Ataraxia o suicidio
Algunos prefieren ya calibrar el impacto que supondr¨ªa la salida de Grecia del euro
Desde Hip¨®crates hasta Epicuro, el t¨¦rmino ataraxia fue utilizado en la Grecia cl¨¢sica para definir un estado de ausencia de preocupaciones, de paz espiritual. Hoy en d¨ªa, este concepto se asocia fundamentalmente a ausencia de temor, a la imperturbabilidad. Parece que la terrible crisis griega de estos d¨ªas est¨¢ afectada por la ataraxia porque ninguna de las dos partes en la mesa de negociaci¨®n parece ser consciente de su verdadera gravedad. En este contexto, el FMI termina de publicar un estudio sobre desigualdad que sugiere que la inversi¨®n en pol¨ªticas sociales (particularmente en sanidad o educaci¨®n) y un mercado de trabajo que no penalice a los m¨¢s desfavorecidos, son ingredientes esenciales para mejorar la equidad en cualquier pa¨ªs. No creo que esos argumentos, a pesar de su importancia, est¨¦n precisamente formando parte de la discusi¨®n sobre Grecia.
Hay que frotarse los ojos para llegar a comprender que no se alcance un acuerdo. Los acreedores han rebajado sus pretensiones de forma notable y los griegos llevan realizando un esfuerzo digno de consideraci¨®n algunos a?os, demasiado duro en aspectos como la reducci¨®n de salarios o el ritmo de contenci¨®n de deuda y d¨¦ficit.
Hoy por hoy, algunos prefieren ya calibrar la magnitud del suicidio pol¨ªtico y econ¨®mico, que va desde un impago total o parcial a una salida de Grecia del euro. Si cualquiera de esas situaciones se produce, por el camino habr¨¢ un reguero de m¨¢s dolor y desesperaci¨®n, con controles de capital, corralitos, salida total de Grecia de los mercados y desconfianza generalizada sobre la capacidad de la Eurozona para poner en orden su estructura. Fuera de Europa (en Estados Unidos sobre todo), la posici¨®n dominante es que un Grexit en cualquier grado ser¨ªa un nuevo Lehman Brothers, pero el epicentro ya no estar¨ªa en Manhattan, sino en Bruselas y Fr¨¢ncfort. Sinceramente, no parece que el Gobierno griego tenga voluntad para aceptar un acuerdo que implique cambios estructurales. Se le pide ahora que acepte una m¨¢s que necesaria reforma de las pensiones y que se eleven los impuestos a la energ¨ªa. La respuesta sigue siendo negativa. Tampoco parece tener sentido pedir a Grecia un super¨¢vit en las cuentas p¨²blicas del 3,5% para 2018. Es como pedir a un futbolista con una pierna rota que sea pichichi antes de salir del hospital.
En el lado griego, resulta desesperante su falta de propuesta de reformas suficientes y la ausencia de autocr¨ªtica. En el lado de las instituciones europeas y los acreedores es incomprensible la obsesi¨®n por revertir el desequilibrio de las finanzas p¨²blicas griegas a velocidad r¨¦cord. En los ¨²ltimos d¨ªas, en todo caso, la cabezoner¨ªa del Ejecutivo heleno es especialmente dif¨ªcil de comprender. Hicieron falta 300 espartanos para crear un icono sobre la capacidad de lograr lo imposible. Hoy, desgraciadamente, millones de griegos est¨¢n sufriendo ¡ªen muchos casos en situaci¨®n tr¨¢gica¡ª las crueles consecuencias de la crisis y la sociedad helena vive hoy presa de la desigualdad, atrapada entre el populismo y la dureza de las imposiciones por su deuda.
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