El fin de una era sindical
La erosi¨®n de la credibilidad de las dos grandes centrales fuerza la renovaci¨®n del movimiento
La crisis en Espa?a ha tenido un rostro muy duro en el mundo laboral. Se han perdido millones de empleos, de los que, dos a?os despu¨¦s de iniciada la mejora econ¨®mica, no se han recuperado todav¨ªa ni la mitad. Este golpe tambi¨¦n ha lastimado a los agentes que act¨²an en ese escenario, especialmente a los sindicatos. Las organizaciones que defienden a los asalariados han perdido afiliaci¨®n, financiaci¨®n, prestigio y representaci¨®n en las empresas. Y esto es, en buena medida, hablar de Comisiones Obreras (CC OO) y UGT, el binomio sindical que predomina en Espa?a.
Este t¨¢ndem sindical espa?ol es incompleto porque, aunque dos organizaciones dominan con una hegemon¨ªa incontestable el escenario laboral por el lado de los trabajadores, hay actividades en las que otras asociaciones les superan. Fetico es el primer sindicato en las grandes superficies comerciales. En el sector p¨²blico, los dos grandes tienen que pelear con CSI-F por cada delegado en pie de igualdad. Y en territorios como el Pa¨ªs Vasco ven c¨®mo los sindicatos nacionalistas ELA o LAB les superan como primeras fuerzas sindicales.
Y aun as¨ª el desgaste de la pareja sindical no tiene, ni de lejos, las dimensiones del sufrido por el bipartidismo pol¨ªtico. Las dos grandes centrales han perdido algo de terreno, pero siguen por encima de los dos tercios de la representaci¨®n en toda Espa?a, algo que no pueden decir el PP y el PSOE, que han pasado de lograr el 83,3% de los votos en 2008 y el 92% de los diputados a apenas superar el 50% de los sufragios y el 60% de los esca?os el pasado 20 de diciembre. En un periodo de tiempo similar, CC OO y UGT han pasado de sumar el 75% de los delegados sindicales electos al 68%, una erosi¨®n muy lenta si se compara con la vivida por los dos grandes partidos tradicionales. Pero erosi¨®n al fin.
Siempre en elecciones
En Espa?a, cada cuatro a?os se celebran elecciones en cada empresa, pero no tienen por qu¨¦ hacerse de forma simult¨¢nea en todas. As¨ª que hay elecciones constantemente. Sin embargo, hay ¨¦pocas en que se concentra un mayor volumen de estos procesos. Esto sucedi¨® en 2015. Conscientes de que pasan por su peor momento desde la llegada de la democracia, las grandes centrales tem¨ªan que les fuera peor de lo que les ha ido hasta ahora. A finales de 2014 y comienzos de 2015 estall¨® el caso de las tarjetas black, que afectaba a dirigentes de UGT y CC OO (tambi¨¦n a la Confederaci¨®n de Cuadros y Profesionales, el sindicato espec¨ªfico del sector financiero), que se sumaba a un rosario de casos de corrupci¨®n que les tocaban en mayor o menor medida (ERE y cursos de formaci¨®n en Andaluc¨ªa; el hist¨®rico l¨ªder minero Fern¨¢ndez Villa, que se acogi¨® a la amnist¨ªa fiscal).
Si todo esto se hubiera trasladado directamente a las urnas, se habr¨ªa ahondado m¨¢s la crisis: la norma espa?ola otorga la legitimidad al sindicato para desarrollar su papel en la empresa y en las instituciones seg¨²n los resultados electorales, no seg¨²n la afiliaci¨®n. Es un sindicalismo ¡°m¨¢s de audiencia que de presencia¡±, como lo defini¨® el catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo Eduardo Rojo Torrecilla. Pero no se ha trasladado: las dos organizaciones siempre han defendido que la realidad en las empresas y el trabajo diario de sus decenas de miles de delegados sindicales son su principal aval y garant¨ªa.
Puntos negros
? Corrupci¨®n en las filas. A finales de 2014 y comienzos de 2015 estall¨® el caso de las tarjetas black que afect¨® a dirigentes de UGT y CC OO, lo que se sum¨® a un rosario de casos de fraude como los ERE, los cursos de formaci¨®n en Andaluc¨ªa y el esc¨¢ndalo de las cuentas en el extranjero del hist¨®rico l¨ªder minero Fern¨¢ndez Villa.
Para ambas centrales, el principal motivo de la ca¨ªda de la representaci¨®n est¨¢ en la propia crisis econ¨®mica: si en 2007 lleg¨® a haber 312.000 delegados en el sector p¨²blico y privado, nueve a?os despu¨¦s la cifra es de 254.000, seg¨²n el Ministerio de Empleo. Esa reducci¨®n ha sido mayor en las pymes, donde UGT y CC OO dominan con holgura. En esa direcci¨®n apunta Rafael Espartero, secretario de organizaci¨®n de UGT, el sindicato que m¨¢s ha sufrido la ca¨ªda (del 36,8% en 2007 al 32,8%), y a los cambios en la Administraci¨®n p¨²blica, que han ampliado el colegio electoral y han facilitado la concurrencia de otras organizaciones.
Desgaste, no agon¨ªa
Fernando Lezcano, responsable de organizaci¨®n de CC OO, niega la mayor. No cree que se pueda hablar de erosi¨®n. ¡°Aqu¨ª el problema era si el sindicalismo de clase perd¨ªa su hegemon¨ªa. Y esto no es as¨ª, el edificio no se desmorona¡±, apunta. No obstante, Lezcano s¨ª admite un ¡°desgaste¡±. Y cree que este no es por ¡°censura a la labor sindical, sino un reflejo hacia una coyuntura tan compleja como la que hemos vivido¡±. Esa coyuntura compleja se refiere a situaciones como la de las tarjetas black de Caja Madrid y la implicaci¨®n en el esc¨¢ndalo de varios sindicalistas. Dibujado este escenario, se?ala que la erosi¨®n ¡°es inapreciable en t¨¦rminos reales¡± y enfatiza que su organizaci¨®n sigue manteniendo el primer puesto con holgura, y que los m¨¢s de tres puntos de representaci¨®n perdidos desde 2007, del 39,1% al 35,9%, se deben poner en la perspectiva que da que hace nueve a?os estaban en su techo hist¨®rico.
Uno de los elementos que llevan a las centrales mayoritarias a sentir alivio es la gran distancia que mantienen con el resto de sindicatos. La falta de alternativa que hay en el horizonte m¨¢s cercano. USO es el tercer sindicato en Espa?a y agrupa al 3,8% de la representaci¨®n; apenas ha ganado unas d¨¦cimas y, como los dos anteriores, ha perdido delegados en el c¨®mputo absoluto. Su secretario general, Julio Salazar, apunta que ¡°es muy dif¨ªcil crecer con la normativa actual¡±.
En la misma l¨ªnea se expresa Miguel Borra, presidente de la central de funcionarios, CSI-F. Su sindicato, que sumaba el 3,6% de los delegados en febrero, ha avanzado en la Administraci¨®n p¨²blica en este tiempo y busca crecer en el sector privado. Para esto reclama que se reduzca del 10% al 5% el list¨®n de representatividad necesario para estar en mesas de negociaci¨®n en instituciones y sectores privados.
¡°Esto no es como la pol¨ªtica, es m¨¢s complicado¡±, explica Jos¨¦ Aranda, secretario de acci¨®n sindical de CGT. ¡°Hay clientelismo¡±, ataca, dejando caer que en estas elecciones el voto no es totalmente libre. Tampoco Somos, el sindicato que se present¨® como una alternativa similar a la que era Podemos en el campo de la pol¨ªtica, ha emergido con fuerza: seg¨²n los n¨²meros oficiales de febrero, contaba con 86 delegados de 254.732 que hay en toda Espa?a. La lista de centrales con representaci¨®n puede continuar hasta m¨¢s de 500 organizaciones, de las que apenas 55 suman m¨¢s delegados en toda Espa?a.
CC OO no quiere hablar de erosi¨®n, sino de desgaste por la coyuntura tras la crisis
Para Jes¨²s Cruz Villal¨®n, catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo, la falta de opciones tiene una lectura dura: ¡°El problema es m¨¢s grave que esa erosi¨®n. Si surgiera una alternativa, como en pol¨ªtica, estar¨ªamos ante un fen¨®meno de recomposici¨®n. Pero no la hay. Esto lo que indica es que hay desafecci¨®n de grupos sociales importantes porque no los ven como interlocutores¡±. Basta observar que en la ¨²ltima encuesta del CIS en la que se pregunta por la valoraci¨®n de los sindicatos son las organizaciones peor paradas, logran 2,61 puntos sobre 10. Solo los partidos pol¨ªticos tienen peor nota, 2,23.
La crisis del sindicalismo, que es de lo que est¨¢ hablando Cruz Villal¨®n, va m¨¢s all¨¢ de c¨®mo afecta a una organizaci¨®n en particular, y no es un fen¨®meno nuevo ni exclusivamente espa?ol. De hecho, fuera de Espa?a es mucho m¨¢s antiguo. Y su principal prueba est¨¢ en la evoluci¨®n de la afiliaci¨®n. Estudiosos del movimiento obrero contempor¨¢neo como Richard Hyman y Magdalena Bernaciak hablan de una ca¨ªda de millones de afiliados en todo el continente europeo entre 1990 y 2008 en el art¨ªculo Trade Unions in Europe. Innovative Responses to Hard Times. Otro, el holand¨¦s Jelle Visser, recoge en su base de datos la ca¨ªda de 5,5 millones en Alemania entre 1990 y 2010.
El efecto de la crisis
?Deben sumarse a las protestas no laborales?
¡°Lo que nadie cuestiona es que el sindicato confederal sigue siendo central en el conflicto econ¨®mico, en la empresa, pero ya no lo es en otras cuestiones (derechos sociales, vivienda)¡±, explicaba hace unos d¨ªas un dirigente sindical que hab¨ªa dejado de serlo semanas antes. Para ¨¦l, es necesario que las organizaciones de trabajadores busquen alianzas para llevar sus reivindicaciones, no estrictamente laborales, m¨¢s all¨¢ de las fronteras de los sindicatos.
Las llamadas mareas ciudadanas (blanca, verde, naranja) vinculadas a los movimientos sociales surgidos con la crisis que se han creado en los ¨²ltimos a?os han demostrado que la reflexi¨®n de este exdirigente es cierta. Pero la participaci¨®n en esos movimientos sociales de los sindicatos no ha sido sencilla. Ni ha sido f¨¢cil su integraci¨®n ¡ªlos l¨ªderes sindicales tuvieron problemas para estar en las cabeceras de las manifestaciones¡ª, ni ellos han tenido claro si participar y c¨®mo. Ahora s¨ª est¨¢ claro, tienen que participar. As¨ª lo defiende Rafael Espartero, de UGT, pero sin desaparecer, manteniendo su personalidad: ¡°No nos vamos a diluir. Unidad de acci¨®n, s¨ª. Pero no se puede hacer y desaparecer¡±.
Tambi¨¦n lo ve as¨ª el soci¨®logo Jos¨¦ Pablo Calleja, que defiende que los sindicatos deben tejer ¡°alianzas con otras asociaciones. Eso han sido las llamadas mareas. Ah¨ª compartieron espacio¡±. ?l, adem¨¢s, a?ade que las organizaciones de trabajadores pueden aportar mucho porque ¡°son las que tienen estructura¡±.
El responsable de organizaci¨®n de CC OO, Fernando Lezcano, tambi¨¦n apunta que est¨¢n buscando y explorando otras formas de movilizaci¨®n como las firmas (ahora han lanzado una campa?a para poner en marcha una renta m¨ªnima para ?quienes no tienen ingresos). ?Pero tambi¨¦n advierte de que estos nuevos mecanismos ¡°no excluyen¡± a los que ya ten¨ªan.
En Espa?a, el descenso de la afiliaci¨®n lleg¨® con la crisis. Los miembros de sindicatos tocaron techo en 2008, cuando, seg¨²n los datos de Visser, hab¨ªa casi tres millones de afiliados en toda Espa?a. Siete a?os despu¨¦s, la cifra hab¨ªa ca¨ªdo a los 2,36 millones. Esto implica una baja tasa de densidad sindical, en l¨ªnea con los pa¨ªses mediterr¨¢neos; seg¨²n la OCDE, del 16,8%. No obstante, hay que tener en cuenta que la llamada eficacia general (la extensi¨®n autom¨¢tica de los convenios a todos los trabajadores del sector o empresa correspondiente si los firmantes representan a un 50% o m¨¢s de los potenciales afectados de acuerdo al resultado electoral) desincentiva la afiliaci¨®n, aunque da una gran influencia.
La ca¨ªda de la afiliaci¨®n ha agravado el problema de la financiaci¨®n sindical. No obstante, este no llega por aqu¨ª principalmente, sino por el recorte de subvenciones (la que destina el Ministerio de Empleo para repartir entre todas las organizaciones ha pasado de 15,8 millones en 2011 a casi nueve) y fondos de formaci¨®n habidos desde 2012. Pero aunque se sabe de los problemas de financiaci¨®n, que han llevado a recortes en las estructuras, no es f¨¢cil conocerlos en profundidad. Las confederaciones de UGT y CC OO s¨ª que publican sus cuentas anualmente, tambi¨¦n lo hacen algunas federaciones sectoriales y uniones territoriales, pero no todas. Por tanto, no es f¨¢cil hacerse a la idea de los recursos que manejan.
Adem¨¢s del problema financiero, la ca¨ªda de la afiliaci¨®n es deteriora una de sus fuentes de legitimaci¨®n. ¡°Los sindicatos olvidaron ganar afiliaci¨®n a la afiliaci¨®n¡±, ostiene el soci¨®logo Jos¨¦ Pablo Calleja, de la Universidad de Oviedo. Algo que admiten en privado varios l¨ªderes sindicales actuales o que han dejado sus puestos de responsabilidad recientemente. Y que pone de relieve de forma solapada Carmen Castilla, l¨ªder de UGT en Andaluc¨ªa, cuando explica que su organizaci¨®n va a comenzar una campa?a para ganar miembros.
En cambio, el tambi¨¦n soci¨®logo Pere J. Beneyto, de la Universidad de Valencia, defiende en sus art¨ªculos recientes que hay una relaci¨®n muy estrecha entre la marcha de la participaci¨®n sindical y la econom¨ªa, porque la afiliaci¨®n hace tiempo que dej¨® de estar vinculada a la identidad ideol¨®gica, sino que tiene una l¨®gica instrumental.
La p¨¦rdida de miembros se complementa con el avance de pol¨ªticas de desregulaci¨®n del mercado laboral que han reducido el poder sindical en las negociaciones. La reforma laboral de 2012 en Espa?a, que apost¨® por la descentralizaci¨®n de la negociaci¨®n colectiva al nivel de las empresas, es solo un ejemplo. En Europa, medidas como esta se aplicaron antes.
Pero en Espa?a los problemas del sindicalismo tienen matices aut¨®ctonos. La crisis con sus millones de empleos destruidos, sus tasas de paro sin parang¨®n en el mundo desarrollado, su larga duraci¨®n y el deterioro causado por la corrupci¨®n. Todos los que forman parte de las instituciones han salido malparados durante este tiempo. Y en ellas est¨¢n los sindicatos, especialmente UGT y CC OO, pese a que la principal herramienta que les da participaci¨®n, el di¨¢logo social, ha sido casi inexistente y ha dado pocos frutos, como se?alan las memorias del Consejo Econ¨®mico y Social desde 2010.
Parte del sistema
¡°Por un lado, los sindicatos est¨¢n en el centro del movimiento social y la protesta (¡); por otro lado, ellos son parte del sistema pol¨ªtico¡±, resumen en el art¨ªculo Trade Unions in Spain: Organization, Environment, Challanges los soci¨®logos Holm Detlev-K?hler y Jos¨¦ Pablo Calleja para explicar el equilibrio que tienen que manejar. Este ¨²ltimo cree que en este juego ha tenido un peso excesivo la segunda parte. Tambi¨¦n Joseba Villarreal, responsable de negociaci¨®n colectiva de ELA, defiende esto: ¡°Ellos se han basado en modelos al hilo de la concertaci¨®n social. Nosotros estamos m¨¢s en un sindicalismo de confrontaci¨®n¡±. Y justifica as¨ª que su confederaci¨®n gane representatividad en el Pa¨ªs Vasco y Navarra.
A esta conclusi¨®n ha llegado en UGT su reci¨¦n elegido secretario general, Pepe ?lvarez, que esta misma semana ha declarado: ¡°La concertaci¨®n social ha sido muy positiva, pero creo que en los ¨²ltimos a?os se ha convertido en una foto ¨²til para los Gobiernos que nos ha perjudicado a los sindicatos¡±. Y la concertaci¨®n social, o di¨¢logo social, es algo que ata?e exclusivamente a las dos organizaciones mayoritarias. En CC OO, en principio, parece que el punto de llegada es distinto. ¡°Hay que lograr cosas¡±, se?ala Javier Doz, adjunto a la secretar¨ªa general de CC OO y miembro de un grupo de reflexi¨®n sobre c¨®mo adaptar la organizaci¨®n a los cambios actuales, que a continuaci¨®n se?ala que uno de los puntos por los que tambi¨¦n se ha podido ver como in¨²til ese di¨¢logo social es porque ¡°el PP lo ha deteriorado¡±.
No es esta la principal preocupaci¨®n de este veterano sindicalista; la primera, como la mayor¨ªa de los consultados, es la falta de conexi¨®n con ¡°el precariado¡±, expresi¨®n acu?ada por el investigador ingl¨¦s Guy Standing. C¨®mo responder a las demandas de este colectivo creciente (mayoritariamente j¨®venes, mujeres e inmigrantes) se ha convertido en el objetivo central. No solo en Espa?a, tambi¨¦n fuera, como explica Jorge Galindo, miembro del colectivo Politikon, que centra sus investigaciones en los agentes que act¨²an sobre las reformas en el mercado de trabajo. Para ilustrarlo, expone una reflexi¨®n que hace d¨ªas escuchaba de un dirigente de uno de los principales sindicatos italianos: ¡°Llevamos 25 a?os perdiendo el tren y ahora hemos decidido ponernos a su altura¡±.
Los casos de corrupci¨®n han lastrado la credibilidad del movimiento
¡°Hay un factor est¨¦tico y discursivo¡±, explica sobre la falta de conexi¨®n entre los sindicatos y los precarios ?lvaro Bustillo, miembro de la Oficina Precaria, una organizaci¨®n que naci¨® al calor del 11-M y se dedica a la defensa de este colectivo. ¡°A veces basta con ver los carteles con los que llaman a la huelga general¡±. Pero Bustillo explica que esta es solo una parte: hay otra propia de las estructuras sindicales. Su organizaci¨®n no est¨¢ ordenada en federaciones, ¡°es m¨¢s l¨ªquida¡±. El soci¨®logo Calleja, de la Universidad de Oviedo, apunta en la misma direcci¨®n: ¡°La soluci¨®n pasa por estructuras m¨¢s flexibles, para que los sindicatos sean m¨¢s acogedores con todos los tipos de trabajo¡±.
En este sentido parecen apuntar las conclusiones del grupo de trabajo de CC OO. ¡°Los recursos humanos del sindicato se tienen que llevar a los precarios (j¨®venes, mujeres, inmigrantes), organizarles y llevarles a la negociaci¨®n colectiva. Las distinciones cl¨¢sicas de las federaciones se borran y se coordinan sobre una base territorial (pol¨ªgonos industriales). Pero esto no es f¨¢cil. No es nada f¨¢cil decirle al delegado de una empresa que no se encargue solo de los trabajadores que representa, que tambi¨¦n se encargue del pol¨ªgono¡±, apunta Doz, poniendo ¨¦nfasis en que esto, como su fruto en convenios colectivos, exige un esfuerzo de solidaridad por parte de quienes est¨¢n en mejor situaci¨®n.
Sin este empaque te¨®rico, Villarreal, de ELA, tambi¨¦n se?ala que su organizaci¨®n se est¨¢ volcando con los precarios. ¡°No tenemos una estructura espec¨ªfica para precarios o j¨®venes. Intentamos hacer mapas de precariedad, conocer las subcontratas, saber qui¨¦nes son, qu¨¦ convenio se les aplica, qu¨¦ tipo de contrato tienen, c¨®mo llegar a ellos a trav¨¦s de las redes sociales¡±.
La falta de enganche con el precariado es sin¨®nimo de distancia con los m¨¢s j¨®venes y las mujeres. Son ellos quienes m¨¢s sufren la temporalidad. ¡°Tenemos un problema de conexi¨®n con esa gente¡±, admite Espartero, de UGT. Para buscar el modo de enganchar con ellos, este sindicato y CC OO explican que quieren reforzar sus organizaciones juveniles. Ya disponen de ellas en algunas comunidades aut¨®nomas (Catalu?a, Madrid), pero ahora quieren expandirlas. El objetivo, se?ala de nuevo Espartero, es hacer ver a la sociedad, especialmente a los estudiantes, ¡°la necesidad del papel del sindicato¡± y cerrar la ¡°desconexi¨®n¡± que tienen ¡°con la sociedad¡±, admite, aunque en la misma frase pone un matiz: esa desconexi¨®n no se da ¡°con el mundo del trabajo¡±.
Estructuras juveniles
No obstante, la creaci¨®n de estructuras juveniles no garantiza el ¨¦xito. En un art¨ªculo de 2012 del investigador Kurt Vandaele se apunta que las respuestas de estos departamentos y secciones, cuando las hay, no son eficaces para el colectivo al que se dirigen. El problema de los precarios no es nuevo en Espa?a, la temporalidad empez¨® a crecer en 1984, cuando se abri¨® la mano a este tipo de contratos. En cambio, el debate se aborda ahora con fuerza. Esto, para Galindo, tiene una explicaci¨®n: la falta de renovaci¨®n de los l¨ªderes. ¡°Hay un mecanismo de renovaci¨®n de ¨¦lites que parece no permitir que se abran este tipo de debates. Si ves los patrones de otros sitios como Italia, que no digo que sean ideales, son m¨¢s ¨¢giles¡±, apunta.
En UGT reconocen el problema, el secretario general admiti¨® tambi¨¦n esta semana que su sindicato se ha movido en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas con el proyecto aprobado en 1994. Y su predecesor, C¨¢ndido M¨¦ndez, reconoci¨® en una entrevista con EL PA?S que quiz¨¢ le hab¨ªa sobrado alg¨²n a?o al frente de la organizaci¨®n. ¡°Un periodo tan prologando no es bueno para las personas ni para las organizaciones¡±.
Convenios m¨¢s all¨¢ de la afiliaci¨®n
Una de las normas que se cumple en el mercado laboral en casi toda Europa es que hay m¨¢s trabajadores protegidos por los convenios que afiliados en los sindicatos. Espa?a no es una excepci¨®n. Lo excepcional del caso espa?ol es c¨®mo se cumple la norma, seg¨²n explica el catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo, Jes¨²s Cruz. Lo hace por una figura jur¨ªdica que se llama eficacia general.
?En qu¨¦ consiste? Cuando los representantes sindicales en una mesa de negociaci¨®n que firman un convenio superan al 50% de los trabajadores en teor¨ªa afectados, ¨¦ste se aplica a todos, sean afiliados o no. Esta norma explica que la llamada tasa de cobertura de la negociaci¨®n colectiva estuviera en 2013 cerca del 80% de los trabajadores asalariados, cuando la de afiliaci¨®n estaba en el 16,7% el mismo a?o.
Esta norma desincentiva la afiliaci¨®n y genera debates en las organizaciones sobre si deber¨ªa restringirse. La tesis que se ha impuesto finalmente es la de reclamar financiaci¨®n para la negociaci¨®n colectiva con subvenciones, ya que es una funci¨®n de sindicatos y empresarios cuyos costes recaen solo sobre los afiliados.
M¨¢s all¨¢ de si desincentiva la afiliaci¨®n, la eficacia general de facto es norma en casi toda Europa:
Francia. Es el pa¨ªs donde m¨¢s distancia hay entre la tasa de afiliaci¨®n y la de cobertura de la negociaci¨®n colectiva. La extensi¨®n de los convenios a los no afiliados es potestad del Gobierno, que lo hace a petici¨®n de las partes, algo que vistos los n¨²meros suele conceder.
Italia. La eficacia general por ley solo se aplica a los convenios de empresa y a los regionales. A los pactos sectoriales de ¨¢mbito nacional, en teor¨ªa, no se les puede aplicar esta figura jur¨ªdica. No obstante, hay jurisprudencia que de facto tambi¨¦n lleva los convenios m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites se?alados por la norma.
Alemania. Los pactos que se firman en el seno de las empresas s¨ª que afectan a todos los trabajadores, no as¨ª el resto. Sin embargo, no es extra?o que las fronteras del pacto vayan m¨¢s all¨¢ de la propia afiliaci¨®n.
Pa¨ªses N¨®rdicos. La tasa de cobertura en estos pa¨ªses es de las m¨¢s altas. Aqu¨ª la extensi¨®n de los convenios se alcanza por la demanda de los propios sindicatos, que tienen bastante poder de presi¨®n, o por la propia decisi¨®n de empresarios y patronales, que buscan desincentivar la afiliaci¨®n.
Inglaterra. En los pa¨ªses anglosajones la relaci¨®n entre afiliaci¨®n y negociaci¨®n colectiva es muy estrecha. En 2013, el 25% eran miembros de sindicatos y los convenios beneficiaban al 29%.
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