Los otros d¨®lares y su papel en la econom¨ªa global
La pol¨ªtica monetaria ha de ser pragm¨¢tica: hay muchas maneras de que el dinero funcione
Estoy en S¨ªdney, Australia. Nada m¨¢s llegar, me par¨¦ en un cajero; necesitaba d¨®lares y solo ten¨ªa d¨®lares.
Vale, el chiste es malo. Lo que necesitaba eran d¨®lares australianos, no los estadounidenses. Hay de hecho cuatro grandes pa¨ªses de habla inglesa con d¨®lares propios; los otros son Canad¨¢ y Nueva Zelanda. Y se puede aprender mucho sobre la econom¨ªa mundial y desmentir algunos mitos monetarios, comparando esas monedas y la utilidad que tienen para la econom¨ªa de su pa¨ªs.
Las cuatro naciones con d¨®lares han sido, si adoptamos una perspectiva a largo plazo, econom¨ªas muy pr¨®speras. Cierto que Estados Unidos a¨²n se est¨¢ recuperando de su peor recesi¨®n desde la Gran Depresi¨®n, que Canad¨¢ est¨¢ siendo muy golpeada por la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo y que Australia observa con nerviosismo c¨®mo se tambalean sus mercados en China. Pero somos todas naciones ricas que hemos capeado las tormentas econ¨®micas mejor que la mayor¨ªa del resto del mundo.
Sin embargo, si bien a todos los pa¨ªses con el d¨®lar como moneda les ha ido bien, cada uno de ellos ocupa posiciones muy diferentes en la econom¨ªa mundial, y lo digo, en parte, literalmente: Australia y Nueva Zelanda est¨¢n lejos de cualquier sitio, mientras que Canad¨¢, cuya poblaci¨®n vive en su mayor¨ªa cerca de la frontera meridional, est¨¢ de hecho m¨¢s cerca de Estados Unidos que de s¨ª mismo. Y Estados Unidos, por supuesto, es un gigante econ¨®mico en torno al cual giran econom¨ªas de menor tama?o.
Estas diferencias de posici¨®n geogr¨¢fica van acompa?adas de grandes diferencias en la naturaleza y la funci¨®n del comercio internacional. Australia es b¨¢sicamente un exportador de materias primas y productos agr¨ªcolas; Canad¨¢ vende muchas de estas mercanc¨ªas, pero es tambi¨¦n un gran exportador de productos manufacturados a su gigantesco vecino.
?Qu¨¦ nos dicen entonces estas historias de ¨¦xito del d¨®lar? ?Qu¨¦ mitos podemos romper?
En primer lugar, descubrimos que incluso pa¨ªses relativamente peque?os y estrechamente ligados a vecinos grandes pueden mantener la independencia monetaria.
En Europa se oye a menudo la afirmaci¨®n de que estar fuera del euro y optar por conservar o recuperar la moneda nacional ser¨ªa desastroso. Hace 12 a?os, cuando los votantes suecos rechazaron el euro, lo hicieron a pesar de la abrumadora insistencia de la ¨¦lite en que ser¨ªa un terrible error. Pero la ¨¦lite se equivocaba, y eso deber¨ªa haber quedado de manifiesto con el ejemplo de Canad¨¢, un pa¨ªs al que le ha ido bien, y que ha conservado mucha autonom¨ªa monetaria, a pesar de sus estrechos lazos con la superpotencia vecina.
En segundo lugar, descubrimos que lo que los de la derecha denominan ¡°degradaci¨®n¡± monetaria ¡ªun descenso en el valor de la moneda en comparaci¨®n con otras¡ª puede ser muy bueno. Canad¨¢ logr¨® combinar los recortes en gastos con un fuerte crecimiento en la d¨¦cada de 1990 porque sus exportaciones aumentaron gracias a la depreciaci¨®n del d¨®lar canadiense. Australia super¨® la crisis financiera asi¨¢tica en 1997-1998 con pocos da?os gracias en gran medida a la ca¨ªda de su d¨®lar. En ambos casos, les habr¨ªa ido muy mal si hubiesen usado d¨®lares estadounidenses, o peor a¨²n de haber estado en el patr¨®n oro.
En tercer lugar, descubrimos que se presta demasiada atenci¨®n a la funci¨®n que las divisas nacionales desempe?an en el sistema monetario internacional.
Es cierto que el d¨®lar estadounidense es especial: es una moneda de reserva que otros pa¨ªses acumulan; es una moneda en la que se valoran muchos contratos internacionales. Y a menudo se oyen afirmaciones de que el uso generalizado de d¨®lares estadounidenses fuera de nuestra jurisdicci¨®n nacional tiene muchas repercusiones, para bien o para mal.
A veces estas aseveraciones implican la afirmaci¨®n de que la funci¨®n especial del d¨®lar es una fuente importante de poder para Estados Unidos: recientemente, tanto John Kerry como el presidente Obama advert¨ªan de que la no ratificaci¨®n del tratado nuclear con Ir¨¢n (que yo apoyo sin reservas) amenazar¨ªa el predominio del d¨®lar. A veces, en cambio, la funci¨®n especial del d¨®lar se presenta como un lastre: he visto a algunos analistas sostener que la demanda mundial de d¨®lares contribuye a que el d¨¦ficit comercial estadounidense se mantenga elevado.
Pero un vistazo a Australia demuestra que tanto las afirmaciones positivas sobre la funci¨®n internacional del d¨®lar como las negativas son tremendamente exageradas. El d¨®lar australiano no desempe?a ninguna funci¨®n especial en el sistema monetario mundial y, sin embargo, Australia atrae de manera constante entradas de capitales mayores ¡ªy ha soportado d¨¦ficits comerciales proporcionalmente mayores¡ª en relaci¨®n con el tama?o de su econom¨ªa que Estados Unidos.
Resulta que, lo importante, tanto para los capitales como para el comercio, es si la econom¨ªa ofrece buenas oportunidades de inversi¨®n bajo un paraguas de estabilidad jur¨ªdica y pol¨ªtica. El hecho de que el pa¨ªs controle o no una moneda internacional es, en comparaci¨®n, una cuesti¨®n trivial.
De modo que podemos aprender mucho siguiendo los d¨®lares, todos los d¨®lares, no solo los que llevan retratos de presidentes muertos. Y lo que aprendemos en concreto es que la econom¨ªa monetaria deber¨ªa abordarse de manera pragm¨¢tica, no en funci¨®n de misteriosas nociones de valor.
Aprend¨¢moslo de quienes comparten nuestro idioma, pero no nuestra moneda: hay muchas formas de hacer que el dinero funcione.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa de 2008.
? The New York Times Company, 2015.
Traducci¨®n de News Clips.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.