Una reforma sanitaria tan mala que impresiona
El armatoste que ha presentado Paul Ryan solo se entiende desde la descomposici¨®n intelectual de los republicanos
Para cualquiera que est¨¦ al tanto de la pol¨ªtica sanitaria estadounidense, hace mucho que resultaba evidente que los republicanos nunca idear¨ªan un sustituto viable para la reforma del sector de 2010 (Ley de Asistencia Sanitaria Asequible u?Obamacare). Pero el proyecto de ley revelado esta semana es peor de lo que los c¨ªnicos esperaban; su grado de atrocidad resulta casi surrealista. Y el proceso por el que se ha materializado nos dice mucho de la situaci¨®n del Partido Republicano.
Teniendo en cuenta la ret¨®rica que los republicanos han empleado estos ¨²ltimos siete a?os para atacar la reforma sanitaria, podr¨ªamos haber supuesto que prescindir¨ªan de toda la estructura de la LASA; que liberalizar¨ªan, eliminar¨ªan las subvenciones y dejar¨ªan que el libre mercado obrase su magia. Esto habr¨ªa resultado devastador para los 20 millones de estadounidenses que han conseguido cobertura sanitaria gracias a la ley, pero al menos habr¨ªa sido coherente desde un punto de vista ideol¨®gico.
Sin embargo, los dirigentes republicanos no estaban dispuestos a hacer de tripas coraz¨®n. Lo que nos han presentado, en cambio, es un batiburrillo al que los conservadores, con cierta raz¨®n, se refieren como Obamacare 2.0. Pero ser¨ªa mejor llamarlo Obamacare 0.5, porque es un plan a medio hacer que acepta la l¨®gica y las l¨ªneas generales de la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible, a la vez que debilita catastr¨®ficamente sus disposiciones fundamentales. Si se aprueba, el proyecto de ley conducir¨¢, casi con seguridad, a una mort¨ªfera espiral de primas por las nubes y coberturas desmoronadas. Lo que lleva a preguntarse qu¨¦ sentido tiene.
Obamacare se sustenta sobre tres pilares principales. Las aseguradoras est¨¢n controladas, y se les impide que nieguen la cobertura o cobren precios m¨¢s altos a los estadounidenses que ya est¨¢n enfermos. Las familias reciben subvenciones vinculadas tanto a la renta como a las primas, para ayudarlas a contratar un seguro. Y existe una penalizaci¨®n para quienes no lo contraten, con el fin de empujar a la gente a hacerlo aunque est¨¦ sana.
El Trumpcare ¡ªla Casa Blanca insiste en que no la llamemos as¨ª, lo que significa que debemos hacerlo¡ª conserva algo de esos tres elementos, pero en una forma dr¨¢sticamente debilitada, lo que probablemente resulte desastroso.
A las aseguradoras se les sigue prohibiendo que excluyan a las personas enfermas, pero se les permite que cobren a los estadounidenses m¨¢s mayores ¡ªque son los que m¨¢s necesitan un seguro¡ª primas mucho m¨¢s altas.
Las subvenciones siguen ah¨ª, en forma de desgravaciones fiscales, pero ya no est¨¢n vinculadas a la renta (siempre que esta sea inferior a 75.000 d¨®lares) ni al precio del seguro.
Y el impuesto para los que no contraten un seguro se convierte en un peque?o recargo ¡ªpagado a las aseguradoras, no a la Administraci¨®n¡ª para aquellos que lo contraten tras haber dejado caducar el suyo.
Los j¨®venes adinerados podr¨ªan acabar ahorr¨¢ndose alg¨²n dinero gracias a estos cambios. Pero las consecuencias para los m¨¢s mayores y menos ricos ser¨¢n devastadoras. La Asociaci¨®n Estadounidense de Jubilados (AARP, en sus siglas en ingl¨¦s) ha hecho los c¨¢lculos: una persona de 55 a?os que gane 25.000 d¨®lares al a?o acabar¨¢ pagando 3.600 d¨®lares m¨¢s cada a?o por el seguro; esa cifra sube hasta los 8.400 d¨®lares para una persona de 64 a?os que gane 15.000 d¨®lares al a?o. Y eso, antes de la espiral mort¨ªfera.
Porque la combinaci¨®n de repunte de precios y penalizaciones reducidas llevar¨ªa a muchos estadounidenses sanos a prescindir del seguro. Ello incrementar¨ªa el riesgo conjunto de la poblaci¨®n, lo cual disparar¨ªa las primas (y, recuerden, las subvenciones ya no se adaptar¨ªan para compensar esa subida). La consecuencia ser¨ªa que a¨²n m¨¢s gente abandonase el sistema. Los republicanos se han hartado de decir que Obamacare se hunde, lo que no es cierto. Pero, si Trumpcare se pusiese en pr¨¢ctica, se hundir¨ªa en un minuto de los de Mar-a-Lago.
?C¨®mo es posible que los republicanos de la C¨¢mara, encabezados por Paul Ryan, quien seg¨²n siguen asegur¨¢ndonos los medios, es un hombre inteligente y un aut¨¦ntico cerebro de la pol¨ªtica, hayan perge?ado tal monstruosidad? Por dos motivos.
Primero, que la capacidad de an¨¢lisis y elaboraci¨®n de pol¨ªticas de los republicanos se ha reducido hasta volverse insignificante. S¨ª que hay conservadores expertos en pol¨ªtica, pero el partido no los quiere, quiz¨¢s porque su propia aptitud los vuelve poco fiables desde un punto de vista ideol¨®gico (una hip¨®tesis de la que dan cuenta las prisas por aprobar este proyecto de ley antes de que la imparcial Oficina Presupuestaria del Congreso pueda calcular sus costes o sus efectos). Resumiendo, los hechos y los an¨¢lisis serios son los enemigos de la derecha moderna; la pol¨ªtica queda en manos de chapuceros que no son capaces ni de entender las ideas m¨¢s simples.
En segundo lugar, a los republicanos parecen haberles traicionado sus impulsos de Robin Hood al rev¨¦s. No se puede lograr que algo como Obamacare funcione sin ayudar a las familias de clase baja lo suficiente para que los seguros les resulten asequibles. Pero el Partido Republicano moderno siempre quiere proporcionar comodidad a los acomodados y afligir a los afligidos; as¨ª que el proyecto de ley acaba suprimiendo los impuestos que pagan los ricos y que sirven para financiar las subvenciones, y aleja las subvenciones en s¨ª de aquellos que las necesitan para redirigirlas hacia los que no.
Ante este plan sanitario que parece un chiste malo, uno podr¨ªa preguntarse qu¨¦ fue de todas aquellas proclamas sobre que Obamacare era un sistema terrible e inservible que los republicanos sustituir¨ªan de inmediato por algo mucho mejor (por no mencionar las promesas de Donald Trump de un "seguro para todos" y una "sanidad excelente").
Pero la respuesta, por supuesto, es que todos ment¨ªan, todo el tiempo, y lo siguen haciendo. En esto, al menos, la unidad republicana sigue admirablemente intacta.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times Company, 2017.
Traducci¨®n de News Clips.
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