La guitarra el¨¦ctrica necesita m¨¢s h¨¦roes
Las aplicaciones, videojuegos y el s¨ªndrome de la satisfacci¨®n inmediata hunden marcas emblem¨¢ticas como Gibson o Fender
Dan Courtenay tiene una min¨²scula tienda de guitarras en los bajos del hotel Chelsea de Nueva York. Es desde hace tres d¨¦cadas un lugar de encuentro de artistas que buscan los mejores instrumentos. Las el¨¦ctricas cuelgan de la pared izquierda. Es un producto que sigue despertando pasiones. Pero el negocio no se sostiene. Necesita nuevos h¨¦roes que atraigan a las nuevas generaciones y revitalice el negocio. El nuevo due?o del ic¨®nico edificio neoyorquino le dio de plazo hasta final de junio para que abandone el local. Pero Dan no tiene claro que pueda permitirse seguir en el barrio. Tener una tiendan a pie de calle es prohibitivo en Manhattan y las ventas no acompa?an.
No muy lejos, a una manzana de Union Square, hay una tienda de Guitar Center. Es la mayor cadena del pa¨ªs. El clima que se respira es parecido. Los dependientes evitan ser apocal¨ªpticos, pero explican que los j¨®venes tienen hoy otros gustos. Taylor Swift, comentan, es una gran guitarrista, pero sus seguidores no van corriendo a comprar el instrumento tras escuchar c¨®mo toca los acordes. Hace unos a?os la cadena opt¨® por ir a contracorriente y abri¨® m¨¢s tiendas por todo EE UU, esperando generar un efecto como el de los Apple Stores con el iPhone. Dio por hecho que los clientes se ver¨ªan m¨¢s tentados a comprar el instrumento si pod¨ªan probarlo. La tienda que tiene en Times Square es enorme, con nueve estudios de grabaci¨®n, clases de m¨²sica y el alquiler de instrumentos. En ese mismo local se exhibe la guitarra favorita de Eric Clapton, una Blackie Stratocaster de Fender que la cadena adquiri¨® por casi un mill¨®n de d¨®lares en una subasta. Marc¨® un r¨¦cord. Pero toda la apuesta le sali¨® mal y ahora Guitar Center est¨¢ hundida en deudas.
La crisis de esta gran tienda es en parte lo que arrastr¨® a la suspensi¨®n de pagos a Gibson Brands a comienzos de este mes. El bache por el que atraviesa el legendario fabricante de guitarras como la Les Paul o la Humminbird, con cerca de 120 a?os de historia, dispar¨® las alarmas en Nashville, la capital del country y sede de la firma. La compa?¨ªa afronta una deuda de unos 500 millones de d¨®lares y para salvarse quedar¨¢ en manos de sus principales acreedores.
No es que las ventas de guitarras est¨¦n muertas, pero s¨ª atraviesan una crisis de identidad generacional. Los h¨¦roes de la guitarra son ahora muchos menos y m¨¢s dispersos. El rap y hip-hop venden m¨¢s que otras formas de m¨²sica y no necesitan de un instrumento tan reconocible para llegar al p¨²blico. El cambio demogr¨¢fico explica en gran medida c¨®mo las ventas de guitarras el¨¦ctricas cayeron de 1,5 millones de unidades a un mill¨®n durante la ¨²ltima d¨¦cada en EE UU. Es tambi¨¦n consecuencia de la necesidad de gratificaci¨®n inmediata que tienen los consumidores. Los j¨®venes no solo no quieren tocar un instrumento que ven anticuado, sino que son pocos los que est¨¢n dispuestos a dedicarle el tiempo necesario para llegar a un nivel alto o profesional.
El fabricante de las guitarras Fender tambi¨¦n sufre esta espiral negativa en sus cuentas, aunque sin llegar al extremo de Gibson. Fender aspir¨® incluso a ser una empresa cotizada, pero abandon¨® la idea en 2012 por las pobres condiciones de mercado. El dinero que esperaba recaudar iba a utilizarlo para rebajar su deuda. Pero los inversores no mostraron nada de entusiasmo. Entendieron que tras la ¨²ltima recesi¨®n, sus guitarras el¨¦ctricas y las de Gibson ya son un producto de lujo con precios que pocos pueden y quieren pagar. Adem¨¢s, una copia de la Stratocaster se puede comprar a precios m¨¢s baratos en los hipermercados de Costco y de Walmart.
Todo esto sucede mientras los sintetizadores de sonido, los teclados y la percusi¨®n electr¨®nica se convierten en la norma de la m¨²sica popular. Conforme el rock fue perdiendo influencia, los adolescentes que se interesan por crear m¨²sica empezaron a destinar el dinero a ordenadores, programas inform¨¢ticos y dispositivos electr¨®nicos para producir. Las bandas que se formaban en los garajes de los suburbios, la sangre de las guitarras el¨¦ctricas, empezaron a desaparecer mientras ocupaban su lugar la m¨²sica mezclada en un port¨¢til.
Los ingresos de Gibson cayeron de 2.100 millones a 1.700 millones de d¨®lares en los ¨²ltimos tres a?os. Pero la culpa no es solo del comercio electr¨®nico, el streaming, los videojuegos o el inter¨¦s de las discogr¨¢ficas por nuevos g¨¦neros musicales como el dance o el hip-hop. Tampoco por el frenes¨ª de la vida moderna. Los problemas financieros de los fabricantes de guitarras el¨¦ctricas son tambi¨¦n fruto de una estrategia equivocada. Henry Juszkiewicz, su consejero delegado, admite que parte de la deuda que acumula se explica por compras apalancadas que hizo para diversificar su negocio, como los auriculares de Philips, de los que ahora va a desprenderse.
El fin de los garajes
La industria no pierde la esperanza. Andy Mooney, consejero delegado de Fender, cree ¡°exagerado¡± hablar de la muerte de la guitarra el¨¦ctrica. Tal vez porque se f¨ªa de la creciente influencia de cadenas como School of Rock, que atrae a los alumnos presentando la m¨²sica como una actividad social, creando grupos que la practican como si fueran una banda y hasta montan recitales para ellos. Organizan unos 3.000 conciertos al a?o por el mundo.
Fender tambi¨¦n laz¨® el pasado verano un servicio por suscripci¨®n para empezar a aprender a tocar la guitarra y esta dise?ando nuevos modelos de amplificadores que utilizan bluetooth, conexi¨®n inal¨¢mbrica a Internet, y que equipan procesadores que permiten utilizar una gama infinita de efectos de sonido y tonos previamente instalados, en lugar de utilizar pedales dispersos por el escenario. El reto ¡ªy la oportunidad¡ª es conseguir que cualquier persona adopte el instrumento creando su primera canci¨®n. Puede que los amplificadores y las aplicaciones m¨®viles ayuden a la generaci¨®n de Ariana Grande o Justin Bieber a engancharse a la guitarra el¨¦ctrica. Pero muy distinto es que sean tan fan¨¢ticos de los riffs como lo fueron sus padres.
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