alza como cuando est¨¢ a la baja. Por otro lado, el principal enga?o que afecta a los profesionales del sector es el exceso de confianza, que lleva a desestimar las se?ales negativas y sobrestimar las positivas.
Un ejemplo claro lo ofrece el funcionamiento de la am¨ªgdala, una especie de peque?a almendra empotrada en las profundidades del cerebro donde se almacena la memoria emocional del miedo. Un estudio realizado por el Cresa y publicado en el?Journal of Neuroscience?en 2013 ha demostrado que las personas que tienen un mayor volumen de materia en este n¨²cleo sienten m¨¢s aversi¨®n hacia la p¨¦rdida de dinero. ¡°Es una caracter¨ªstica innata y tan antigua que se remonta a por lo menos hace 40 millones de a?os, antes de que los monos capuchinos y el hombre se diferenciaran de su ancestro com¨²n¡±, explica Motterlini. Exactamente como el ser humano, tambi¨¦n los primates domesticados al uso de dinero sufren m¨¢s por una p¨¦rdida monetaria de lo que se alegran por una ganancia. Para reencontrar el equilibrio, hace falta que consigan una cantidad de entre 2,25 y 2,50 veces superior a lo que les ha sido quitado.
As¨ª, cada vez que tenemos que tomar una decisi¨®n se activan zonas diferentes del cerebro. ¡°Existe una parte de recompensa cerebral y otra de aversi¨®n al peligro o al riesgo¡±, explica el neur¨®logo Pedro Bermejo, fundador de ASOCENE (Asociaci¨®n Espa?ola de Neuroeconom¨ªa). ¡°Si por ejemplo vamos a un sitio con?refill?de bebida, la primera que consumimos la asociamos con una recompensa, pero a la cuarta la percepci¨®n ya no es la misma: nuestra corteza cerebral, la parte racional, nos dice que ya no tomemos¡±, continua.
?Pero, podemos prevenir los enga?os de la mente? La respuesta es muy socr¨¢tica: con¨®cete a ti mismo.
C¨®mo defenderse de las trampas del cerebro
El cerebro ya tiene ¡°programadas¡± unas trampas que se activan autom¨¢ticamente y se interponen entre nosotros y nuestras decisiones. Por ejemplo, preferimos un alimento?light?al 95% antes que uno con el 5% de grasa, estamos m¨¢s dispuestos a gastarnos cinco billetes de 10 que uno de 50 y tratamos de manera diferente la paga extra al sueldo mensual. Es algo que no podemos evitar, pero s¨ª intentar controlar. El libro de Matteo?Motterlini Trampas mentales: c¨®mo defenderse de los enga?os propios y ajenos?(Paid¨®s, 2010) identifica las principales zancadillas de nuestro cerebro y nos proporciona un dec¨¢logo para defendernos de nosotros mismos.
Probamos m¨¢s dolor al perder dinero que alegr¨ªa al ganar la misma cantidad?
En primer lugar, no hay que procrastinar la inversi¨®n de nuestros ahorros, ni meterlos todos en t¨ªtulos ¡°cercanos¡±, como la empresa donde trabajamos, creyendo que al ser un entorno familiar ser¨¢ m¨¢s seguro. Tampoco hay que buscar una rutina a hechos aleatorios y creer que el futuro es igual al reciente pasado, as¨ª como apostar por activos que anteriormente tuvieron resultados excepcionales pensando que seguir¨¢n por la misma senda. Intentemos tambi¨¦n no ¡°invertir como los monos¡±, es decir vender demasiado pronto los activos que nos dan rendimiento y mantener durante demasiado tiempo los que est¨¢n en negativo para prevenir el sufrimiento causado por las p¨¦rdidas. Pero tampoco actuemos como ¡°ovejas¡± y sigamos lo que hacen los dem¨¢s. Estar siempre pendiente de los rendimientos de nuestros ahorros tampoco sirve, no ganaremos m¨¢s estres¨¢ndonos delante de los n¨²meros. No nos olvidemos por otro lado de que no podemos controlar los eventos ni culpar a las circunstancias de todas nuestras derrotas. As¨ª no aprenderemos de las experiencias. Por ¨²ltimo, Motterlini aconseja que no subestimemos este dec¨¢logo, aunque sabe que lo haremos: nunca lograremos anular del todo los enga?os de la mente.
Aprender de las emociones
Aldo Rustichini, profesor de Econom¨ªa en la Universidad de Minnesota, se dedica al ¡°n¨²cleo duro¡± de la neuroeconomia, esa rama que trabaja con ¡°el rigor matem¨¢tico¡± para encontrar una base te¨®rica a los modelos emp¨ªricos ya estudiados. ¡°Es como pretender pasar de la astrolog¨ªa a la astronom¨ªa¡±, ejemplifica el investigador.
Rustichini ha realizado estudios para averiguar el papel jugado por las hormonas a la hora de invertir: ¡°La testosterona aumenta la agresividad y el riesgo que los agentes son dispuestos a asumir¡±. Estos comportamientos, puestos en cuesti¨®n sobre todo despu¨¦s del estallido de la crisis financiera, pueden tener una doble lectura a los ojos del docente: ¡°No hay que olvidar que, sin atrevimiento, quiz¨¢s nunca nadie hubiese cogido tres barcos para cruzar el Atl¨¢ntico sin saber lo que se iba a encontrar¡±, matiza.
Para el investigador, las emociones son sede de racionalidad de las que se puede aprender. "He intentado demonstrar que envidia o remordimiento son muy ¨²tiles desde el punto de vista del aprendizaje. Tomamos muchas decisiones sobre una base emotiva, pero no irracional", comenta.
¡ª ?Existe el agente econ¨®mico perfecto?
¡ª S¨ª, y combina grandes emociones y gran racionalidad. Hay pocos. Y se han hecho riqu¨ªsimos.
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