El retorno de la pol¨ªtica industrial
Nos faltan instrumentos de cooperaci¨®n, di¨¢logo y acuerdo
?Deben los gobiernos apoyar su industria? Si la respuesta es s¨ª, ?qu¨¦ tipo de industria? Y, ?c¨®mo? Plantear estas cuestiones es hablar de pol¨ªtica industrial. Lo sorprendente es que esta cuesti¨®n, que era anatema desde los a?os 90 ¡ª¡°la mejor pol¨ªtica industrial es la que no existe¡±, se dec¨ªa en Espa?a en aquellos a?os¡ª ha retornado al coraz¨®n del debate pol¨ªtico econ¨®mico. Y lo ha hecho en el lugar m¨¢s inesperado: en los EE UU, la tierra de la libre empresa.
El Am¨¦rica first de Donald Trump es un grito en favor de la pol¨ªtica industrial. La promesa de hacer retornar los puestos de trabajo bien pagados de la industria manufacturera, empleando para ello el palo y la zanahoria con las empresas. Pero tambi¨¦n en el Reino Unido Theresa May ha levantado la bandera, aunque onde¨¢ndola con menos vigor. Pero, el retorno de la pol¨ªtica industrial hab¨ªa comenzado a ra¨ªz del fallo espectacular de los mercados en 2007-2008, cuando el Gobierno norteamericano sali¨® al rescate no s¨®lo de los bancos y aseguradoras sino tambi¨¦n de empresas manufactureras emblem¨¢ticas. Y a¨²n se puede ir m¨¢s atr¨¢s, a principios de este siglo, cuando los gobiernos europeos comenzaron a crear nuevos ministerios y agencias de industria. Con la curiosa excepci¨®n de Espa?a, que en 2000 suprimi¨® ese ministerio.
En realidad, como ocurre con el dinosaurio del cuento de Augusto Monterroso, la pol¨ªtica industrial nunca ha dejado de estar ah¨ª. El ¨¦xito de la industria china o de Corea del Sur es inexplicable sin la intervenci¨®n de sus gobiernos. Como d¨¦cadas antes Jap¨®n. O en el siglo XIX y XX los pa¨ªses europeos. Y EEUU, cuyo desarrollo es incompresible sin la mano visible de su Gobierno, tanto en el fortalecimiento de las manufacturas en el siglo XIX como en el ¨¦xito actual de Sillicon Valley.
Nos faltan instrumentos de cooperaci¨®n, di¨¢logo y acuerdo. Y un reparto m¨¢s claro de responsabilidades
Pero, ?a qu¨¦ responde este retorno? En algunos casos parece ser un intento de recobrar el control del destino de las naciones frente a las fuerzas de la globalizaci¨®n que, supuestamente, s¨®lo habr¨ªan favorecido a las ¨¦lites cosmopolitas. Si fuese as¨ª, el riesgo ser¨ªa el corporativismo, como sucedi¨® en los a?os 30 con el fascismo. Pero, m¨¢s all¨¢ de esta motivaci¨®n proteccionista, veo razones de inter¨¦s general. Es la respuesta al reto al que se enfrentan hoy los gobiernos de como activar y canalizar las fuerzas transformadoras que vienen de la nueva econom¨ªa digital, de la inteligencia artificial, y del cambio clim¨¢tico. Y tambi¨¦n el reto de como capacitar a los individuos y a las empresas para este cambio.
Todo esto obliga a repensar la visi¨®n convencional de la intervenci¨®n del Estado en la industria. Comenzando por la propia definici¨®n de industria, dado que algunos servicios del gran comercio ¡ªZara, Mercadona, Mango¡ª muestran rasgos propios de las industrias manufactureras del siglo pasado. Pero tambi¨¦n en las formas de intervenci¨®n. Mariana Mazzucato, de la Universidad Essex, defiende que el Estado debe intervenir en la creaci¨®n de nuevos mercados ¡ªinformaci¨®n tecnol¨®gica, biotecnolog¨ªa, nanotecnolog¨ªa, energ¨ªa verde¡ª. Y que debe hacerlo como un emprendedor innovador, que va a riesgo y ventura. Es decir, aceptando el riesgo de fallar, pero tambi¨¦n participando en los beneficios.
Pero, entonces, ?en qu¨¦ consiste la pol¨ªtica industrial? Me gusta la idea de Dani Rodrik, profesor de la Universidad de Harvard, de que la pol¨ªtica industrial ¡°es m¨¢s un estado de la mente que una lista de pol¨ªticas espec¨ªficas¡±. Lo que los responsables pol¨ªticos deben entender es que es m¨¢s importante crear un clima de colaboraci¨®n entre gobierno y sector privado que suministrar incentivos financieros concretos. Y disponer instrumentos para hacerlo, incluyendo colaboraciones p¨²blico-privadas bien dise?adas; procesos decisionales participativos con asesores externos disruptivos, elegidos no por lo que piensan sino por c¨®mo piensan; mecanismos de coordinaci¨®n entre ministerios, agencias p¨²blicas y empresas a fin de anticipar m¨¢s que retardar respuestas pol¨ªticas a los nuevos retos. Y hacerlo de forma transparente, institucionalizada y con rendici¨®n de cuentas. S¨®lo as¨ª se evita el riesgo del predominio de los intereses especiales frente al inter¨¦s general.
Todos los pa¨ªses lo est¨¢n haciendo. Pero cuando venimos a Espa?a el problema es la carencia de instituciones y de una cultura de colaboraci¨®n de este tipo. Nos faltan instrumentos de cooperaci¨®n, di¨¢logo y acuerdo. Y un reparto m¨¢s claro de responsabilidades entre todos los actores. No se trata tanto de qu¨¦ hacer, sino de c¨®mo hacerlo.
Con la pol¨ªtica industrial pasa lo que con la historia que le escuch¨¦ a Albert Hirschman, el especialista en desarrollo del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, del ricito que le cae a la ni?a sobre la frente: cuando est¨¢ enfadada le afea la cara, pero cuando sonr¨ªe le queda muy bien.
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