El miedo como factor en los mercados mundiales
Existen riesgos, pero desde una perspectiva macroecon¨®mica, las variables fundamentales no se ven tan mal
La extraordinaria volatilidad que experimentaron los mercados el a?o pasado est¨¢ fuertemente vinculada con riesgos e incertidumbres genuinos, debidos a factores como el crecimiento chino, los bancos europeos y el exceso de oferta de petr¨®leo. En los dos primeros meses de este a?o, muchos inversores entraron en p¨¢nico al considerar la posibilidad de que hasta Estados Unidos, el pa¨ªs con la historia de crecimiento m¨¢s reconfortante, estuviese a punto de caer en recesi¨®n. De hecho, el 21 % los expertos que participan en la encuesta mensual de The?Wall Street Journal cre¨ªan que la recesi¨®n estaba a la vuelta de la esquina.
No negar¨¦ que existen riesgos. Un golpe lo suficientemente grande al crecimiento de China o al sistema financiero europeo ciertamente podr¨ªa convertir el lento crecimiento de la econom¨ªa mundial en recesi¨®n. Una idea a¨²n m¨¢s aterradora es que a esta altura del a?o que viene, la presidencia estadounidense tal vez se haya convertido en un reality show.
Sin embargo, desde una perspectiva macroecon¨®mica, las variables fundamentales no se ven tan mal. Los datos sobre el empleo y la confianza de los consumidores se ven s¨®lidos, y el sector petrolero no es lo suficientemente grande respecto del PIB como para que el colapso de sus precios ponga a la econom¨ªa estadounidense de rodillas. De hecho, el impulsor menos valorado del sentimiento del mercado en la actualidad es el miedo a otra gran crisis.
Existen algunos paralelismos entre el actual desasosiego y el sentimiento del mercado en la d¨¦cada posterior a la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos tenemos una gigantesca demanda de activos seguros (por supuesto, la represi¨®n financiera tambi¨¦n jug¨® un papel importante en la posguerra, ya que los gobiernos forzaron a los inversores privados a comprar deuda a tasas de inter¨¦s inferiores a las del mercado).
Incluso una d¨¦cada despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, cuando el famoso economista John Kenneth Galbraith opin¨® que el mundo podr¨ªa experimentar otra depresi¨®n, hubo agitaci¨®n en los mercados. La gente a¨²n recordaba la ca¨ªda del 90 % de la bolsa estadounidense durante los primeros a?os de la Gran Depresi¨®n. All¨¢ por la d¨¦cada de 1950, no era dif¨ªcil imaginar que las cosas pudieran complicarse una vez m¨¢s. Despu¨¦s de todo, el mundo terminaba de transitar una serie de cat¨¢strofes, entre las que se contaban dos guerras mundiales, una epidemia de influenza y, por supuesto, la propia Depresi¨®n. Hace sesenta a?os, el fantasma de la guerra at¨®mica tambi¨¦n se ve¨ªa demasiado real.
La gente hoy no necesita que le recuerden cu¨¢n r¨¢pida y profundamente pueden caer los mercados de acciones. Despu¨¦s de la crisis financiera de 2008, las acciones estadounidenses experimentaron una baja superior al 50 %. Los mercados de renta variable en algunos otros pa¨ªses cayeron considerablemente m¨¢s: el de Islandia, por ejemplo, se desplom¨® m¨¢s del 90 %. No sorprende entonces que cuando la reciente baja del mercado lleg¨® al 20 %, muchos se preguntaron cu¨¢nto peor pod¨ªa ser y si los temores de una nueva recesi¨®n podr¨ªan convertirse en una profec¨ªa autocumplida.
La idea es que los inversores se preocupan tanto por una recesi¨®n y las acciones sufren ca¨ªdas tan pronunciadas que el sentimiento bajista incide sobre la econom¨ªa real a trav¨¦s de una gran reducci¨®n del gasto, que genera la ca¨ªda temida. Pueden tener raz¨®n, incluso si los mercados sobreestiman su propia influencia sobre la econom¨ªa real.
Por otra parte, el hecho de que EE. UU. se las haya ingeniado para avanzar a pesar de las dificultades mundiales sugiere que su demanda interna es robusta, pero esto no parece impresionar a los mercados. Incluso aquellos inversores que mantienen un cauto optimismo respecto de la econom¨ªa estadounidense se preocupan por la posibilidad de que la Reserva Federal de ese pa¨ªs considere que el crecimiento es motivo para continuar aumentando las tasas de inter¨¦s y que eso genere enormes problemas para las econom¨ªas emergentes.
Hay otras explicaciones para la volatilidad adem¨¢s del miedo, por supuesto. La m¨¢s simple es que realmente estamos mal. Tal vez los riesgos individuales no sean del mismo orden de magnitud que en la d¨¦cada de 1950, pero su cantidad es mayor y los mercados partieron de una situaci¨®n mucho m¨¢s inflada.
Adem¨¢s, la globalizaci¨®n financiera ha profundizado fuertemente las interrelaciones, magnificando la transmisi¨®n de los shocks. Existen grandes bolsones de fragilidad y debilidad en los mercados mundiales de deuda, donde la actual expansi¨®n monetaria oculta problemas profundamente arraigados bajo la superficie. Hay quienes se?alan la falta de liquidez en los mercados l¨ªderes como causa de las impresionantes fluctuaciones de precios; en un mercado poco activo, un peque?o cambio en la demanda o la oferta a veces requiere un gran desplazamiento de los precios para recuperar el equilibrio.
La explicaci¨®n m¨¢s convincente, sin embargo, contin¨²a siendo el temor de los mercados a que cuando los riesgos externos finalmente aparezcan, los pol¨ªticos y los responsables de las pol¨ªticas no ser¨¢n capaces de solucionarlos eficazmente. De todas las debilidades reveladas por la crisis financiera, la par¨¢lisis pol¨ªtica ha sido la m¨¢s profunda.
Hay quienes dicen que los gobiernos no actuaron lo suficiente para alimentar la demanda. Aunque eso es cierto, no es el ¨²nico componente de esta historia. El mayor problema que aqueja hoy al mundo es el abyecto fracaso de la mayor¨ªa de los pa¨ªses para implementar reformas estructurales. Con el crecimiento de la productividad atascado a baja velocidad al menos temporalmente y la disminuci¨®n de la poblaci¨®n mundial en el largo plazo, la verdadera restricci¨®n para las econom¨ªas avanzadas es el lado de la oferta, no la falta de demanda.
En el largo plazo, son los factores de la oferta los que determinan el crecimiento de un pa¨ªs, y si los pa¨ªses no son capaces de implementar profundas reformas estructurales despu¨¦s de una crisis, resulta dif¨ªcil ver cu¨¢l ser¨¢ la soluci¨®n. Manejar el gobierno como un reality show, siempre pendientes de los ¨ªndices de audiencia, no lograr¨¢ resultados.
Kenneth Rogoff es profesor de Econom¨ªa y de Pol¨ªticas P¨²blicas de la Universidad de Harvard (EE UU).
Traducci¨®n al espa?ol por Leopoldo Gurman.
? Project Syndicate, 2016. www.project-syndicate.org
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