La ¨¦tica ya cuenta como un activo
Crece en las empresas la convicci¨®n de que la mala reputaci¨®n es dif¨ªcil de revertir y acaba por hundir al mejor producto o servicio
¡°Toda vida es un proceso de demolici¨®n¡±. En 1936 el escritor F. Scott Fitzgerald ilumin¨® el arranque de su ensayo The Crack-Up con una frase que se pega a la conciencia al igual que una mala acci¨®n. El novelista habla en ¡®la grieta¡¯ de su propio hundimiento y del colapso de un mundo que termin¨® con la Gran Depresi¨®n de 1929. A Espa?a le ocurre lo mismo. Soporta brechas econ¨®micas y sociales profundas. El 54% de los ciudadanos reconoce que ha pasado a una clase inferior como consecuencia de la crisis, seg¨²n los datos de la consultora My World.
Resulta imposible mirar ese abismo sin ver la ¨¦tica. O su falta. Ya sea en lo individual o lo colectivo. En plena crisis, Friedrich Schneider, profesor de econom¨ªa de la Universidad Johannes Kepler en Linz (Austria), calcul¨® que la corrupci¨®n costaba a Espa?a el 1% de su riqueza anual. Unos 10.000 millones de euros. En la ¨²ltima d¨¦cada 100.000 millones se han ido por ese sumidero. La Universidad de Las Palmas estim¨® esa verg¨¹enza en 50.000 millones, porque adem¨¢s del perjuicio econ¨®mico sumaba el impacto social y el coste en la reputaci¨®n de las empresas.
Ahora el Gobierno comunica, una y otra vez, el fin de la crisis. Desde luego no para las 730.000 familias espa?olas en las que no entra ni un solo ingreso. ?Entonces? ?Habr¨¢n aprendido la lecci¨®n las empresas del precio y el coste social que tiene perder la ¨¦tica? ?Volver¨¢n algunas a las andadas? Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez, director de la C¨¢tedra de ?tica Econ¨®mica y Empresarial de la Universidad de Comillas, lleva 27 a?os vigilando esas preguntas y sus respuestas acumulan escepticismo. ¡°Resulta posible que la situaci¨®n que hemos visto se vuelva a repetir en lo econ¨®mico y lo ¨¦tico. Tengo la sensaci¨®n de haber visto la misma pel¨ªcula tres o cuatro veces ya¡±, sostiene.
En el fondo pervive algo mucho m¨¢s profundo que la econom¨ªa y es c¨®mo una empresa, y su comportamiento, percuten en todos. De ah¨ª que algunas organizaciones hablen de ¡°capitalismo ¨¦tico¡± o ¡°capitalismo responsable¡±. ¡°Si el fin que mueve a la compa?¨ªa es obtener dinero sobre dinero, caiga quien caiga, esa empresa aporta muy poco a que su gente est¨¦ orgullosa de formar parte de la organizaci¨®n¡±, relata Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez. ¡°Porque se trata de vivir una vida que merezca la pena en el futuro. Vivir bien, vivir a gusto y dejar vivir¡±. Esa mirada humanista resulta inherente a Antonio Garrigues Walker, impulsor del bufete Garrigues. ¡°Hay un cambio radical en la actitud de las empresas en todos los sentidos. Esto es l¨®gico. A nada que desaparece la sensaci¨®n de impunidad la gente se pone a pensar. Se da cuenta de que el crimen no paga y que la gran mayor¨ªa de los corruptos han ca¨ªdo¡±.
DETECCI?N DE RIESGOS
Toda esa filosof¨ªa surge d¨¦bil si las empresas no detectan los riesgos que pueden sufrir en su reputaci¨®n y los ponen t¨¦rmino. Porque los peligros son ingentes: fraude, soborno, corrupci¨®n, riesgos f¨ªsicos, inform¨¢ticos. Pero tambi¨¦n ¡°falta de transparencia, desinter¨¦s por el cambio clim¨¢tico, ausencia de buen gobierno corporativo, malos servicios posventa e incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace¡±, desgrana Jos¨¦ Mar¨ªa Mella, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Un mecanismo de alarma bien podr¨ªa ser habilitar en la compa?¨ªa canales de denuncia.
En este escenario, ?qui¨¦n duda de la fragilidad del ethos de una empresa? Hasta ahora el mayor riesgo reputacional en Espa?a ha reca¨ªdo en el sector financiero debido a su peligro de insolvencia. La forma de evitarlo es supervisando entidad por entidad. ?La manera de sanearlo? ¡°Sustituyendo los antiguos directivos causantes de los problemas por gestores profesionales de contrastada honestidad y competencia¡±, aconseja Mella.
Joan Fontrodona, profesor del IESE, mezcla la esperanza y la amargura. ¡°Lo positivo es que ha vuelto a aparecer la palabra ¨¦tica en los papeles¡±. Las dudas residen en s¨ª ¡°las organizaciones invertir¨¢n dinero y ambici¨®n en todo esto creando ¨¢reas de compliance [encargadas de evitar que la firma inflija la ley y la ¨¦tica] o, por el contrario, se limitar¨¢n a rellenar una casilla en una memoria¡±, incide el docente. Porque se juegan much¨ªsimo. ¡°La p¨¦rdida del componente ¨¦tico supone para cualquier compa?¨ªa una condena segura hacia la desaparici¨®n¡±, advierte Mar¨ªa Vidal, socio responsable de ?tica de la consultora PwC.
Pese a todo, algunos indicios parecen esperanzadores. Despu¨¦s de la tragedia en 2013 del Rana Plaza en Bangladesh ¡ªdonde murieron 1.200 personas aplastadas tras derrumbarse un edificio que cobijaba talleres que trabajaban para marcas textiles¡ª muchas empresas ha extremado la prudencia. Desde entonces Inditex controla m¨¢s sus proveedores y en qu¨¦ condiciones operan. Aunque hay otros cortafuegos. ¡°Las firmas cotizadas cada vez nombran m¨¢s consejeros independientes, dan mayor peso a los grupos de inter¨¦s (accionistas, organizaciones no gubernamentales) y aumentan los departamentos de compliance¡±, narra Jes¨²s Lizcano, presidente de Transparencia Internacional Espa?a.
Porque si la reputaci¨®n de la marca sufre, y mucho, resulta complejo salir del entuerto. ¡°Un buen posicionamiento puede recuperase con un producto o servicio de calidad que entierre al que provoc¨® esa p¨¦rdida de imagen¡±, recomienda Mella. ¡°Tambi¨¦n ser¨ªa necesario crear un discurso corporativo para generar una nueva credibilidad en la ense?a y la compa?¨ªa¡±. Y fracturar, en esa grieta, una paradoja. ¡°El consumidor demanda comportamientos ¨¦ticos pero tambi¨¦n art¨ªculos a buen precio¡±, precisa Oriol Iglesias, profesor de marketing de Esade.
Nadie dijo que los predios de la ¨¦tica fueran f¨¢ciles. ¡°Hay que gestar una sociedad de virtudes c¨ªvicas y esto requiere tiempo¡±, aconseja Garrigues Walker. Aunque quiz¨¢ todo ser¨ªa m¨¢s sencillo si interioriz¨¢semos los versos que John Donne escribi¨® hace cuatro siglos: ¡°Ning¨²n hombre es una isla entera por s¨ª mismo. Cada ser humano es una pieza del continente, una parte del todo¡±. Tal vez la ¨¦tica como la empresa sea eso: pensar en los dem¨¢s.
Las negras consecuencias de la corrupci¨®n
La corrupci¨®n lo destroza todo. Lo macro y lo micro. En la gran econom¨ªa genera inestabilidad y erosiona la seguridad jur¨ªdica. Empeora la imagen del pa¨ªs, degrada su confianza, disuade la inversi¨®n extranjera y reduce los ingresos p¨²blicos al comprometer la capacidad recaudatoria. ¡°Act¨²a como un impuesto que premia las actividades no productivas (depredadoras y buscadoras de rentas) de los corruptos y castiga los talentos creativos incrementando sus costes¡±, observa Jos¨¦ Mar¨ªa Mella, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
En el mundo de todos los d¨ªas impulsa la evasi¨®n fiscal de las empresas, el crecimiento de la econom¨ªa sumergida y la alteraci¨®n de la composici¨®n del gasto p¨²blico en perjuicio de actividades socialmente m¨¢s rentables (educaci¨®n y sanidad) frente a otras con ganancias r¨¢pidas y f¨¢ciles vinculadas a grandes operaciones urban¨ªsticas. Todo esto aumenta la desigualdad social.
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