El silencio de los halcones
Los republicanos toleran las incompetencias y traiciones de Trump con tal de impulsar sus impopulares dogmas
La historia hasta ahora: un dictador extranjero intervino a favor de un candidato presidencial estadounidense, y el candidato gan¨®. Colaboradores cercanos al nuevo presidente mantuvieron contacto con los agentes secretos del dictador durante la campa?a, y su asesor de seguridad nacional se ha visto obligado a dimitir por unas llamadas telef¨®nicas inapropiadas al embajador de ese pa¨ªs, pero solo despu¨¦s de que la prensa informase de ello. El presidente se enter¨® de sus tejemanejes antes, pero no tom¨® ninguna medida.
Por otro lado, el presidente parece extra?amente sol¨ªcito con los intereses del dictador, y abundan los rumores sobre sus conexiones econ¨®micas personales con el pa¨ªs en cuesti¨®n. ?Hay algo de cierto en esos rumores? Nadie lo sabe, en parte porque el presidente se niega a publicar sus declaraciones de impuestos.
Quiz¨¢ no haya nada de malo en ello, y todo sea perfectamente inocente. Pero si no es inocente, es de hecho muy malo. ?Qu¨¦ creen entonces los republicanos del Congreso, que tienen la capacidad para investigar la situaci¨®n, que deber¨ªa hacerse?
Nada.
Paul Ryan, presidente de la C¨¢mara de Representantes, afirma que las conversaciones de Michael Flynn con el embajador ruso fueron "completamente apropiadas".
Devin Nunes, presidente del Comit¨¦ de Inteligencia de la C¨¢mara de Representantes, rechazaba airadamente las peticiones de que se elija a una comisi¨®n que investigue los contactos durante la campa?a electoral: "No va a haber absolutamente ninguna".
Jason Chaffetz, presidente de la comisi¨®n de vigilancia de la C¨¢mara de Representantes ¨Cque persigui¨® incansablemente a Hillary Clinton por el atentado de Bengasi¨C declaraba que "la situaci¨®n se ha solucionado por s¨ª sola".
Hace nada, los republicanos se afanaban en perseguir un posible esc¨¢ndalo, d¨¢ndoselas de ultrapatriotas. Hoy se muestran indiferentes ante una verdadera subversi¨®n y ante la posibilidad real de que nos est¨¦n gobernando personas que siguen instrucciones de Mosc¨². ?Por qu¨¦?
Bueno, el senador Rand Paul lo ha explicado todo: "Nunca empezaremos siquiera a hacer lo que tenemos que hacer, como revocar el Obamacare, si nos pasamos el tiempo haciendo que los republicanos se investiguen unos a otros". ?Alguien cree que no hablaba en nombre de todo el partido?
El tema es que no podemos entender el l¨ªo en el que estamos sin apreciar no solo la posible corrupci¨®n del presidente, sino tambi¨¦n la inconfundible corrupci¨®n de su partido. Un partido tan obsesionado con reducir los impuestos a los ricos, con liberalizar a contaminadores y bancos y desmantelar programas sociales que aceptar la subversi¨®n extranjera les parece, por lo visto, un peque?o precio.
Dig¨¢moslo as¨ª: he estado viendo comparaciones entre la informaci¨®n que va apareciendo sobre la conexi¨®n Trump-Putin y la del asunto Watergate, que derroc¨® a un presidente anterior. Pero mientras que el posible esc¨¢ndalo es aqu¨ª mucho peor que el Watergate ¨CRichard Nixon era siniestro y daba miedo, pero nadie imaginaba que pudiera estar recibiendo instrucciones de una potencia extranjera¨C es muy dif¨ªcil imaginar hoy a los republicanos defendiendo la Constituci¨®n como lo hicieron sus predecesores.
No es solo que hoy en d¨ªa haya m¨¢s enanos morales en el Congreso, aunque tambi¨¦n. El Watergate tuvo lugar antes de que los republicanos emprendiesen su larga marcha hacia la derecha pol¨ªtica, por lo que el Congreso estaba mucho menos polarizado que hoy. Los partidos coincid¨ªan en general en las ideas econ¨®micas b¨¢sicas, y exist¨ªa entre ellos una importante coincidencia ideol¨®gica; esto significaba que a los republicanos no les preocupaba tanto el que obligar a un presidente an¨¢rquico a rendir cuentas descarrilase su programa de l¨ªnea dura.
La polarizaci¨®n del electorado debilita tambi¨¦n la funci¨®n del Congreso como control del presidente: la mayor¨ªa de los republicanos representan a distritos seguros, en los que su principal temor son los rivales por la derecha. Y la base republicana se ha vuelto de repente notablemente prorrusa. Tiene gracia c¨®mo funciona eso.
Entonces, ?c¨®mo acaba esta crisis?
No es una crisis constitucional... a¨²n. Pero Donald Trump se enfrenta a una clara crisis de legitimidad. Su victoria con derrota en el voto popular ya fue sospechosa debido a la intervenci¨®n del FBI a su favor en el ¨²ltimo minuto. Ahora sabemos que el FBI, incluso mientras creaba una falsa apariencia de esc¨¢ndalo en torno a la otra candidata, ocultaba pruebas que insinuaban la existencia de relaciones alarmantemente estrechas entre miembros de la campa?a de Trump y Rusia. Y nada de lo que Trump ha hecho desde la toma de posesi¨®n acalla los temores de que sea de hecho una marioneta de Putin.
?C¨®mo puede un dirigente sometido a esas dudas enviar soldados estadounidenses a la muerte? ?C¨®mo puede conced¨¦rsele el derecho a modelar el Tribunal Supremo durante una generaci¨®n?
De nuevo, una investigaci¨®n profunda, no partidista y sin restricciones podr¨ªa aclarar el ambiente. Pero los republicanos del Congreso, que tienen capacidad para poner en marcha dicha investigaci¨®n, se oponen firmemente a ella.
La cosa es que un pu?ado de legisladores republicanos dispuestos a hacer causa com¨²n con los dem¨®cratas para exigir la verdad podr¨ªa poner fin a la pesadilla. Y tal vez queden en el Partido Republicano suficientes personas con conciencia.
Pero probablemente no. Y ese es un problema que da todav¨ªa m¨¢s miedo que el eje Trump-Putin.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times Company, 2017.
Traducci¨®n de News Clips.
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