?Progresistas, a las trincheras!
La indignaci¨®n no es una pol¨ªtica alternativa: hay que incluir a los perdedores de la globalizaci¨®n
?Por qu¨¦ las revueltas populares que ha tra¨ªdo el malestar contra la globalizaci¨®n y la gesti¨®n de la crisis est¨¢n beneficiando a los partidos de extrema derecha y no a los partidos progresistas, ya sean de signo liberal o socialdem¨®crata, ni a los de izquierda radical? Ha sido as¨ª en todos los pa¨ªses, excepto en el caso de Grecia, Portugal y, en menor medida, en Espa?a. Pero en estos casos el apoyo a formaciones de izquierda radical ha sido el resultado del malestar contra la austeridad y los recortes de gastos sociales.
Una respuesta a esta cuesti¨®n es que los partidos liberales y socialdem¨®cratas no ten¨ªan nada que ofrecer frente a ese malestar social. Es decir, no contaban con ning¨²n programa para reformar la globalizaci¨®n y el capitalismo que fuese atractivo pol¨ªticamente y capaz de ganar el apoyo electoral de los desencantados con la globalizaci¨®n.
Pero ?c¨®mo explicar esta indigencia pol¨ªtico-ideol¨®gica de los liberal-socialdem¨®cratas? Posiblemente porque quedaron cautivos y obnubilados por un relato dogm¨¢ticamente optimista sobre los beneficios de la globalizaci¨®n financiera y comercial que hab¨ªan construido a partir de la segunda mitad de los ochenta. Cuando esa globalizaci¨®n sin controles comenz¨® a mostrar que ocasionaba perdedores que quedaban en la cuneta, ese cosmopolitismo dogm¨¢tico los ceg¨® para advertir ese lado inc¨®modo.
Lo sorprendente es que este relato dogm¨¢tico sobre los beneficios de la globalizaci¨®n financiera y del capitalismo global fue elaborado por los propios partidos progresistas, y no por los conservadores y defensores radicales del sistema de libre empresa como cabr¨ªa esperar. Fueron especialmente los socialistas franceses y la "tercera v¨ªa" del laborismo brit¨¢nico los que lo construyeron.
Despu¨¦s del fracaso del keynesianismo fuera de tiempo de Fran?ois Mitterrand a principios de los a?os ochenta, la reacci¨®n de los socialistas franceses ¡ªque estaban al frente de la Uni¨®n Europea y del FMI y de la OMC¡ª fue codificar la globalizaci¨®n. Definieron la "modernizaci¨®n econ¨®mica" como la adopci¨®n de la libertad de circulaci¨®n de capitales. Todo pa¨ªs que quer¨ªa integrarse en la Comunidad Europea ten¨ªa que comprometerse a adoptar la libertad total de movimientos de capitales.
Ese fue el caso de Espa?a en los a?os ochenta. Influenciados por el fracaso franc¨¦s, el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez adopt¨® la libertad absoluta de movimiento de capitales a¨²n antes del plazo que hab¨ªa negociado en el acuerdo de integraci¨®n en la CEE. Sus efectos fueron duros para la industria.
No encuentro una buena explicaci¨®n para este comportamiento. Quiz¨¢, como ha sugerido el economista de la Universidad de Harvard Dani Rodrik, los franceses pensaron que la codificaci¨®n de la globalizaci¨®n financiera era una forma de evitar que dominaran los intereses de Alemania. O de Estados Unidos, en el caso de los laboristas brit¨¢nicos.
Posiblemente las deficiencias en el dise?o del euro tienen mucho que ver con esta tensi¨®n entre Francia y Alemania. Pero esta es otra historia.
El hecho es que el populismo actual es el reverso del p¨¦ndulo contra el cosmopolitismo anterior. Los progresistas no tienen respuesta frente al malestar contra la globalizaci¨®n financiera y el capitalismo corporativo que alimenta las revueltas populares. Esa indigencia pol¨ªtica hace que la respuesta a las conductas y pol¨ªticas de los nuevos populistas autoritarios y megal¨®manos como Donald Trump sea ¨²nicamente la indignaci¨®n moral. Pero la indignaci¨®n da para lo que da. No es una pol¨ªtica alternativa.
Si los progresistas quieren tener alg¨²n papel en el redise?o del orden econ¨®mico, social y pol¨ªtico, han de ser capaces de formular un programa de reforma atractivo para aquellos que se ven como perdedores de la etapa de globalizaci¨®n cosmopolita. El v¨ªnculo entre capitalismo y progreso social que tan bien funcion¨® en las tres d¨¦cadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial se ha roto durante la fase de globalizaci¨®n y de capitalismo desregulado que ha dominado la escena desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. El cosmopolitismo ap¨¢trida es hoy el terreno de los canallas. De aquellos que sinti¨¦ndose ciudadanos del mundo se desen?tienden de la responsabilidad que tienen con sus conciudadanos.
Muchas personas en nuestras sociedades han perdido la fe en el progreso. Restaurarla es el gran reto del siglo XXI. El "America first" de Donald Trump, o de l¨ªderes conservadores como la brit¨¢nica Theresa May, ofrece el camino del proteccionismo, el nacionalismo y el nativismo como v¨ªa para construir un nuevo contrato social. Los progresistas deben formular una alternativa que reconcilie una globalizaci¨®n razonable (y, en el caso europeo, una integraci¨®n razonable) y un capitalismo civilizado con el progreso social y la democracia.
La batalla pol¨ªtica hoy es una lucha de ideas sobre c¨®mo construir un nuevo contrato social para el siglo XXI. Por lo tanto, hay que ponerse a la tarea: ?Progresistas, a las trincheras!
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