Caer del lado correcto
La sociedad colombiana lleva a?os forcejeando para acabar con la guerrilla y firmar una paz nacional que permita un nuevo desarrollo pol¨ªtico y econ¨®mico. Nunca han faltado buenas expectativas de que esta paz iba a llegar, pero por razones diversas no acababan de concretarse. El pen¨²ltimo pelda?o se ha conocido esta semana: el presidente del pa¨ªs, Juan Manuel Santos, y el l¨ªder guerrillero Rodrigo Londo?o Timochenko se han dado seis meses de plazo, hasta maro de 2016, para firmar la paz definitiva en Colombia. Todo permite suponer que esa paz llegar¨¢ y que la violencia ya no ser¨¢ un obst¨¢culo para el desarrollo econ¨®mico y el equilibrio social. Los beneficios son dif¨ªciles de medir en t¨¦rminos econ¨®micos. Un c¨¢lculo realista situar¨ªa la mejora en el PIB en el 0,3% anual; pero hay intangibles de bienestar que se traducir¨¢n sin duda en una mejora social a m¨¢s largo plazo. Como dir¨ªa un pol¨ªtico castizo, de esos que abundan tanto en Espa?a, ¡°la estabilidad no tiene precio¡±.
Para Colombia, la tarea inmediata es enfrentarse el problema com¨²n de todos los pa¨ªses que est¨¢n sufriendo la ca¨ªda de los precios de las materias primas y del petr¨®leo. En t¨¦rminos macroecon¨®micos, el descenso de los ingresos se traduce en un crecimiento menor (por supuesto), en graves dificultades a?adidas para sujetar el d¨¦ficit presupuestario y, en consecuencia, en un ajuste fiscal. Todo esto ya est¨¢ anunciado desde que empez¨® a caer el precio del crudo, que es par¨¢metro global decisivo en estos momentos. En realidad, a corto plazo se trata de una cuesti¨®n de manual, y por lo tanto, una generalizaci¨®n que poco o nada desvela: si descienden bruscamente los ingresos el impacto sobre el bienestar de la poblaci¨®n es m¨¢s da?ino que en una situaci¨®n de descenso paulatino. El ajuste presupuestario tiene que ser inmediato y proporcionado.
Pero, como en otros pa¨ªses en Am¨¦rica Latina, una cosa es lo que hay que hacer inmediatamente para compensar el hundimiento de los precios de las materias primas y otra es identificar la debilidad principal de esas econom¨ªas para intentar corregirlo. Podr¨ªa decirse que el problema parte de contar con unos ingresos fiscales (crudo, metales, etc¨¦tera) que se dan como seguros y que durante los a?os de subidas de precios enmascaran una dependencia perniciosa de un ¨²nico bien o servicio. El t¨¦rmino sint¨¦tico (y socorrido) para describir el remedio a esta situaci¨®n es ¡°hay que reformar la econom¨ªa¡±. Pero el ¡°hay que¡± dice muy poco m¨¢s all¨¢ de una voluntad de cambio que es un lugar com¨²n. Los ¡°hay que¡± significan generalmente un periodo duro y prolongado de ahorro e inversi¨®n, que Colombia estar¨¢ probablemente en disposici¨®n de iniciar cuando supere el shock actual de las materias primas; implican adem¨¢s que hay que acertar con las industrias designadas para diversificar la riqueza nacional; lo cual, a su vez, requiere una cierta ordenaci¨®n conjunta de la econom¨ªa que gestione las iniciativas individuales; y un cierto grado de consenso pol¨ªtico que no necesita llegar a la unanimidad.
Todo esto requiere decisiones pol¨ªticas fuertes y cierta fortuna para que la econom¨ªa colombiana ¡°caiga del lado correcto¡±, seg¨²n la expresi¨®n de Ana Mar¨ªa Ib¨¢?ez, decana de la Facultad de Econom¨ªa de la Universidad de los Andes. Con todo, es necesaria una condici¨®n previa, que puede considerarse como una salsa universal para las recetas de los pa¨ªses del continente: una reforma fiscal. No s¨®lo la paz asegura la estabilidad; un Estado debe disponer de los recursos tributarios necesarios procedentes de la distribuci¨®n de las cargas p¨²blicas entre todos los ciudadanos. Sin esos recursos, sin una tributaci¨®n proporcionada, el Estado se convierte en un instrumento in¨²til para hacer frente a cualquier contingencia exterior.
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