El multilateralismo de Asia
El Banco Asi¨¢tico de Inversi¨®n podr¨ªa brindar un impulso necesario a la demanda mundial
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial acaban de celebrar sus reuniones de primavera, pero la noticia m¨¢s importante para la econom¨ªa mundial no ha salido de Washington. De hecho, se conoci¨® el mes anterior, cuando el Reino Unido, Alemania, Francia e Italia se sumaron a m¨¢s treinta pa¨ªses para convertirse en miembros fundadores del Banco Asi¨¢tico de Inversiones en Infraestructura (BAII). Dotado con 50.000 millones de d¨®lares, el banco se ha puesto en marcha por iniciativa china, y ayudar¨¢ a satisfacer las enormes necesidades de infraestructura en Asia, que precisan de una financiaci¨®n mucho mayor que la que los mecanismos institucionales de hoy en d¨ªa pueden aportar.
Uno pensar¨ªa que la puesta en marcha del BAII, y la decisi¨®n de respaldarlo por parte de tant¨ªsimos gobiernos, ser¨ªa un motivo de regocijo universal. Y s¨ª lo fue para el FMI, el Banco Mundial, y para muchos otros. Pero, desconcertantemente, la decisi¨®n de los pa¨ªses ricos de Europa de unirse a esta instituci¨®n provoc¨® la ira de las autoridades estadounidenses. De hecho, una fuente estadounidense no identificada acus¨® a Reino Unido de ¡°acomodarse constantentemente¡± a los deseos de China. Secretamente, Estados Unidos presiona a los pa¨ªses para que se mantengan alejados.
De hecho, el que Estados Unidos se oponga al BAII no es consistente con sus prioridades econ¨®micas declaradas en Asia. Por desgracia, este parece ser otro caso de inseguridad estadounidense sobre su influencia mundial, la misma inseguridad que prevalece sobre su ret¨®rica idealista. Pero esta vez, posiblemente est¨¦ socavando una importante oportunidad para fortalecer las econom¨ªas en desarrollo de Asia.
La propia China es un testimonio de c¨®mo la inversi¨®n en infraestructuras puede contribuir al desarrollo. El mes pasado visit¨¦ zonas de este pa¨ªs que, en el pasado, eran remotas, y que ahora prosperan gracias a la conectividad (y el consiguiente mayor flujo de personas, bienes e ideas) que ha tra¨ªdo esa inversi¨®n.
El BAII traer¨ªa beneficios similares a otras partes de Asia, lo que profundiza la incoherencia de la oposici¨®n estadounidense. El Gobierno del presidente Barack Obama defiende las virtudes del comercio; pero, en los pa¨ªses en desarrollo, la falta de infraestructura es una barrera mucho m¨¢s importante para el crecimiento del comercio que los aranceles.
Existe una importante ventaja adicional a nivel mundial que brinda un fondo como el BAII: en este momento, el mundo sufre de falta de demanda agregada. Los mercados financieros han demostrado ser desiguales a la hora de trasladar el ahorro desde los lugares donde los ingresos exceden el consumo hacia lugares donde se necesita inversi¨®n.
Cuando era presidente de la Reserva Federal de EE UU, Ben Bernanke describi¨® equivocadamente este problema al calificarlo como una ¡°inundaci¨®n de ahorro mundial¡±. Pero, en un mundo que tiene enormes necesidades de infraestructura, el problema no es un excedente de ahorros o la falta de buenas oportunidades de inversi¨®n. El problema es un sistema financiero que ha sido sobresaliente a la hora de permitir la manipulaci¨®n del mercado, la especulaci¨®n y el uso de informaci¨®n privilegiada, pero ha fracasado en su tarea fundamental: la intermediaci¨®n entre el ahorro y las inversiones a escala global. Ese es el motivo por el que el BAII podr¨ªa brindar un impulso peque?o, pero muy necesario, a la demanda agregada mundial.
Es por eso que debemos acoger con satisfacci¨®n la iniciativa de China por multilateralizar el flujo de fondos. De hecho, esta iniciativa replica la pol¨ªtica estadounidense en el per¨ªodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando se fund¨® el Banco Mundial con la misi¨®n de multilateralizar fondos de desarrollo, que, en su inmensa mayor¨ªa, proven¨ªan de EE UU. (Esta iniciativa tambi¨¦n ayud¨® a crear un grupo de empleados p¨²blicos y profesionales del desarrollo de primera categor¨ªa).
A menudo, ¨¦sta ayuda del Banco Mundial ven¨ªa sobrecargada por la ideolog¨ªa dominante. Por ejemplo, las pol¨ªticas de libre mercado del Consenso de Washington impuestas a los pa¨ªses receptores condujeron, en la pr¨¢ctica, a la desindustrializaci¨®n y a la reducci¨®n de las rentas por habitante en el ?frica subsahariana.
Sin embargo, por norma general, la multilateralizaci¨®n de la contribuci¨®n estadounidense la hizo mucho m¨¢s eficaz. Si los fondos de ayuda al desarrollo se hubiesen canalizado a trav¨¦s de las propias instituciones de Estados Unidos, el dise?o de las estrategias de apoyo habr¨ªa estado mucho m¨¢s sujeto a los inciertos vaivenes de las diferentes pol¨ªticas (o la falta de ellas) de los distintos Gobiernos estadounidenses.
De la misma manera, los nuevos intentos de multilateralizar los flujos de ayuda (incluyendo la puesta en marcha del Nuevo Banco de Desarrollo por parte de los BRICS, en julio pasado) probablemente vayan a contribuir significativamente al desarrollo mundial. Hace algunos a?os, el Banco Asi¨¢tico de Desarrollo defendi¨® las virtudes de la diversidad competitiva. El BAII ofrece la oportunidad de probar ese axioma en el propio ¨¢mbito de la financiaci¨®n del desarrollo.
Quiz¨¢s la oposici¨®n de Estados Unidos al BAII es un ejemplo de un fen¨®meno econ¨®mico que he observado a menudo: las empresas quieren m¨¢s competencia en todos los sectores menos en el suyo propio. Esta posici¨®n ya se ha cobrado un precio muy alto: si el mercado de las ideas econ¨®micas hubiese sido m¨¢s competitivo, puede que el defectuoso Consenso de Washington nunca hubiese llegado a ser un consenso.
La oposici¨®n estadounidense al BAII s¨ª tiene precedentes; de hecho, es similar a la exitosa oposici¨®n de Estados Unidos a la generosa Nueva Iniciativa japonesa que a finales de la d¨¦cada de los noventa del siglo pasado ofreci¨® 80.000 millones de d¨®lares para ayudar a los pa¨ªses durante la crisis de 1997. En aquel entonces, como ahora, EE UU no ofreci¨® una fuente alternativa de financiaci¨®n. Simplemente quer¨ªa hegemon¨ªa. En un mundo cada vez m¨¢s multipolar, quiso permanecer como el G-1. La falta de dinero, combinada con la insistencia de Estados Unidos en ideas err¨®neas sobre c¨®mo responder a la crisis, provoc¨® que dicha crisis fuese mucho m¨¢s profunda y m¨¢s larga de lo que deber¨ªa haber sido.
Dicho esto, la oposici¨®n estadounidense al BAII es m¨¢s dif¨ªcil de entender, ya que las pol¨ªticas de infraestructuras est¨¢n mucho menos sujetas a la influencia de la ideolog¨ªa y de los intereses particulares en comparaci¨®n con otras ¨¢reas de formulaci¨®n de pol¨ªticas, como aquellas dominadas por EE UU en el Banco Mundial. Adem¨¢s, es m¨¢s probable que se aborden de manera m¨¢s eficaz las necesidades de salvaguardas ambientales y sociales en inversiones de infraestructura que se realizan dentro de un marco multilateral.
Se debe felicitar al Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Espa?a y a los otros que han decidido unirse al BAII. Hay esperanza de que otros pa¨ªses, tanto en Europa como en Asia, se vayan a unir tambi¨¦n, ayudando de dicha manera a cumplir el gran deseo de que las mejoras de infraestructuras puedan elevar los niveles de vida en otras partes de la regi¨®n, como ya lo han hecho en China.
Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro m¨¢s reciente, en coautor¨ªa con Bruce Greenwald, es Creating a Learning Society: A New Approach to Growth, Development, and Social Progress.
Copyright: Project Syndicate, 2015.
www.project-syndicate.org
Traducido del ingl¨¦s por Roc¨ªo L. Barrientos.
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