Productividad y funci¨®n empresarial
Cada vez queda m¨¢s claro que no hay creaci¨®n de empleo sin una mejora en la capacidad de hacer m¨¢s
Se ha hecho t¨®pica con raz¨®n aquella afirmaci¨®n que formul¨® Paul Krugman en su libro La era de las expectativas limitadas (1994): "la productividad no es todo, pero en el largo plazo es casi todo. La capacidad de un pa¨ªs para mejorar sus condiciones de vida depende casi enteramente de su habilidad para elevar la producci¨®n por trabajador". La hemos vuelto a recordar con ocasi¨®n de la reciente presentaci¨®n del muy recomendable libro de Juan Francisco Jimeno, Crecimiento y Empleo. Una relaci¨®n turbulenta e incomprendida, cuyo prop¨®sito central es desmontar las simplificaciones acerca de los factores determinantes de la creaci¨®n de empleo y, en concreto, la propensi¨®n a concretar umbrales del PIB a partir de los cuales el empleo se intensifica. Esa relaci¨®n, en efecto, no es lineal ni simple, depende de no pocos factores y, siendo importante, va m¨¢s all¨¢ de la estricta organizaci¨®n del mercado de trabajo, de su regulaci¨®n m¨¢s o menos disfuncional y de la mejor o peor ejecuci¨®n de las pol¨ªticas de empleo.
Asumiendo la complejidad del an¨¢lisis de ese v¨ªnculo entre crecimiento econ¨®mico y empleo lo que queda evidenciada es la relaci¨®n positiva a largo plazo entre el crecimiento del empleo y la productividad; m¨¢s concretamente, la productividad total de los factores (PTF, las mejoras que tiene lugar m¨¢s all¨¢ de la eficiencia de cada uno de los factores de producci¨®n), de la que hemos hablado en esta columna en diversas ocasiones. Lo hemos hecho tras verificar que de forma continua, desde luego desde mediada la d¨¦cada de los noventa, la PTF espa?ola apenas crec¨ªa.
En esta juegan un papel importante aspectos externos como la calidad de las pol¨ªticas y de las instituciones, privadas y p¨²blicas, con las que las empresas interact¨²an, incluidas, desde luego, las relativas al mercado de trabajo. Pero no menos relevantes son aquellos otros que permiten una asignaci¨®n eficiente de los recursos, una continua adaptaci¨®n competitiva de las empresas, que son en ¨²ltima instancia las que de forma agregada determinan esas mejoras de eficiencia. Y en este punto, la organizaci¨®n de las empresas en su acepci¨®n m¨¢s amplia, es esencial: su capacidad innovadora no solo en la generaci¨®n de nuevos productos o servicios, sino en la mejora de los procesos. En la adecuaci¨®n de las organizaciones, la calidad de la funci¨®n empresarial, de la gesti¨®n y, desde luego, la dimensi¨®n de las empresas son aspectos esenciales.
Las circunstancias que presiden la creaci¨®n de empresas, los incentivos u obst¨¢culos que existen para que buenos talentos decidan emprender, las formas de crecimiento de las empresas, las probabilidades de supervivencia que tienen, son aspectos que han cobrado una importancia creciente en la explicaci¨®n de los registros de productividad de las econom¨ªas. Las "cajas negras", no siempre atendidas en la modelizaci¨®n macroecon¨®mica, han pasado a recabar una atenci¨®n cada d¨ªa mayor en las investigaciones aplicadas. Tambi¨¦n, y de forma bastante meritoria en nuestro pa¨ªs. Y es que los resultados agregados en este campo son los que explican las posibilidades de aumentar el bienestar conjunto de la econom¨ªa, el aumento sostenido del PIB por habitante.
Esa evidencia pone de manifiesto, en primer lugar, que las facilidades en Espa?a para la creaci¨®n de empresas no son precisamente las mejores. Las posiciones de nuestro pa¨ªs en el conocido indicador Doing Business del Banco Mundial siguen situ¨¢ndose por debajo de la 30? posici¨®n, con tr¨¢mites y plazos de constituci¨®n superiores al promedio de las econom¨ªas avanzadas. A las dificultades en el nacimiento se a?ade la dimensi¨®n reducida con que nacen, muy inferior al de otros pa¨ªses: en realidad, muchas empresas nacen sin trabajadores, y son estas las que registran una menor tasa de supervivencia. En esas dificultades de partida influyen aspectos regulatorios, en el mercado de trabajo o en la legislaci¨®n concursal, pero tambi¨¦n de naturaleza financiera, de un sistema poco orientado a la financiaci¨®n de proyectos con riesgo diferencial o, simplemente, a la asignaci¨®n de financiaci¨®n a empresas poco productivas.
Seg¨²n el Directorio Central de Empresas (DIRCE) del INE, de las 3.236.800 empresas que exist¨ªan en Espa?a en enero de 2016 (¨²ltimo dato disponible), solo el 15,8% de las activas ten¨ªa una edad igual o superior a 20 a?os, mientras que el 20,1% ten¨ªan menos de dos a?os. Con datos a esa misma fecha, m¨¢s de 1,79 millones de empresas no emplearon a ning¨²n asalariado. Esta cifra supuso el 55,3% del total. Adem¨¢s, otras 895.574 (el 27,7% del total) ten¨ªan uno o dos empleados. Es decir, el 83% de las empresas espa?olas ocupaban a dos o menos asalariados; solo el 4% ten¨ªan m¨¢s de 20 trabajadores. Son cifras que contrastan con el promedio europeo, pero especialmente con las econom¨ªas m¨¢s competitivas. No son necesarios m¨¢s datos para asumir que esa dimensi¨®n media o la baja tasa de supervivencia de las empresas no favorecen el aumento de la productividad: no facilitan la incorporaci¨®n de capital humano, f¨ªsico o tecnol¨®gico suficiente y de calidad. Ayudan a entender, en suma, la baja propensi¨®n innovadora de la mayor¨ªa de las empresas espa?olas, su reducida inversi¨®n en intangibles, en I+D en particular, muy inferior al promedio de la OCDE. En consecuencia, las posibilidades de generar ganancias de productividad, de mejorar su capacidad competitiva, son inicialmente menores que las disponibles para la mayor¨ªa de las empresas de las econom¨ªas de nuestro entorno. Y ello se percibe en ese otro aspecto relevante que es la calidad de la propia funci¨®n empresarial, dif¨ªcil de cuantificar, pero altamente correlacionada con la PTF.
Son muy escasas las aproximaciones emp¨ªricas a este ¨¢mbito en nuestro pa¨ªs. Las realizadas por los profesores de Econom¨ªa de la Empresa Emilio Huerta y Vicente Salas son de las m¨¢s destacadas. De sus trabajos comparados sobre dimensi¨®n empresarial y productividad se deduce que la calidad de la gesti¨®n empresarial (el uso de t¨¦cnicas adecuadas para organizar el trabajo, coordinar y motivar a las personas en la organizaci¨®n) explica tambi¨¦n la distribuci¨®n por tama?os de las empresas. Junto a ella, o dentro del mismo concepto de calidad de la funci¨®n empresarial, la capacidad para fortalecer la confianza entre los principales actores de la empresa, disponen de mayor influencia en las diferencias de tama?os medios empresariales que las existentes en el funcionamiento de los mercados de productos y factores. Son conclusiones similares a las destacadas recientemente por el presidente del BCE (Moving to the Frontier: Promoting the Diffusion of Innovation) subrayando c¨®mo la difusi¨®n tecnol¨®gica, no solo la propia generaci¨®n de innovaci¨®n, requiere de calidad de la gesti¨®n empresarial capaz de propiciar adaptaciones organizativas que absorban nuevas tecnolog¨ªas; nuevas t¨¦cnicas de gobernar las empresas, en definitiva.
Estas referencias a los aspectos m¨¢s directamente vinculados al interior de la "caja negra" no significa que los relativos al entorno, a la reducci¨®n de barreras limitativas de la competencia, a la calidad de las instituciones y las pol¨ªticas, incluida la educaci¨®n y la inversi¨®n p¨²blica en I+D, o la adecuada asignaci¨®n de financiaci¨®n, sean poco importantes. Su eficacia, en todo caso, ser¨ªa mucho mayor si la composici¨®n del censo empresarial y la calidad de los que dirigen la amplia mayor¨ªa de las empresas, fueran m¨¢s adecuadas. Ejemplos no faltan, dentro y fuera de nuestro pa¨ªs, para descartar que se trate de limitaciones imposibles de superar.
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