Man¨¢ de microcr¨¦ditos en Am¨¦rica
Los pr¨¦stamos a los m¨¢s pobres es un negocio boyante en Latinoam¨¦rica, donde m¨¢s de 20 millones de personas se han endeudado con estos productos
Los pobres de Am¨¦rica Latina pueden ser una "mina de oro". Las instituciones financieras se han dado cuenta de ello y han llenado con peque?as cantidades de dinero los bolsillos de las personas con escasos recursos. Dinero otorgado a cr¨¦dito. Se les llama microcr¨¦ditos y m¨¢s de 20 millones de latinoamericanos est¨¢n endeudados con uno de ellos. Actualmente, en la regi¨®n se tienen contabilizadas m¨¢s de 1.068 empresas dedicadas a este negocio con una cartera que supera los 40.000 millones de d¨®lares, de acuerdo con el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin), organismo que forma parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). "El salto ha sido impresionante", dice Sergio Navajas, especialista de la unidad de Acceso Financiero del Fomin. "Antes a la gente pobre nadie les daba nada, porque cre¨ªan que no eran rentables", indica. En 2005, seg¨²n las cifras del BID, el mercado estaba integrado tan solo por 400 instituciones que hab¨ªan distribuido pr¨¦stamos por 5.400 millones de d¨®lares en la regi¨®n.
La idea no es nueva. En la d¨¦cada de los 70, un profesor de econom¨ªa de Bangladesh, Muhammad Yunus, observ¨® que las personas con escasos recursos de su pa¨ªs necesitaban dinero para salvar sus peque?os negocios agr¨ªcolas o artesanales, pero ninguna instituci¨®n financiera los consideraba sujetos de cr¨¦dito. A pesar de que trat¨® de persuadir a varios bancos, su esfuerzo no tuvo resultados. As¨ª que se ofreci¨® como fiador de los pr¨¦stamos. "Me quede? pasmado con el resultado. ?Los pobres pagaron sus cr¨¦ditos a tiempo siempre!... En ese momento decid¨ª crear un banco y por fin en 1983 lo logre?. Lo llame? Banco Grameen o Banco del Pueblo", explic¨® a?os m¨¢s tarde (en 2006) en su discurso al recibir el premio Nobel de la Paz, concedido por su lucha hacia una econom¨ªa m¨¢s justa. Hoy en d¨ªa, la instituci¨®n tiene m¨¢s de ocho millones de clientes, en donde el 97% son mujeres.
La historia de las microfinanzas en Am¨¦rica Latina, por su parte, data de la primera mitad del siglo pasado, cuando diversas instituciones (algunas religiosas y otras ONG), principalmente en Per¨² y Bolivia, decidieron dar cr¨¦dito, de manera informal, a los campesinos y peque?os comerciantes de las zonas rurales. El sistema se formaliz¨® en los 80. Desde entonces el negocio se ha expandido al menos en 25 pa¨ªses de la regi¨®n, en donde ha encontrado tierra f¨¦rtil, con ciudadanos con una baja bancarizaci¨®n y un nivel min¨²sculo, seg¨²n los expertos, de educaci¨®n financiera. En la zona ¡ªdonde casi el 30% de sus m¨¢s de 525 millones de habitantes vive en condici¨®n de pobreza¡ª el sistema financiero (ofrecido por diversas instituciones) llega al 51% de la poblaci¨®n adulta, porcentaje cercano al promedio del 54% de las econom¨ªas en desarrollo. Sin embargo, alrededor de 185 millones de latinoamericanos permanecen sin probar estas mieles.
Herramienta clave
Los microcr¨¦ditos, en su mayor¨ªa aplicados al desarrollo de un peque?o negocio, se han convertido en una herramienta fundamental para combatir la pobreza, al menos ese es el estandarte que llevan por delante muchas instituciones y organizaciones que han engrosado el sector, dice Ren¨¦ Maldonado, analista del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla). Pero su impacto efectivo en la poblaci¨®n es dif¨ªcil de medir, argumenta. Una de las principales cr¨ªticas que se hace al respecto deriva de las altas tasas de inter¨¦s exigidas por las entidades crediticias, explica Renso Mart¨ªnez, gerente regional de The Mix, una plataforma de informaci¨®n empresarial dedicado al sector microfinanciero.
La controversia radica en que los segmentos m¨¢s pobres de Am¨¦rica Latina terminan pagando las tasas con el fruto que obtienen de su trabajo, asegura Rodrigo Rosas, analista de la consultora financiera Visionaria. "Obviamente eso perpetua lo que se llama el ciclo de la deuda eterna, que no deja salir a los pobres de sus condici¨®n", detalla Maldonado. Incluso diversos especialista consultados por el Banco Mundial, que han tomado como base varios estudios realizados de manera aleatoria en diversos pa¨ªses del mundo, llegaron a la conclusi¨®n de que el microcr¨¦dito puede ha sido una herramienta valiosa para ayudar a las personas a expandir sus actividades de negocios, pero "no ha generado mejoras sustanciales en el nivel de vida de los hogares o en la reducci¨®n de la pobreza".
Un an¨¢lisis elaborado por el BID indica que en Am¨¦rica Latina, el estimado de la tasa de inter¨¦s promedio que se cobra a los clientes de las microfinancieras llega al 30,09%. "Hace 15 a?os, las tasas estaban entre el 35% y el 45%... Y ahora est¨¢n a un nivel parecido a las que se tiene en As¨ªa", indica Navajas, del BID.
A detalle, el estudio del organismo internacional deja entrever que el coste del pr¨¦stamo varia en cada pa¨ªs. Las tasas de inter¨¦s de microcr¨¦dito oscilan por debajo del 17% en como Bolivia, Chile y Ecuador, mercados con el mayor desarrollo de este negocio. Pero los precios alcanzan valores por encima del 50% como en los casos de M¨¦xico (91,90%) o Argentina (64,19%). El banco de Yunus, por su parte, cobra solo un 20% en promedio por un cr¨¦dito otorgado. El problema de las altas tasas es que los gastos administrativos son "inevitablemente" m¨¢s altos para los micropr¨¦stamos que para los cr¨¦ditos bancarios normales, expone un an¨¢lisis del Grupo Consultivo de Ayuda a la Poblaci¨®n m¨¢s Pobre (CGAP, por sus siglas en ingl¨¦s). De acuerdo con este organismo, que forma parte del Banco Mundial, prestar 100.000 d¨®lares a 1.000 individuos requerir¨¢ mucho m¨¢s en sueldos de personal que hacer el mismo pr¨¦stamo a una sola persona. "Ha habido un esfuerzo por reducir las tasas en el sector, pero en algunos pa¨ªses siguen siendo el doble de las que cobra el sistema bancario tradicional", arguye Maldonado.
"Las ganancias no son un factor predominante que impulse las (altas) tasas de inter¨¦s", detalla el CGAP. El modelo de negocio que se ha implementado en Am¨¦rica Latina, sin embargo, se ha puesto en duda. En abril de 2007, cuando los socios de Compartamos, instituci¨®n microfinanciera mexicana, vendi¨® parte de sus acciones en una oferta p¨²blica. Yunus se convirti¨® en un cr¨ªtico ac¨¦rrimo de esta entidad. "Su prioridad [de Compartamos] siempre ha sido la generaci¨®n de dinero", expuso a varios medios locales en aquella fecha.
Navajas, del BID, afirma que no todas las microfinancieras de la regi¨®n tienen como objetivo sacar el mayor provecho de sus clientes, con la finalidad de forjar una empresa millonaria. "Prestar a los pobres es un negocio, como cualquier otro... En general, hay que mirar las dos caras de la moneda", argumenta. "Ahora, las personas de escasos recursos tienen acceso a un cr¨¦dito, que hasta el momento nadie les otorgaba, y por otra parte las compa?¨ªas obtienen un beneficio por eso".
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