Desacreditemos la narrativa populista estadounidense
La globalizaci¨®n no es la responsable de los males de los americanos
No hay que ser un oyente particularmente dotado para descifrar las se?ales que se est¨¢n usando durante la campa?a electoral de este a?o en Estados Unidos. Si escucha tan solo por un momento, podr¨¢ enterarse de que los mexicanos y los chinos se al¨ªan con Wall Street para implementar p¨¦simos acuerdos comerciales que roban a los trabajadores estadounidenses los puestos de trabajo que leg¨ªtimamente les corresponden; y que los musulmanes quieren volar a todo el mundo por los aires.
Todas estas semillas de miedo resultan m¨¢s atemorizantes que las pr¨¢cticas habituales de otros a?os electorales. Asustan a los extranjeros, que no pueden m¨¢s que concluir que los votantes en la ¨²nica superpotencia del mundo est¨¢n peligrosamente desequilibrados. Y asustan a los estadounidenses, quienes hasta hace poco cre¨ªan ¡ªo tal vez esperaban¡ª estar viviendo en una rep¨²blica basada en las tradiciones establecidas por George Washington, Abraham Lincoln, y Teddy y Franklin Roosevelt.
Pero a¨²n m¨¢s perturbadora es la realidad pol¨ªtica que refleja esta ret¨®rica. No se puede comparar la cr¨ªtica del neoliberalismo orientada a las pol¨ªticas que propone el candidato presidencial dem¨®crata Bernie Sanders con las bravuconadas incoherentes de Donald Trump o Ted Cruz del lado de los republicanos. Sin embargo, tanto desde la derecha como desde la izquierda emerge una narrativa com¨²n, que intenta explicar por qu¨¦ el ingreso de los estadounidenses trabajadores y de clase media se ha estancado durante la ¨²ltima generaci¨®n.
Desafortunadamente, esta narrativa, si se usa para justificar pol¨ªticas, no beneficiar¨¢ ni a Estados Unidos ni al resto del mundo; pero lo peor es que a¨²n no se la pone seriamente en tela de juicio. Durante d¨¦cadas los pol¨ªticos e intelectuales republicanos de mayor rango no se han interesado por educar al pueblo estadounidense sobre las realidades de la pol¨ªtica econ¨®mica. Y la favorita del bando dem¨®crata, Hillary Clinton, ha estado demasiado ocupada tratando de defenderse del desaf¨ªo de Sanders.
A grandes rasgos, la narrativa es m¨¢s o menos la siguiente: los salarios de las clases medias y trabajadoras estadounidenses se han estancado porque Wall Street presion¨® a las empresas para que diesen a terceros los puestos valiosos que constitu¨ªan la base de la industria manufacturera estadounidense; primero a los mexicanos con bajos salarios y luego a los chinos. Adem¨¢s, este fue un esfuerzo bipartidista: ambos partidos se unieron en pos de la desregulaci¨®n financiera y los acuerdos comerciales que socavaron la econom¨ªa estadounidense. Primero, el Tratado de Libre Comercio de Am¨¦rica del Norte (NAFTA) llev¨® a la exportaci¨®n de puestos de trabajo de alta calidad en el sector manufacturero a M¨¦xico. Despu¨¦s, EE UU estableci¨® relaciones comerciales normales permanentes con China y se neg¨® a declarar a su Gobierno como un manipulador de divisas.
El motivo por el cual esta narrativa est¨¢ equivocada es simple: hay buenas razones por las cuales EE UU adopt¨® pol¨ªticas que favorecieron el r¨¢pido crecimiento de pa¨ªses m¨¢s pobres a trav¨¦s de la industrializaci¨®n impulsada por las exportaciones. Al ayudar a crecer a M¨¦xico, China y otros pa¨ªses en desarrollo, EE UU gana socios comerciales m¨¢s ricos. Adem¨¢s, hay muy buenos argumentos para demostrar que la seguridad nacional de EE UU mejorar¨¢ si dentro de 50 a?os los ni?os en todo el mundo aprenden en la escuela que ayud¨® a sus pa¨ªses a prosperar en vez de tratar de que siguieran siendo tan pobres como fuese posible durante el mayor tiempo posible.
No fue la globalizaci¨®n lo que llev¨® al estancamiento del ingreso. El comercio con pa¨ªses como China y M¨¦xico es tan solo uno de los factores que afectan la distribuci¨®n del ingreso en EE UU, y de ninguna manera es el m¨¢s importante de ellos. El motivo por el cual el ingreso se ha estancado es que los pol¨ªticos estadounidenses no lograron implementar estrategias para gestionar los efectos de la globalizaci¨®n.
Como Steve Cohen y yo sostenemos en nuestro libro Concrete Economics, la gesti¨®n macroecon¨®mica requiere que el gobierno haga lo que siempre hizo antes de 1980: adoptar pragm¨¢ticamente pol¨ªticas que promuevan el crecimiento equitativo.
Hubo buenos motivos para que EE UU se deshiciera de las industrias que requer¨ªan bajos salarios para ser competitivas a nivel global, pero las razones fueron escasas para justificar que se deshiciera de sectores que se hab¨ªan convertido en importantes ¡°impulsores tecnol¨®gicos¡±. Tampoco hubo buenos motivos que justificaran muchas otras malas decisiones, como permitir al sector financiero beneficiarse convenciendo los inversores para que asumieran riesgos que no debieron haber corrido y permitir a los proveedores de atenci¨®n sanitaria ganar dinero con la administraci¨®n, a expensas de la atenci¨®n y el tratamiento de los enfermos. Otras malas decisiones incluyen encarcelar al 2% de los j¨®venes del pa¨ªs y llegar a la conclusi¨®n de que los problemas econ¨®micos estadounidenses se resolver¨ªan si tan solo los ricos pudieran quedarse con m¨¢s dinero.
No es dif¨ªcil detectar a los responsables. Como se?ala Mark Kleiman, del Instituto Marron de la Universidad de Nueva York (NYU), la oposici¨®n ideol¨®gica r¨ªgida e intransigente del partido republicano a ¡°cobrar impuestos a los ricos [ha] destruido, en t¨¦rminos pr¨¢cticos, la base te¨®rica que sustenta la creencia de que el libre comercio beneficia a todos¡±. Es dif¨ªcil encontrar argumentos para redistribuir los beneficios de la globalizaci¨®n cuando se piensa que el mercado canaliza las ganancias hacia quienes las merecen. Tampoco se pueden atenuar los dolorosos efectos de la globalizaci¨®n si se cree que los programas de seguridad social convierten a sus beneficiarios en ap¨¢ticos ¡°interesados¡±.
Ni la globalizaci¨®n, las malas pr¨¢cticas de negociaci¨®n, ni los trabajadores mexicanos con bajos salarios ni los chinos extremadamente sagaces son los responsables de los males que aquejan a Estados Unidos. La responsabilidad es de los pol¨ªticos que venden ideolog¨ªas en vez de usar el sentido pr¨¢ctico, y de los ciudadanos que los eligen (o ni siquiera se preocupan por votar).
J. Bradford DeLong, es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Econ¨®micas.
? Project Syndicate, 2016.
www.project-syndicate.org
Traducci¨®n al espa?ol por Leopoldo Gurman.
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